Diabetes, infarto o depresión: las consecuencias de comer ultraprocesados para la salud

La Voz de la Salud

VIDA SALUDABLE

Un nuevo estudio relaciona los ultraprocesados con problemas de salud.
Un nuevo estudio relaciona los ultraprocesados con problemas de salud.

Una amplia revisión de metaanálisis, realizada por profesionales de Universidad Deakin (Australia), relaciona este tipo de productos con más de una treintena de problemas para el organismo

01 mar 2024 . Actualizado a las 09:50 h.

La ciencia no para de confirmar que somos lo que comemos. Los ultraprocesados, cuya definición oficial queda lejana para la mayoría de consumidores, están presentes en el día a día de la mayoría de hogares españoles. Los expertos lo describen como productos con un procesamiento industrial elevado; con una materia prima principal irreconocible en su forma final; con altas concentraciones de grasas saturadas, azúcar o sal y; además, con ingredientes añadidos como aditivos, colorantes o potenciadores del sabor. Cuatro características que se materializan, en los estantes del supermercado, en forma de bollería industrial, bebidas azucaradas, comida precocinada, salsas o aderezos, y una larga lista de compañeros. 

Son muchos los estudios que relacionan una dieta rica en este tipo de ofertas con un perjuicio para la salud, pero ninguna investigación previa había sido tan exhaustiva como la recogida este lunes en la revista médica The BMJ, que realiza una amplia revisión de estudios para confirmar la asociación entre un patrón alimenticio de baja calidad y hasta 32 problemas de salud. 

El metaanálisis, que se basa en artículos publicados en los últimos tres años y en los que participaron hasta casi 10 millones de individuos, encuentra evidencia «convincente» —el más alto nivel descriptivo, por debajo quedan clasificaciones como «altamente sugerente, sugerente, débil o sin evidencia— que le permite concluir que una mayor ingesta de alimentos ultraprocesados se asociaba con un incremento del 50 % de la mortalidad relacionada con enfermedades cardiovasculares; un aumento de entre el 48 y el 53 % de padecer ansiedad y trastornos mentales comunes; y un 12 % más de riesgo de diabetes tipo 2. 

A su vez, este tipo de productos también incrementaban el riesgo hasta un 21 % de la mortalidad por cualquier causa; entre un 40 y un 66 % por enfermedades cardíacas, obesidad, diabetes tipo 2 y problemas del sueño; y podían elevar el riesgo de depresión hasta un 22 %. 

La lista de efectos perjudiciales continúa, aunque el estudio considere «limitada» la evidencia para relacionar alimentos ultraprocesados con asma, problemas gastrointestinales, algunos tipos de cánceres y factores de riesgo cardiometabólicos, como niveles elevados de grasas en la sangre o niveles de colesterol bueno. 

Así, los responsables del trabajo, Melissa Lane y Wolfgang Max, de la Universidad Deakin, en Australia, consideran que toda esta información es suficiente para establecer medidas políticas que reduzcan la ingesta de este tipo de productos, con el consecuente beneficio en la salud de la población. 

Javier Sánchez Perona, científico titular en el Instituto de la Grasa-CSIC, destaca la preocupación que ha supuesto, en los últimos años, este tipo de comida para los consumidores; preocupación que se refleja en el interés científico. «Se han publicado decenas de estudios que relacionan el consumo de este tipo de productos con diversas patologías crónicas, incluyendo las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, el cáncer y las enfermedades neurodegenerativas», señala en declaraciones recogidas por Sciencie Media Centre

Precisamente, esta producción de calidad ha permitido tener un conocimiento científico lo suficientemente robusto para realizar metaanálisis que analicen la relación entre comida y salud. Hasta ahora, la mayoría se centraban en una patología en concreto; sin embargo, el llevado a cabo por el centro australiano, aúna la revisión de varios problemas. Así, puede extraer conclusiones en conjunto, «de forma que se puedan establecer guías y directrices con recomendaciones dietéticas sobre el consumo de alimentos ultraprocesados», indica Sánchez Perona. 

