El problema del azúcar en niños: «Los padres consideran que el bizcocho casero es de muy buena calidad»

LA TRIBU

Un estudio de la Universidad de Granada observó que las galletas son una de las principales fuentes de azúcar en los niños.
Un estudio de la Universidad de Granada observó que las galletas son una de las principales fuentes de azúcar en los niños. iStock

Pese a que cada vez son menos los hogares que consumen refrescos, los cereales del desayuno o las galletas siguen contando con un protagonismo excesivo

15 ago 2023 . Actualizado a las 17:14 h.

La Organización Mundial de la Salud recomienda reducir el consumo de azúcar libre lo máximo posible y establece el límite en 25 gramos al día, tanto en adultos como en niños, para una dieta de unas 2.000 calorías diarias. La entidad divide este tipo de endulzante en dos categorías: azúcares añadidos refinados o sin refinar que, como indica su nombre, son los que se suman al producto de forma ajena; y los azúcar presentes de forma natural en productos como los zumos o purés de fruta, así como la miel.

Lejos queda la realidad de la teoría. En España, los niños duplican la ingesta de azúcares estipulada por la entidad internacional. En concreto, según un estudio realizado por investigadores del Instituto de Nutrición y Tecnología de los alimentos José Mataix Verdú, de la Universidad de Granada (UGR), los pequeños de la casa alcanzan los 55,7 gramos al día, y solo el 35 % de esos azúcares proceden de alimentos con una elevada densidad nutricional. O lo que es lo mismo, que tienen una alta presencia de otros micronutrientes como vitaminas o minerales. 

El estudio, de carácter observacional y publicado en la revista científica Nutrients, que realizó encuestas a 1.775 padres de niños de 7 a 12 años, evaluó la calidad nutricional de los alimentos que vieron que aportaban azúcares añadidos a la dieta y utilizaron bases de datos nutricionales y etiquetados de alimentos a la venta en España para extraer las conclusiones. 

Los resultados parecen cuanto menos alarmantes en un contexto en el que las cifras de obesidad infantil no paran de crecer. En concreto, según el estudio Aladino del 2019, el 40,6 % de los niños de entre 6 y 9 años tenía sobrepeso u obesidad. Precisamente, el documento también revelaba que nueve de cada diez padres consideraban que su hijo, con sobrepeso, estaba en normopeso; algo en lo que coincidían el 40 % de los progenitores de los infantes con obesidad. La Encuesta Nacional de Salud (publicada en el 2017) concluyó que solo el 2,9 % de los menores españoles, de entre dos y 17 años, consumían las cinco raciones de frutas y verduras recomendadas. Además, precisaba que la población infantil y adolescente obtenía el 21,5 % de la energía de su dieta en forma de azúcares totales, y sus principales fuentes eran productos como los zumos y néctares comerciales, los yogures, los postres lácteos y chocolates, seguidos de galletas, bollería o cereales de desayuno. 

Así las cosas, en la misma línea que se sitúa la OMS, el Comité de Nutrición de la Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (Espghan)  recomienda reducir el azúcar por debajo del 5 % de la ingesta calórica para niños y adolescentes, una cantidad que incluso debe ser menor en recién nacidos. El grupo de trabajo recuerda que no existen requerimientos nutricionales de azúcar libre para estos grupos de población, y precisa que, siempre que sea posible, este endulzante ha de consumirse en su versión natural, de forma que proceda de fuentes como la leche materna, la leche, productos lácteos o frutas frescas enteras, en lugar de bebidas azucaradas, zumos de frutas, batidos, bebidas y otros productos azucarados. Además, indica que el azúcar debe consumirse como «parte de una comida principal y no como aperitivo».

