Cuando el vecindario es tu pesadilla

Mila Méndez Otero
m. méndez A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

M. Méndez

Los problemas derivados por los ruidos se multiplican mientras se reclama más civismo

01 oct 2018 . Actualizado a las 11:10 h.

En Síbaris, en el 600 a.C., los gobernantes de esta población de la antigua Grecia tenían prohibidos los oficios molestos y ruidosos en el ámbito de la ciudad. De ahí viene el adjetivo de sibarita. La anécdota la cuenta un especialista en el oído, el doctor Juan Carlos Vázquez Barro, del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac). Hoy, reconoce el otorrino, los problemas vinculados a los volúmenes acústicos elevados cuentan con menos protección en las legislaciones locales y autonómica.

Imposible dormir

La pista de la discordia. A las cien familias que viven en el número 74 de la ronda de Nelle la calma se les esfumó hace cuatro años. El gobierno local, entonces del PP, instaló una pista deportiva a solo cinco metros del edificio. Tras continuos escritos entregados a sus sucesores en el cargo, no han conseguido ninguna solución por parte de la Marea. «Luchamos porque se cambie de sitio, no porque se elimine. Hay espacio de sobra sin salir del parque de Santa Margarita. Por ejemplo, en la zona de la antigua rosaleda. La distancia más próxima de un inmueble respecto ella son 65 metros», explica, plano en mano, José Antonio Delgado, uno de los residentes. Otro vecino, Ignacio González, insiste en que «el Ayuntamiento nos prometió hace dos años que iba a cambiarla ya que es un pista desmontable. Seguimos esperando. Le pedimos un informe de impacto ambiental y nos dijeron que no es necesario, ya que todo el parque lo gestiona el Concello. Entonces, ¿por qué no la cambian?». Ignacio golpea a modo de ejemplo uno de los paneles de la pista. «¿Escuchas esto? Así estamos todas las noches, hasta las dos o las cuatro de la madrugada. Vienen pandillas, no son niños que quieren jugar al fútbol. Lo que hacen no se puede llamar deporte», reprocha.

Han recogido firmas y cuentan con el asesoramiento del administrador de fincas de la comunidad. «Golpean los cristales cuando salimos por la ventana para pedir compasión. ¡Tengo 70 años! ¿Qué necesidad tenía yo de estar tomando pastillas para dormir? Vivo en un primero y tengo miedo. Hay unos derechos y unas obligaciones de convivencia», inquiere Pilar Oviedo, otra de las afectadas. «Se dedican a dar pelotazos, poner la música alta y dar gritos, a veces también hay peleas», censura Iván Delgado. La lista de llamadas de su móvil la llena el número de la Policía Local. «Llamas a las 23.30. Hasta que vienen, te dan las dos. No son horas de empezar a dormir cuando trabajas», subraya Iván. 

Cambio de piso

Academia de zumba. Los vecinos de la ronda de Nelle admiten que «el último paso es recurrir a la Justicia», dice Antonio. A María, propietaria de un piso en el que no puede vivir al lado del parque de Vioño, no le ha quedado otra. La academia de zumba que abrió hace un par de años justo debajo de su casa incumple los niveles de decibelios permitidos según los informes de la Patrulla Verde. Aunque sufrió un cierre temporal, volvió a abrir tras una pequeña reforma que no ha impedido que el ruido sea aún más alto. «Me dijeron que si quería vivir tranquila hubiera comprado un piso en el monte», cuenta indignada María.

Un pub de vecino

La música en el Orzán. En esta calle se acumulan los cierres ante las protestas por los afters. Todavía hay muchas quejas pendientes. «El ruido de los pubs llega a la Domus», dicen los residentes. «En la plaza del Humor había vecinos que llevaban el colchón a la cocina incapaces de dormir», apunta Alfonso Salazar, abogado experto en propiedad horizontal y arrendamientos. «Un artículo de la ley de la propiedad horizontal sanciona las actividades molestas, insalubres o nocivas. Es a la que nos acogemos. Autoriza a la privación temporal de la vivienda», destaca Salazar.

Vivir con mascotas

Suciedad. Los vecinos de un edificio del paseo marítimo acaban de denunciar a una residente por alimentar a palomas y gaviotas. «Tuve el caso de un propietario que no limpiaba las heces de su perro en el ascensor», apunta Salazar. «El juicio se suspendió, recapacitó», dice el abogado. «Otra caso que se judicializó fue el del dueño de un perro que se pasaba la noche llorando cuando él se iba a trabajar. Se llegó a un acuerdo -como suele suceder en estos casos- y el hombre vendió su piso», detalla el letrado. «Se trata de empatía», opina. «De humanidad y voluntad política», añade Pilar, de la ronda de Nelle. Con sentido común hay sitio para todos.