Casado se mostró más firme y peleón, pero sin conejos en la chistera

Juan María Capeáns Garrido
juan capeáns SANTIAGO / LA VOZ

ESPAÑA

Pablo Casado, poco antes de que se iniciara el debate de Atresmedia
Pablo Casado, poco antes de que se iniciara el debate de Atresmedia Juanjo Martín

El popular priorizó el empleo como solución total

24 abr 2019 . Actualizado a las 07:11 h.

Del que va segundo o perdiendo siempre se espera un arreón o un golpe de efecto. Casado empezó el debate del lunes por detrás de Sánchez, y arrancó el de anoche un par de puestos más atrás. La doble vuelta le permitió corregir los errores formales y gestuales cometidos en la pública, donde no pareció entender la dinámica. Sin la presión de volcar en cada bloque el programa popular, el candidato centró sus argumentos en ideas más sencillas y, sobre todo, escuchó a sus adversarios, lo que le permitió estar más vivo y llevarse por la mano alguna réplica sin estar en el uso de la palabra.

El formato de preguntas cerradas se adaptó mejor a las hechuras del palentino, que desde el primer momento quiso poner unos cuantos lastres en el atril de Sánchez: el «secuestrador» Otegi y los indultos preventivos de Iceta salieron en la primera intervención, igual que Venezuela, un término para el que no le hizo falta ni citar a Iglesias. Y también insistió con los socialistas de pedigrí que cuestionaron en alguna ocasión las políticas de Sánchez en un nuevo intento de recordarle al electorado que este no es el PSOE de González.

Que el presidente del Gobierno, su rival natural, estuviese un poco más lejos físicamente le ayudó en sus objetivos. No necesitaba mirar hacia arriba en un plano que el lunes le perjudicaba y se vio menos intimidado en las puestas en escena de Sánchez. Cuando este lo señaló al hablar sobre mujer y violencia de genero se revolvió con eficacia callejera, para acabar lanzando la idea fuerza de la prisión permanente revisable.

Casado estuvo menos pendiente de sacar gadgets y más atento a la dialéctica para frenar también a Rivera, y estaba preparado para sus ataques de refilón. Cuando el líder de Ciudadanos se lanzó a por los populares recurrió con descaro al barullo para desactivar al que podría ser su socio, y también lo acompañó casi fraternalmente en su acoso al líder socialista.

Con la economía comprimió todavía más su mensaje para no despistar al televidente: PP, empleo y rebaja de impuestos. PSOE, paro y rejonazo. Y bajó un peldaño más hasta meterse en las cuentas corrientes de los televidentes con un concepto comprensible para todos. Con él, las familias acabarán con mil euros más en el bolsillo cada año. Ese discurso básico lo trasladó prácticamente a todos los terrenos que pudo hasta que Sánchez le reprochó que quisiera arreglar también con esa fórmula la violencia de género. En el mayor tumulto del debate se le escuchó un «patético» y «lamentable» que hirió la sensibilidad de Iglesias, al que volvió a ignorar menos para situarlo como clave en la economía española si entra en el Gobierno del PSOE. Como el lunes, volvió a salvar el pellejo de la corrupción con una autocrítica tibia. En ese punto no levantó la mano como un alumno aplicado, que es lo que hizo durante todo el debate, ansioso por resarcirse.

El mayor problema de Casado es que llegaba de muy atrás y le faltó el conejo en la chistera. No contó nada nuevo que no haya dicho en los últimos nueve meses, pero ganó intensidad controlando su sonrisa. No está para bromas.

LO MEJOR

Estuvo más vivo y pudo hacer más réplicas. El formato le venía mejor

LO PEOR

Recurrió en exceso al barullo siguiendo la estela de Rivera y repitió el argumentario en el debate territorial