Commonwealth y Carlos III: un matrimonio en camas separadas

Laura García del Valle
Laura g. del Valle REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

Autoridades australianas rinden homenaje a la reina Isabel II en Canberra
Autoridades australianas rinden homenaje a la reina Isabel II en Canberra DPA vía Europa Press | EUROPAPRESS

Son varios los países que, bajo el reinado de Isabel, se plantearon la república. Barbados se desligó de la corona hace solo unos meses

11 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Casualidad o —probablemente— no, dos días antes de que Isabel II celebrase el Jubileo por sus 70 años en el trono, el primer ministro australiano creaba un nuevo e inédito cargo: la figura de ministro adjunto para la república. El país insular ya había coqueteado con la posibilidad de desligarse de la corona británica en 1999, tras convocar un referendo cuyo resultado fue poco espectacular : el 55 % de los ciudadanos querían continuar como estaban, o lo que es lo mismo, bajo la soberanía de la reina.

Perteneciente a la Commonwealth [Mancomunidad de Naciones], el de Australia es solo el ejemplo más claro de un sentir que comparten algunos de los 14 territorios que ahora tienen como jefe de estado a Carlos III. Con este monarca se abren heridas que estaban suturadas gracias a la templanza y carisma de Isabel II. El foco informativo está puesto estos días en Balmoral, Buckingham o Windsor. Pero a miles de kilómetros hay países para los que esta nueva era puede suponer un punto y aparte en su historia.

Canadá es otro peso pesado de esta entente que, cuando nació en 1931, hizo las labores de bombona de oxígeno para mantener, en cierta manera con vida, el deteriorado imperio británico. Justin Trudeau se niega, como ha manifestado recientemente, a romper con la monarquía constitucional, pero la postura del primer ministro está lejos de ser la mayoritaria. En su país solo el 26 % de los ciudadanos querían, en abril, mantener esta forma de gobierno una vez falleciera Isabel II. El mismo sondeo que arrojaba esta cifra reveló que la mitad de los canadienses opinan que la familia real británica no es relevante para ellos.

Para quienes sí es poco o nada relevante esta estirpe es para los barbadenses. Al menos, en términos de dependencia. Barbados se convirtió en república hace menos de un año, reemplazando a Isabel II como jefa de Estado. Como la elegancia suele ser marca de la casa, el entonces príncipe de Gales asistió a la ceremonia que celebraba que el país de las Antillas se desligaba por completo de la monarquía.

Podría decirse que Barbados sentó un precedente en lugares como Jamaica, pero la semilla ya estaba plantada. Este país insular caribeño, como otros pertenecientes a la Commonwealth, no olvida su pasado colonial. Por eso el año pasado reclamó al Reino Unido una compensación económica para reparar el sufrimiento ocasionado por el comercio de esclavos. Por otro lado, hace tan solo unas semanas el primer ministro, Andrew Holness, declaró en el homenaje por los 60 años de independencia de la isla que uno de los puntos calientes de su programa de cara a las elecciones generales del 2025 es convertir Jamaica en una república.

El papel diplomático que a partir de ahora juegue Carlos III será crucial para el devenir de la Commonwealth. No solo porque reina en un buen puñado de naciones, sino porque se ha convertido en el jefe de una organización a la que están adheridos 56 países, y cuya población supera los 2.400 millones de personas. La difunta reina dejó este tema bien atado.

En el 2018, Isabel II pidió a los líderes de la Commonwealth que eligieran a Carlos como cabeza visible de esta asociación que promueve la cooperación económica entre sus miembros. Aceptaron. La cuestión es que desde ese momento empezaron a aumentar las voces disonantes que recordaban que el cargo no es hereditario, y que hay que contemplar la posibilidad de que se produzca un mandato rotatorio.

Una asociación con casi cien años que mantiene el tipo

Entre los puntos que unen a los miembros de la Commonwealth se encuentra la protección del medio ambiente. Justo uno de los temas que más preocupa al nuevo rey Carlos III, que ya está al frente de la organización, como su madre deseaba. Pero esta asociación de países, que en su mayoría pertenecieron al imperio británico, tiene también entre sus cometidos el mantenimiento de las democracias de los socios y, sobre todo, el impulso del comercio.

Cuando Isabel II, con 25 años, tuvo que hacer frente a la soberanía de 32 países y a la jefatura de la Commonwealth, los tiempos eran sino más convulsos sí muy distintos. La reina recibía una organización que había nacido en 1931 como una suerte de premio de consolación para el Reino Unido. Tras haber perdido peso como potencia después de la Primera Guerra Mundial, acordó con sus dominios que todos serían iguales en estatus, pero que la lealtad a la corona se mantendría perenne. Eso sí, hasta que la India dio un golpe en la mesa y rechazó de plano esta pleitesía.

Este punto y aparte dio lugar a una nueva Mancomunidad de Naciones, en la cual otros países independientes podían ser aliados sin tener ninguna vinculación con la corona británica. Con este tablero de juego los nexos entre países se volvieron difusos, y costaba entender la razón de existir de esta organización. Pero la Commonwealth ha sabido resistir, más o menos estoica, el paso del tiempo.

Escándalos mediante, eso sí. El último ocurrió en la cumbre de abril del 2018, que coincidió con la crisis de la generación Windrush. Entonces, las leyes proteccionistas de Theresa May dieron la condición de inmigrantes ilegales a miles de residentes llegados del Caribe hace décadas. Pese a todo, a día de hoy hay países que, sin tener vínculo alguno con el imperio británico, desean formar parte de esta organización. Hace tan solo tres meses, los países africanos Gabón —excolonia francesa— y Togo —excolonia alemana y francesa— fueron admitidos como nuevos miembros.