El interventor que llamó al maquinista del Alvia: «Yo esa curva no sabía ni que existía»

Pablo González / Xurxo Melchor REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Antonio Martín Marugán, interventor del Alvia accidentado, acercándose a la sala de vistas en la Ciudad de la Cultura de Santiago
Antonio Martín Marugán, interventor del Alvia accidentado, acercándose a la sala de vistas en la Ciudad de la Cultura de Santiago Xoán A. Soler

Antonio Martín Marugán alega que decidió hacer la llamada porque «iba relajado y no tenía nada que hacer». Niega que la ocultara conscientemente a la policía. «Ni me acordé de ella, mi mente borró eso», dijo. «Si hubiera sabido lo que iba a pasar, no la habría hecho. Era el más interesado porque iba en el tren»

27 oct 2022 . Actualizado a las 10:19 h.

El interventor del Alvia accidentado en Angrois, Antonio Martín Marugán, tuvo que esperar una media hora para declarar por un retraso en la vista. Llegó con una carpeta roja que puso sobre la mesa. «Como testigo tiene la obligación de decir la verdad», le dijo la jueza María Elena Fernández Currás. Es una fórmula rutinaria, pero en el caso de Martín Marugán cobra otro sentido, pues en sus primeras declaraciones justo después del descarrilamiento ocultó la llamada de 100 segundos al maquinista de Alvia, causa de la desorientación que sufrió el conductor justo antes de la curva de Angrois, donde murieron 80 personas y otras 147 resultaron heridas. Antonio Martín Marugán estuvo de baja y ahora está jubilado, así que desde el día del accidente, el 24 de julio del 2013, no se ha montado en un tren como revisor o interventor en ruta, como suelen autodenominarse estos profesionales. A Francisco José Garzón Amo lo conocía anteriormente, no solo como maquinista. «Tenía una relación buena con él», dijo.

Le esperaba un interrogatorio duro en la quinta sesión del juicio. Tal vez el más duro hasta ahora, motivado en amplia medida por sus contradicciones y sus respuestas evasivas. También uno de los más largos, una hora y cuarenta minutos. El interventor se mantuvo en sus dos premisas básicas: no reveló la llamada a la policía por el estado de shock del accidente y que, cuando efectuó la conexión telefónica, no sabía en qué punto de la línea se encontraban.

Justo antes de la llamada, Antonio Martín Marugán estaba sentado con el guardia de seguridad y un mecánico de Renfe. El maquinista que llevó el tren hasta Ourense, Javier Illanes, se había ausentado.

-¿Sabe dónde está, en qué punto está, cuando hace la llamada?, le pregunta el fiscal.

-No.

-¿No sabía que estaba cerca de Santiago?

-Me suponía que sí.

Marugán explica así el motivo de la llamada: había una familia de Madrid que iba a bajarse en Pontedeume, tenían un niño pequeño, y hay dos vías en esa estación. La vía por la que entra habitualmente el tren no tenía acceso al andén. «Mi intención era facilitarles el acceso al andén directamente», explica.

-¿Le dieron algún tipo de formación o instrucción sobre cómo usar el teléfono?

-El teléfono nos lo dan para llamadas de servicio.

-¿Por qué no hizo esa gestión una vez que para el tren?

-En Santiago tengo más funciones que realizar, y en ese momento no tenía nada que hacer.

El fiscal cuestiona la extensión de la conversación con el maquinista para algo tan concreto. Insiste en que no estaba ubicado: «No sabía a ciencia cierta en qué punto kilométrico estaba». «No lo sabía porque no quería, se podía ver perfectamente la entrada en Santiago», le reprocha el fiscal.

Marugán explica que en sus primeras declaraciones se olvidó de comentar la llamada. «Me olvidé, después de lo que pasé...». El fiscal le recrimina que no estaba localizable para las indagaciones de la policía. «En ningún momento me negué a declarar. Estaba localizable, estuve en A Coruña todo el tiempo», contesta. El interventor se refiere a la conversación con una duración genérica de «segundos». Asegura que el móvil lo tenía en el bolsillo cuando se produce el descarrilamiento y que la llamada fue «de servicio» con el teléfono corporativo «para prestar un mejor servicio a unos viajeros». «Tiene que contestarla si puede -añade en referencia al maquinista-, si por lo que sea no puede, puede devolverme la llamada», alega. El fiscal le pregunta si siente responsabilidad por esa llamada. «Si hubiera sabido lo que iba a pasar no la habría hecho, era el más interesado porque iba en el tren»

Uno de los abogados incide en el tiempo que faltaba para llegar a Pontedeume. No solo podría haber hecho la consulta en Santiago. En A Coruña el maquinista tenía que cambiar de cabeza tractora para invertir la marcha en dirección a Ferrol. Había ocasiones de sobra para hacerle esa consulta. Pero eso forma parte de las hipótesis imposibles sobre este accidente. Un abogado que representa a las víctimas le interpela por la entrada en la estación de Santiago, si conocía la peligrosidad del tramo de Angrois.

