Pese a esa aclamación pública, el titular del Gobierno gallego insistió en que se debían respetar los plazos y en que solo anunciaría su decisión cuando el congreso estuviese convocado. Ese plazo terminó hoy por después de las seis de la tarde. La decisión de Feijoo, lejos de ser el final, es el principio de una nueva etapa tanto en el PP nacional como en el gallego, donde confían en que su liderazgo permitirá disputar la presidencia al PSOE de Pedro Sánchez en las próximas elecciones generales.
Una de las primeras tareas que deberá abordar Feijoo en Madrid es cerrar las heridas causadas por el choque Casado-Ayuso. Este mismo miércoles, la presidenta de Madrid exigió la marcha de los implicados en la trama de espionaje. Sin embargo, Esteban González Pons, uno de los cargos populares de confianza de Feijoo y responsable de organizar el congreso de Sevilla, señaló unas horas más tarde que pedirá tanto a Casado como a su ex secretario general, Teodoro García Egea, que continúen en el partido.
Esa diferencia de criterios también se dejó entrever por la mañana. Justo después de las declaraciones del presidente de la Xunta en la sede de La Voz, Díaz Ayuso hizo público un mensaje en sus redes sociales que decía: «El paso de Alberto Núñez Feijoo es de agradecer por todo el PP. Solo hay un camino para cambiar el Gobierno de Sánchez: mirar hacia delante y entregar lo mejor de nosotros mismos». La baronesa de Madrid daba así por hecha la decisión del líder gallego, adelantándose a su comparecencia ante la junta directiva gallega.
En Galicia, Feijoo tendrá que pilotar la transición después de más de 16 años al frente del PPdeG y casi 13 en la presidencia de la Xunta. El titular del Gobierno gallego subrayó en el Museo Santiago Rey Fernández-Latorre que no va a «dejar Galicia en un mes». También recordó que es «perfectamente posible presidir una comunidad y un partido» y añadió que habrá que esperar «para ver qué ocurre» en el congreso extraordinario y «qué responsabilidades» le otorgan los afiliados, antes de hacer «el calendario que mi conciencia me dicte» para efectuar la transición.
juan capeáns
«Feijoo es un colaboracionista del fascismo más rancio». «Feijoo habla de Galicia en un sentido patrimonial, como un nacionalista». Estas dos frases las recogieron con 48 horas de diferencia los medios que siguieron la campaña de las autonómicas del 2020. La primera la pronunció Xosé Manuel Beiras, y la segunda, Santiago Abascal, en las Antípodas ideológicas. Unos días más tarde de pronunciarlas, en Galicia —que en el diván ideológico del CIS se autoproclama centrista—, un 48 % de los gallegos que acudieron a votar depositaron en las urnas una papeleta del PPdeG y le dieron la cuarta mayoría absoluta a un presidente acusado al mismo tiempo de privatizar la sanidad y de imponer el gallego en las aulas, dos conceptos de rocambolesco encaje en un mismo partido. Alberto Núñez Feijoo, que se define como un reformista de centroderecha y un liberal «que paga las deudas», ha acabado moldeando su propia personalidad política entre las hipérboles de unos adversarios empeñados en sacarle la máscara de hombre moderado.
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