«Si tengo que perder mi hogar, que no sea por no haber luchado hasta el final»

Javier Romero Doniz
Javier Romero VIGO / LA VOZ

GALICIA

M.MORALEJO

La respuesta social fue clave para frenar las llamas, y salvar casas y vidas humanas

17 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El fuego no hace distinciones. Lo mismo deja sin nada a los necesitados que a los pudientes. El domingo quedó patente en Vigo. Las llamas entraron hasta el fondo de casas, fábricas y galpones. Camilo Figueira perdió seis cabras y quince gallinas, pero salvó, pasadas las once de la noche, cinco caballos y otros tantos terneros en su explotación de Freixo, parroquia de Valadares, que más que dinero ponen, literalmente, comida en la mesa. «Los bomberos no fueron de gran ayuda, estaban superados. Hicieron un cortafuego con fuego, pero el viento cambió de dirección y se nos echó encima. El resultado es mejor no verlo para no llorar».

Coruxo fue otra parroquia urbana de Vigo envuelta por las llamas. José Manuel Fernández reside con su mujer en el lugar de Parrocha. Ella sí siguió la recomendación de abandonar la casa, él no. «Si tengo que perder mi hogar, que no sea por no haber luchado hasta el final», sentencia con orgullo. Muy cerca, en la gasolinera de San Andrés de Comesaña, el lunes se podía respirar; el domingo, a duras penas. Fueron decenas los vecinos que buscaron resguardo bajo su techo, y agua para refrescar el gaznate y la cara. La gerencia del negocio decidió regalarla para aliviar la angustia. El camino de A Seña es un paso olvidado e invadido por maleza que sale de fincas y desemboca en la avenida Florida. El domingo fue un escenario más de la honrosa y desinteresada respuesta de cientos de vigueses que arrimaron el hombro. Cándido Acuña tiene su taller ahí y vive con su familia encima del negocio. «Sacamos las mangueras hasta donde llegaron y llenamos calderos. La gente joven empezó a aparecer de todos los sitios, pero lo que realmente nos salvó fue que el viento soplaba en otra dirección, de lo contrario hoy no tendríamos nada». Lo secunda su vecino Manuel Novoa, que también sacó mangueras de jardín para minimizar las llamas, que superaban los tres metros de altura: «Ni los extintores que cogí en mi bar paraban el fuego. La clave estuvo en la ayuda de los vigueses».

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Navia fue otro barrio en el que la gente se echó a la calle y el fuego no llegó a las casas gracias a la respuesta vecinal. Jorge Bello y David Fernández se sumaron a los más de 300 vecinos que formaron varias cadenas humanas. Al verse frente a las llamas concluyeron que, más que personas, lo que hacía falta era más medios: «Pocas mangueras y muchos incendios, menos mal que ayudamos los vigueses».