Habitualmente, la mayoría de los estudios que abordan esta cuestión «tienen niveles de calidad y grados de evidencia bajos o muy bajos», explica el investigador. Esto se debe al carácter epidemiológico y observacional que suelen tener y que, por lo tanto, no se puede establecer una relación de causa y efecto. Por eso, se ha sugerido que no se pueden dar recomendaciones basadas en este tipo de artículos, sino que tienen que partir de ensayos clínicos y metaanálisis, en los que sí se haya demostrado esa relación de causalidad. Algo extremadamente difícil en el terreno de los ultraprocesados. «Solo es posible realizar este tipo de ensayos clínicos para resultados intermedios como el peso corporal, la resistencia a la insulina, la inflamación o la microbiota intestinal, pero no sobre marcadores finales como las enfermedades mencionadas, por motivos éticos», explica el investigador, que añade: «Hay que tener en cuenta que la evidencia existente es lo suficientemente robusta para sospechar que administrar este tipo de alimentos a personas en un ensayo clínico podría tener consecuencias nefastas para ellas». 

En este sentido, el artículo publicado este lunes se acerca al mayor grado de fiabilidad posible. Para Sánchez Perona, es importante «porque informa de un mayor riesgo para la salud asociado con la exposición a alimentos ultraprocesados para prácticamente todas las patologías», concluye. 

Por su parte, Carmen Romero Ferreiro, profesora del Grado de Nutrición Humana y Dietética y responsable de Investigación del Grado de Nutrición en la Universidad Francisco de Vitoria, destaca, en Science Media Centre, el elevado grado de evidencia de este artículo. «Los resultados reflejan el efecto negativo de los alimentos ultraprocesados en la salud. En concreto, señalan que su consumo está directamente relacionado con problemas de salud como enfermedades cardíacas, diabetes tipo 2, cáncer, obesidad, ansiedad y otros trastornos mentales, e incluso mortalidad por diversas causas», describe la experta. Por ello, considera que esta fotografía justifica la necesidad de «desarrollar medidas de salud pública para abordar este problema».

Ultraprocesados y no ultraprocesados

El criterio NOVA clasifica, en cuatro niveles según el grado de procesamiento, todos los productos que llenan las despensas de los hogares españoles. El grupo 1 lo conforman los mínimamente procesados o no procesados. Aquí se puede encontrar, por ejemplo, a la harina de trigo. En el siguiente grupo están ingredientes como la sal, el azúcar, el paciente o la grasa de origen animal. El tercer nivel lo forman alimentos procesados y, finalmente, el cuatro, los ultraprocesados. Ahora bien, esta clasificación no se basa en la calidad nutricional, por eso, los expertos explican que puede haber cierta confusión. 

Existen procesados cuya calidad es, desde un punto de vista nutricional, más que aceptable: «El grupo 3, constituido por procesados, incluye esos alimentos del grupo 1 a los que se aplica, mediante la adición de ingredientes del grupo 2, como la sal, el azúcar o el aceite, algún tipo de conservación para aumentar su vida útil. En este grupo estarían productos enlatados como el pescado azul o las verduras en conserva. También se incluyen algunos embutidos que tienen un procesamiento mínimo, como el jamón serrano, que simplemente es curado, o el salmón ahumado, y algunas mermeladas», aclara María Adoración Romaguera Bosch, investigadora responsable del grupo de investigación Epidemiología Nutricional y Fisiopatología Cardiovascular (Nutrecor) del Instituto de Investigación Sanitaria Illes Balears (IdISBa). 

Por su parte,  el cuarto solo incluye ultraprocesados, con más de cinco ingredientes, « entre los cuales hay muchos que no son de origen natural, son más industriales. Ingredientes como aditivos, emulsionantes, colorantes. Normalmente no los encuentras en una cocina», indica.

El precio de los ultraprocesados

En algunos casos, opciones ultraprocesados como comida precocinada o bollería industrial resultan más baratas que la comida fresca y saludable. ¿Esto a qué se debe? Sánchez Perona responde que, por una parte, se explica mediante la calidad de las materias primas, y por otra, mediante su procedencia. «Los ultraprocesados se elaboran con materias primas que tienen una calidad mucho más baja que las que podríamos comprar nosotros. Y, además, muchas veces vienen de países donde los salarios son muy bajos», indica. 

Por ello, aumentar los impuestos a este tipo de productos podría ser una solución para que la población redujese su consumo. «La experiencia que tenemos con las bebidas azucaradas indica que está funcionando. Se está reduciendo la demanda de este tipo de bebidas y desplazándose hacia otras. En algunos casos, hacia bebidas edulcoradas sin azúcar y, en otros, al agua directamente», indica el experto. Eso sí, destaca que las autoridades deben ir más allá.