«Era el mejor en lo suyo. Pero además era humilde. Si él detectaba una goma [narcolancha], que los narcos se diesen por jodidos», dice Collado. «También era muy operativo -añade-, lo veías saltar desde el helicóptero a una playa llena de narcos y pensabas: ‘Pero este tío, que es funcionario...'».
José Luis era el mayor de tres hermanos (el martes habría cumplido 63). Le sigue Antonio (60), prejubilado desde marzo. «Me decía: ‘Hermano, esto es la guerra y nosotros estamos en la trinchera'. Era un guerrillero», cuenta Antonio. «Vi que las cosas iban degenerando, nos jugábamos demasiado la vida y cada vez primaba más pillar la droga que otra cosa. Intenté que él también se jubilase después de 42 años de servicio, pero no lo conseguí», lamenta. «Él ha hecho de todo. Ha saltado desde el patín del helicóptero a una embarcación a 40 nudos para abordarla y detener a los malos. También ha sacado a mucha gente del mar. En algunas persecuciones, los narcos tiran al agua a uno de los suyos para obligarnos a parar a socorrerlo. Yo le decía siempre: ‘Te estás jugando el tipo por un tío que entra por una puerta del juzgado y sale por la otra'. Y él me respondía: ‘Sí, pero por lo menos mis hijos no se encuentran esto [el hachís] en la calle».