Los secesionistas sacrifican a Artur Mas para proseguir con su desafío al Estado

La Voz CRISTIAN REINO / COLPISA

ESPAÑA

Toni Albir | Efe

El alcalde de Gerona se somete hoy a una investidura exprés sin precedentes. La CUP cede dos diputados, en un «tamayazo» a la catalana

12 ene 2016 . Actualizado a las 17:22 h.

Cuando parecía que la undécima legislatura catalana iba a morir en la orilla, antes de empezar, saltó la banca y Artur Mas evitó in extremis las elecciones, que él mismo había anunciado para el 6 de marzo. Después de afirmar que no podía aceptar los vetos de la CUP, Mas se vio obligado a plegarse a las exigencias de los anticapitalistas, dar un paso atrás y ceder la presidencia de la Generalitat al alcalde de Gerona, el convergente Carles Puigdemont, que será investido hoy en un pleno exprés sin precedentes, ya que será el primero que se celebre en domingo y que se convoque el mismo día. El aún presidente de la Generalitat en funciones afirmó que lo ha hecho por el bien de Cataluña, para evitar las elecciones y para «salvar» el proyecto soberanista, que se mantiene intacto y con el que Junts pel Sí y la CUP se proponen proclamar la independencia dentro de 18 meses.

El acuerdo entre las dos formaciones independentistas había sido imposible en tres meses de negociación, pues siempre acababan chocando en el mismo punto: el rechazo de la CUP a investir a Mas y la negativa de CDC y ERC de proponer un candidato alternativo. Sin embargo, un día antes de que la legislatura expirara de manera automática, Mas se comprometió a renunciar a la Generalitat, una decisión que calificó de «dolorosa», a cambio de que el presidenciable sea Carles Puigdemont, un dirigente de la nueva ola independentista de Convergència y que es de la máxima confianza del líder. «Lo más importante es el país», afirmó el presidente catalán tras anunciar el acuerdo con la CUP.

Corregir a las urnas

Para evitar la imagen de que se ha arrodillado ante los anticapitalistas, Mas subrayó como gran concesión de estos que se hayan comprometido por escrito a que dos de sus diputados se «incorporarán a la dinámica del grupo parlamentario de Junts pel Sí, de manera estable». Un transfuguismo que suena a tamayazo a la catalana y que Mas calificó como un intento de «corregir lo que las urnas no nos dieron directamente». El pacto supone además que la CUP investirá en primera votación -no puede ser de otra manera, ya que si no es hoy se disolvería automáticamente el Parlamento- a Puigdemont en el pleno de este domingo a la cinco de la tarde y garantiza la estabilidad del futuro Gobierno, pues los asamblearios no podrán votar en «ningún caso» en el mismo sentido que los grupos parlamentarios contrarios al proceso. «Si no era de una manera indigna o humillante, yo debía salvar el proyecto» independentista, dijo Mas. Este proceder obliga a la izquierda radical secesionista a reconocer «errores» en la «beligerancia expresada hacia Junts pel Sí» y que puede «haber puesto en riesgo el proceso», según los términos del pacto.

El asunto más espinoso para la CUP es que deberá «renovar» el grupo parlamentario, para asumir la parte de autocrítica en la gestión del proceso negociador, y dos de sus parlamentarios tendrán que dimitir. «Habrá nuevos y nuevas», según aseguró el presidente catalán, dejando caer que CDC querría cobrarse la cabeza de Anna Gabriel, enemigo público número uno de los convergentes. Desde la izquierda secesionista justificaron el acuerdo como un «avance» hacia la independencia, asumido en un momento que requiere de medidas «excepcionales». Y negaron el transfuguismo: «Seguimos teniendo diez diputados; dos de ellos participarán en las reuniones de Junts pel Sí para vigilar que se sigue el proceso de ruptura con el Estado», matizaron. Los anticapitalistas justifican su voto a un candidato de Convergència, un partido que para la CUP está alineado con las oligarquías y que está agujereado por la corrupción, por la necesidad de «garantizar que en los próximos 18 meses tenemos que consolidar la república catalana».

Mas aclaró que no piensa asumir ningún cargo en el nuevo Gobierno catalán y que, a pesar de que podría aceptar alguna labor como embajador del proceso (sin saber aún si seguirá como diputado raso), centrará sus esfuerzos en reconstruir CDC, que está en fase de refundación, tras la sacudida del caso Pujol y tras romper con Unió. De hecho, en el fondo de la decisión de Mas de apartarse de la primera línea -aunque dice que no se retira de la política y que no descarta presentarse dentro de 18 meses-, está el miedo que existía en Convergència a un desastre electoral en caso de nuevos comicios. Ante la negativa de ERC a reeditar Junts pel Sí, CDC prefiere retener la presidencia, aunque sea sin Mas, a perderla en las urnas.