Los 121 viajes hacia la vida de Carmen

R. Domínguez A CORUÑA

A CORUÑA CIUDAD

Carmen Castaño, fundadora de Tierra de Hombres en Galicia fallecida a los 59 años, con uno de los más de 100 niños traídos a A Coruña para operarse en el Hospital Teresa Herrera, el materno del Chuac
Carmen Castaño, fundadora de Tierra de Hombres en Galicia fallecida a los 59 años, con uno de los más de 100 niños traídos a A Coruña para operarse en el Hospital Teresa Herrera, el materno del Chuac C

Tierra de Hombres, que cumple 20 años trayendo a niños desahuciados a operarse a Galicia, convirtió su reunión anual en un homenaje a su impulsora, fallecida a los 59 años

11 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo primero que dice Raúl Besada Vázquez (Campaña-Valga, Pontevedra, 1959) es que «sin Carmen, no estaríamos hablando ahora». Se refiere a su mujer, madre de sus tres hijos, y compañera de un compromiso solidario que acaba de cumplir 20 años impulsando viajes hacia la vida desde A Coruña para los nacidos en latitudes menos afortunadas. Aunque él ha sido el rostro visible todo este tiempo, juntos pusieron en marcha hace dos decenios Tierra de Hombres en Galicia. Carmen Castaño Boullón falleció el pasado febrero a los 59 años y la última cena de la oenegé, una reunión antesala de la Navidad para compartir las luces de cada año, fue todo un homenaje a la dedicación callada de una mujer sin la que, seguro, más de 100 niños no habrían tenido ninguna oportunidad. «Van 121», puntualiza de los pequeños gravemente enfermos que han sido operados aquí gracias a la acción y empeño de anónimos colaboradores que les dieron un hogar provisional durante su estancia en el lado rico del mundo. Todos, muy malitos, embarcaron sin sus padres hacia acentos totalmente extraños. Pero no les faltaron abrazos abrigando la convalecencia del bisturí salvador.

La aventura iniciada hace 20 años, un equipaje que, aun con sus sinsabores, se convirtió en una forma de estar en la vida, empezó por esas piruetas del azar. «Carmen ya colaboraba con Raiola, y estábamos en temas de acogimiento, teníamos una niña saharaui que, cuando regresó a los campos, se puso muy malita y allí no había alternativas. Fue como el hilo conductor», dice Raúl. La pediatra de sus hijos biológicos —Mercedes Ayala, también fallecida prematuramente— les dijo que si alguien podía hacer algo era Tierra de Hombres. «A nosotros nos sonó no a chino, lo siguiente; nunca habíamos oído hablar de esa oenegé». Pero tiraron del hilo y acabaron en Madrid hablando con la fundadora. Cuando le contaron lo que buscaban, Julia Cárdenas tuvo claro que la pareja podía ser el germen de la delegación gallega de la oenegé. «A Julia le gustó más Carmen que yo», dice Raúl.

105 en el materno

Aunque aquello no pudo ayudar a su niña saharaui, sirvió a otros muchos. El primer año, lograron traer a tres pequeños. Poco a poco fueron rescatando más chiquillos en un auténtico encaje de bolillos entre el trabajo de él, la peluquería de Carmen, el cuidado de los hijos y la oenegé. Llegó un momento en que «era inviable compatibilizar, este proyecto no puedes hacerlo en los ratos libres, los niños están aquí 24 horas». explica, y además de en el materno coruñés, donde la unidad del corazón ha operado ya a 105, se incorporaron los hospitales de Santiago y Vigo. Decidieron que él renunciase a su puesto en PSA para centrarse en lo importante. ¿El sueldo? «Nada tiene que ver con lo que ganaba, pero encantado». 

Fueron sorteando los atrancos de un camino con más piedras de las que se piensan, incluido el covid, que alargó estancias de tres meses a ocho y que, con los hospitales colapsados, detuvo los viajes. Pese a todo, nunca se cerró la rendija de esperanza para pequeños desahuciados en sus países.

«Carmen fue la persona, era la más implicada en todo y la que buscaba siempre soluciones»

Carmen, de esa madera incombustible, «fue la persona», resume. «Hay gente que lo dice todo sin hablar», reflexiona. Raúl fue la mitad más visible, el hombre de las gestiones, de la relación con las instituciones, «pero ella llevaba todo lo demás, el trato con las familias de acogida, con los médicos, con los voluntarios.. los marrones, la parte más emocional, era la más implicada en todo y la que buscaba soluciones», explica sobre los pequeños o grandes problemas que pueden surgir en situaciones a menudo nada sencillas.

Asegura Raúl que «lo más difícil es mantener lo que tienes» y agradece la fortaleza de las familias de acogida. Alguna suma ya decenas de acogimientos temporales prestados «por justicia». «No vale todo el mundo», incide. Son niños queridos, a los que sus padres esperan de vuelta. «Hay que ser generoso, dejarlos ir; si fuéramos máquinas no habría problema, pero esa carga emocional de tantos meses con un niño enfermo.. No, no es fácil».

Con alrededor de 25 familias dispuestas y unos 200 voluntarios en Galicia tejieron una red que sostiene no solo el despertar de los chiquillos en sus hogares temporales, sino el acompañamiento en el hospital y las mil gestiones que desencadena el día a día, el regreso de los peques a sus casas a un entorno adecuado a la convalecencia, y las actividades que organizan para sumar fondos a las aportaciones de los socios: galas de magia, de danza, talleres, exposiciones y la cena anual de Tierra de Hombres transformada, este año, en un sentido homenaje a Carmen, que ha dejado su huella en cada una de las pequeñas vidas salvadas en Togo, Marruecos, Mauritania. Senegal, Guinea Conakry, Mali…

«Son niños que no se quejan»

«Son 20 años que nos han hecho muy felices, Es un proyecto difícil, pero es muy bonito ver niños transmitiendo alegría aun estando enfermos. Son niños que no se quejan», cuenta Raúl. Hubo momentos especialmente duros, como tener que viajar a Benín con el cuerpecillo de una bebé que no pudo superarlo. La única de 121. «Llegas a su país con ella y te agradecen haber intentado salvarle la vida», se sorprende. «Han sido cien niños que han salido adelante, compensa con diferencia y compensa dejar cosas para volcarse en esto», incide.

El último de los niños del programa Viaje hacia la vida fue Precieux, al que despidieron tras cinco meses en la uci justo cuando a Carmen se le confirmó el cáncer. «Siempre me acordaré porque aquel niño salió adelante y ni los médicos lo tenían claro… Pero ella siempre dijo que sí, que se salvaría. Siempre optimista, como siempre fue, y eso ayudaba a todos». «Era muy querida. Me encantaba cómo hacía las cosas, si no es por ella… Fue fundamental que ella llevara el proyecto, tenía una especie de sabiduría. Los niños vienen muy malitos, y hay que saber actuar ante cualquier imprevisto. Ella sabía tomar la decisión adecuada, sabía qué había que hacer en cada momento…. Es —concluye— una persona irreemplazable».