El 65 % de los azúcares que consumen proceden de productos de mala calidad nutricional

Ahora bien, el problema, lejos de pensar que podría estar en los refrescos o golosinas, bien podría estar en el desayuno y meriendas por el tipo de comida referida. Los autores, Jesús Francisco Rodríguez Huertas, catedrático de Fisiología de la UGR y responsable del estudio, así como María Dolores Mesa-García, catedrática del departamento de Bioquímica y Biología Molecular y Marta Palma Morales, investigadora del Instituto de Nutrición y Tecnología de Alimentos José Mataix Verdú, dividieron los productos consumidos en alimentos con alta, media o baja densidad nutricional y encontraron que un 65 % del azúcar ingerido procedía de aquellos de peor categoría. Este grupo incluyó el azúcar blanco, las mermeladas, las salsas, las golosinas, el cacao en polvo, los refrescos, los helados, las galletas, los néctares de fruta, la bollería industrial, los bizcochos y repostería casera y las bebidas para deportistas. 

En el cajón de densidad media se encontraron los yogures azucarados o saborizados, los postres lácteos o las bebidas vegetales, y el de alta densidad contaban con la leche, batidos con más de un 90 % de esta y algunos cereales de desayuno. De estos dos últimos grupos procedía el 35 % del azúcar consumido en el día por un niño. 

Claro está, con sendas diferencias entre alimentos y consumo. Por ejemplo, se observó que las galletas y el cacao en polvo, que contienen más de 10,3 y 7,3 gramos de azúcar por ración respectivamente, aparecían de 4 a 6 veces a la semana, lo que se traduce en una alta frecuencia de ingesta. Así, pasan a considerarse los dos productos que más cantidad de endulzantes aportan a la población infantil de forma diaria. Su calidad nutricional es muy baja por lo que no tienen beneficios extra para la salud. 

Lo contrario ocurre con la leche, por ejemplo, que es el alimento más consumido por los pequeños pero su densidad nutricional es muy alta. Tiene proteínas de alto valor biológico como calcio, fósforo, magnesio, potasio, zinc, vitamina A, riboflavina y niacina, todos ellos nutrientes fundamentales para un buen crecimiento. Además, el azúcar que este alimento contiene es natural y procede de la lactosa. 

A medio camino, se quedaron los cereales del desayuno, con un aporte de unos 3,3 gramos de azúcar al día o los batidos con más del 90 % de leche. A este respecto, los autores precisan que podrían mantenerse en la dieta, siempre y cuando el consumo total de azúcares añadidos estuviese en niveles inferiores a los recomendados por la OMS. 

De igual forma, los yogures azucarados o los postres lácteos se unen a la lista de productos con mayor aporte de azúcar a la ingesta. «Estos resultados están en concordancia con los recientemente publicados del estudio de la Esnupi, donde los azúcares añadidos a la dieta infantil (1-9 años) venían principalmente de yogures, bollería, pastelería y azúcares/dulces», indican desde la UGR. 

Los zumos, otro de los grandes clásicos en el desayuno o en la merienda, también fueron analizados como parte de la dieta de los menores. El estudio le otorga un nivel medio en cuanto a densidad nutricional, «porque aportan ciertos minerales o vitaminas, aunque nunca se recomiende que sustituyan a la pieza entera de fruta», indica Palma, que hace la referencia entre zumos industriales y néctares. Los primeros solo llevan fruta y agua, la ley no les permite incluir nada más, mientras que en los segundos sí se añade azúcar. 

La radiografía de las fuente alimentarias altas en azúcar también valoró cuántos hogares consumían según qué cosas. Llaman la atención, presentes en más del 70 % de los hogares, los cereales de desayuno, los postres lácteos, los yogures azucarados, la repostería casera, las galletas, las salsas o las golosinas. Por el contrario, ni siquiera la mitad de los hogares consumen refrescos, mermeladas, bebidas vegetales o azúcar como tal, entre otros. «Los de mayor densidad nutricional son la leche y las leches infantiles, después venían los cereales de desayuno, que aunque aportan azúcar también tienen otros nutrientes; así como los batidos con más de un 90 % de leche o los yogures», precisa Palma, que añade: «Por eso hay que tener en cuenta que otros nutrientes más allá del azúcar y empezar a reducir aquellos que solo aportan este edulcorante y ningún otro beneficio», precisa la investigadora. 