-Yo esa curva no sabía ni que existía.

-Imagino que sabía que había una reducción de velocidad en esa zona.

-Conozco un poco el itinerario, pero no sabía en ese momento el punto en el que estaba. En el tren no se aprecia a veces la sensación de velocidad.

Marugán fue de los pocos que salió por su propio pie del tren aquel 24 de julio del 2013, con apenas unas contusiones. Describe sus sensaciones ante el convoy ya descarrilado. «Sentí un absoluto silencio, no sé si es que la mente se autoprotege...».

Manuel Alonso Ferrezuelo, abogado de la plataforma de víctimas, incidió en si había sonado ya la megafonía para avisar a los viajeros de que se acercaban a la estación de Santiago. El interventor no responde con rotundidad. Cree que sí.

-Sabiendo que se acerca a la estación, ¿usted considera procedente realizar esa llamada?

-No sabía dónde me encontraba. Yo no sé si esa curva existe o no existe.

-Pero si se ha dado el aviso es fácil deducir... Esa consulta sobre la estación de Pontedeume, ¿se la pide la familia?

-La hago yo de motu proprio.

-¿No le parecía mejor hacer la consulta al centro de mando?

-En ese momento decidí preguntarle a él. No tengo ninguna cortapisa para ello, alega, mientras se sigue excusando por no mencionar a la policía la llamada. «Ni me acordé de ella, no tenía ningún interés en ocultarla».

Expresamente le hacen una pregunta para que describa los momentos justo anteriores al accidente. Lo hace con bastante con concreción, lo que lleva a plantear cómo es posible que recuerde todos esos detalles y no la llamada. «Mi mente borró eso», dice, mientras se refiere a la situación en la que se encontraba el tren como «una fatal coincidencia». «Es un testigo, no un acusado», le recuerda la jueza al abogado de las víctimas, que utilizó un tono relativamente duro durante el interrogatorio. Martín Marugán asegura que no habló con el maquinista justo después del accidente. Se puso en contacto con él unos días después, pero dice que no hablaron del siniestro.

La abogada del Estado, Adela Álvarez, le pregunta por un armario de telecomunicación que hay en el vagón de preferente con el que debería tener una comunicación directa con el maquinista por medio de un interfono, sin utilizar el móvil y solo durante un mínimo tiempo imprescindible. Solo podría utilizar el móvil si esa vía de comunicación no funciona. Martín Marugán niega su existencia. Se le enseña la página del sumario que demuestra que ese sistema existe.

-Ahora que lo veo... pero yo nunca lo he utilizado.

Antes del accidente, asegura, no tenían ningún protocolo ni código para la gestión de las llamadas de teléfono.

-¿Conoce a algún maquinista que haya sido sancionado por no responder a una llamada del maquinista?

-No. Urgente no era, pero la hice porque iba relajado y no tenía nada que hacer», insiste. La abogada recuerda que la decisión de ir por una vía u otra en la estación de Pontedeume ni siquiera dependía del maquinista, sino del centro de mando de circulación, «de forma que el maquinista bien pudo decirle que llamara al centro de mando», alega la abogada del Estado, sin separarse de su línea de defensa del ADIF. Es entonces cuando admite que se puso en pie durante la llamada, y que la gente se estaba incorporando porque sabían que estaban llegando a Santiago. Los viajeros sabían que estaban llegando a Santiago, pero el interventor del tren parece que no, aunque, como recordó un abogado, como agente de acompañamiento o interventor está obligado por el reglamento a estar atento a la marcha del tren. Tampoco notó una velocidad anormal en ese entorno, aunque el vigilante de seguridad que viajaba con él declaró en su momento que sí, y lo ratificó inmediatamente después en la misma sala de vistas.

El abogado de la aseguradora de Renfe incide en que el maquinista no podía discriminar si la llamada era urgente -por ejemplo un paro cardíaco de un viajero- u ordinaria, como era el caso. Julio Santos, uno de los abogados defensores del maquinista recuerda su estatuto profesional como interventor, con la obligación de atender las necesidades de los viajeros. Dice que comunicar con el interfono sería igual que hacer una llamada.Marugán asiente. Pero hay que recordar que antes dijo que desconocía la existencia de la red de comunicación interna del tren.

Celso Cástor González, vigilante de seguridad del Alvia que estaba sentado al lado de Antonio Martín Marugán, declara inmediatamente después. Recuerda que mientras hablaba el interventor con el maquinista se estaba anunciando por megafonía la llegada a la estación de Santiago. Escuchó la conversación «porque no era nada importante». El fiscal le recuerda que en su momento declaró que esa llamada no era normal.

-Está dentro de los cometidos del interventor, pero se podía hacer en Santiago o en A Coruña, cuando el maquinista pasa delante del interventor para cambiar de cabeza tractora.