El comité de la sociedad europea señala que, las recomendaciones que refuerzan la idea de limitar el azúcar se centra en el de tipo añadido, en lugar de los totales, porque estos son «el principal contribuyente al aumento del peso, la obesidad, las caries dentales y otros efectos adversos para la salud», indica. Precisamente, un consumo excesivo de endulzantes se ha relacionado con mayor prevalencia de enfermedades crónicas no transmisibles como el sobrepeso, la obesidad, el síndrome metabólico, la diabetes tipo 2 y las enfermedades cardiovasculares. 

Escasa percepción de padres y madres sobre una dieta saludable

El qué y cómo comen las familias españolas no fue el único objetivo del estudio. Los autores también midieron la percepción de los padres y encontraron que no todos tienen los conceptos claros acerca del perfil nutricional de los alimentos que componen la dieta de sus hijos. Por ejemplo, los padres señalaron que productos como bebidas energéticas o para deportistas, barras de chocolate, néctares de fruta, cacao en polvo o los helados, todos ellos con más de 15 gramos de azúcares añadidos por ración y con poca densidad nutricional, eran normales en cuanto a la calidad de sus ingredientes. No solo esto, sino que las familias los igualaban a alimentos más importantes como la leche. 

Pero de todos los casos, la categoría más llamativa para los investigadores fue la de los bizcochos y la repostería casera. Los padres la calificaban como un perfil nutricional bueno, cuando en la práctica, suelen aportar 17 gramos de azúcar y escasos micronutrientes. Lo mismo ocurrió con las galletas, «que son percibidas positivamente a pesar de aportar más de 10 gramos de azúcar añadido por ración». 

Así lo explica Marta Palma: «Los padres consideraron que el bizcocho casero, porque se hace en casa, es de muy buena calidad cuando nutricionalmente, la repostería que nosotros hacemos y la que compramos es muy similar porque los ingredientes que se emplean son los mismos, las harinas o el azúcar». Por su parte, Jesús Rodríguez destaca la presencia de las bebidas para deportistas en la lista de consumidas por los pequeños. «Aunque en el cómputo total aportan poco, es llamativo que los padres piensen que son saludables cuando realmente la carga de hidratos de carbono es muy, muy elevada y están destinadas para adultos que hacen una práctica deportiva de una forma importante en cuanto a volumen e intensidad», indica el autor principal. 

Más legislación y claridad en los etiquetados

Ante este panorama, los autores realizan una serie de propuestas para reducir el consumo de azúcares añadidos. «Se debe concienciar a la población para disminuir el consumo de todos los productos que contienen este tipo de endulzantes, prioritariamente de aquellos con baja calidad nutricional», indican.

La ingesta puede ser ocasional, lo que se traduce en una o dos raciones a la semana. Por otra parte, es recomendable sustituir unas fuentes de azúcar por otras similares que no lo tengan. Un claro ejemplo es el yogur saborizado, que tendría que dejar paso al natural. Sin embargo, el responsable de la investigación recuerda que está no es la única solución: «Se tendrían que reformular algunos alimentos y la industria alimentaria tiene que hacer un esfuerzo importante para ello», propone. A su vez, la educación nutricional de las familias resulta imprescindible: «Al final, los padres son los que elaboran la dieta de sus hijos. Es muy importante que ellos cuenten con toda la información y puedan educar a los niños, desde pequeños, para que no busquen constantemente un sabor dulce», precisa la experta. Por último, el grupo de investigadores reclama un cambio a nivel legislativo que haga que el etiquetado sea más explícito respecto a lo que contiene: «Todos los alimentos deberíamos traer la cantidad de azúcares añadidos. porque sin ese dato no podemos hacer estrategias orientadas a una salud nutricional más apropiada y adaptada a los rangos de edad», precisa. 

Eso sí, los expertos recuerdan que en ningún caso se debe hablar de prohibir: «Hay alimentos con baja densidad nutricional que no podemos quitar, como por ejemplo, una galleta, porque forma parte de la nuestra cultura», detalla Rodríguez. Como alternativa, solo habrá que reducir la cantidad y «jugar con las ingestas». 

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.