Más adelante narra cómo vivió esos segundos previos al descarrilamiento. «Noté que el tren no iba a una velocidad normal.» Creo que la llamada no se acabó, no colgaron. Se quedó con el teléfono en la mano como si el maquinista no le respondiera. Ya había iniciado la frenada. No le vio guardar el teléfono en el bolsillo, como declaró el interventor, que pidió quedarse en la sala para escuchar esta declaración.

-¿Usted tenía conocimiento de la existencia de la curva?

-Sí, los maquinistas lo comentaban en los corrillos y, si sabes escuchar, lo escuchas.

Celso Cástor González explica que el aviso de llegada a la estación se activa solo por GPS y que él sabía en qué lugar se encontraban porque habían pasado ya por el viaducto del Ulla. Ya fue consciente de que el tren iba demasiado rápido cuando circulaban por el viaducto de O Eixo. El vigilante niega haber acordado con el resto no referirse a la llamada, y en el atestado policial aseguró que no iba a hablar de ese asunto antes que hacerlo con sus superiores. La abogada del Estado le pide que explique por qué no lo hizo.

-Tuve un lapsus, no es que se me olvidara, pero ni se me pasó por la cabeza lo de la llamada. Tiempo después, sí.

«La línea no era cien por cien segura»

Javier Illanes, el maquinista que llevó el tren de Medina del Campo a Ourense, se mostró evasivo e incurrió en contradicciones cuando el fiscal intentaba que aclarase si, durante la formación que recibieron, les indicaron en qué punto tenían que empezar a frenar antes de la curva de Angrois. El testigo, que no ha querido implicar con sus palabras a su compañero acusado en el juicio, Francisco José Garzón, explicó que no presenció la llamada porque en ese momento se desplazó al vagón técnico para comprobar cómo iba el aire acondicionado, pero sí admitió que esa conversación «seguramente» desubicó al conductor y provocó que no frenase a tiempo de evitar el descarrilamiento.

A preguntas del abogado de la plataforma de víctimas, aseguró que la línea, en el momento del accidente, «no era cien por cien segura». En su opinión, la falta de señalización en el entorno de Angrois fue la causa del accidente. Y que, si hubiera circulado por la vía 2 en lugar de la 1, el tren no habría descarrilado.

El de Javier Illanes se convirtió en el interrogatorio más largo hasta el momento en el juicio del Alvia. Comenzó a las 13.15 horas y terminó cerca de las cinco de la tarde. Por momentos, las defensaslo trataron más como acusado que como testigo, preguntando y repreguntando lo mismo para tratar de desvirtuar su afirmación de que la señalización de la línea y de la curva de Angrois era insuficiente y que esa fue la causa del accidente.

La intensidad con la que se empleó la abogada del ADIF con el testigo tiene su explicación en que el maquinista Illanes es también acusador como víctima y que su línea argumental señala únicamente al administrador ferroviario por la mala señalización y exculpatoria de su compañero, Garzón. La letrada del Estado le plantea un dilema: si fue la falta de señalización la causa del accidente por qué no se produjo antes. «Pues porque Dios no lo quiso, pudo haber pasado en cualquier otro momento», responde Illanes. 

«Era de dominio público, sí», asegura el maquinista Illanes cuando le pregunta la abogada del Estado sobre si se había hablado de la peligrosidad de la curva de Angrois. Dice que se «sentía desprotegido» y que «seguramente» se lo hizo constar a los responsables.

 «No sé qué más puedo hacer yo», dice el maquinista cuando la abogada del ADIF le pregunta por qué no hizo constar que se sentía desprotegido por el riesgo de Angrois. Illanes responde que si al jefe de maquinistas de Ourense no le habían hecho caso, entendía que él no podía hacer nada más.

Illanes, a preguntas de Manuel Prieto, abogado del maquinista, constató por el sonido registrado en la caja negra -que se exhibió en la sala- que el pedal de hombre muerto no funcionaba correctamente en el Alvia, decartando por tanto que hubiera una conducción desatenta por parte de Garzón. También aseguró que no atender las llamadas del interventor relacionadas con los viajeros «está catalogado como falta grave». El uso del teléfono móvil, aseguró, no está considerado una tarea de riesgo.

También defendió que la reducción de velocidad en Angrois es «por la curva, no por la proximidad de la estación, que está a más de cuatro kilómetros». Y destacó la relevancia del ERTMS embarcado en la transición entre este sistema y el ASFA antes de la curva, un sistema que se desconectó en el Alvia accidentado porque daba problemas. Así describió los pasos que se dan en cabina en esa transición: «Primero se reduce la velocidad a 200. Después me avisa de la transición 500 metros antes, luego la pantalla me anuncia la transición y tengo que reconocerla, si no el tren se frena. Si no desconecto después la conducción automática el tren también se frena». Hasta tres operaciones que habrían ayudado al maquinista del Alvia a ubicarse o que habrían frenado automáticamente el tren antes de la curva. «El ERTMS es muchísimo más fiable, el ASFA es solo de ayuda. El sistema ASFA sin una baliza no hace nada», concluyó.