«La fe de un científico en lo que hace es mayor que la del papa, duda menos»

CIENCIA

Oscar Vázquez

Carlos López Ramón y Cajal está inmerso en una investigación que cree dará luz a diversas dolencias graves

20 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Tiene algo grande entre manos, una investigación a la que está dedicando toda su capacidad y conocimiento empujado por el ansia que genera estar convencido de que puede aportar su grano de arena para mejorar la salud de la humanidad y explicar el desencadenante de diversas enfermedades graves. Ya innovó con la primera cirugía a un feto realizada en España, o los vídeos científicos que le han sido reconocidos con diez premios nacionales. Busca más. Se refiere a su objetivo con alusiones talladas para no vulnerar el secreto de la investigación, pero por las pistas que concede, semeja perseguir otra forma de encarar las grandes dolencias del hombre.

De naturaleza inquieta y una tenacidad a la que no da tregua ni durmiendo, «resuelvo muchos problemas en sueños», Carlos López Ramón y Cajal conserva la impronta que le dan sus apellidos, los de su tío bisabuelo, el premio Nobel que mostró la luz sobre la estructura del sistema nervioso. «La mía es una familia de médicos que me transmitió este trabajo como una actividad vocacional», certifica el jefe del servicio de Obstetricia y Ginecología del Complejo Hospitalario Universitario de Vigo.

El clic se le activó de pequeño, cuando un peluquero le preguntó su nombre, y de corrido él recitó su filiación, domicilio y teléfono, como los padres enseñan a sus hijos las referencias claves en caso de perderse. «¿Ramón y Cajal?», inquirió el barbero antes de echarse a llorar. «Como yo era muy, muy travieso, mi madre pensó que le había hecho algo, pero enseguida explicó que mi abuelo había ingresado a su mujer en el hospital, la había salvado y hasta cuando pasaba visita le dejaba dinero debajo de la almohada, me dijo. ‘Gracias a su abuelo tengo estos seis hijos y treinta nietos’, siguió el peluquero mostrando fotos de toda su descendencia. Me di cuenta en ese momento de que el esfuerzo de una persona puede salvar un árbol de vida, que de lo contrario no hubiera existido. Me quedé impactado», continúa el doctor de raíz aragonesa, aunque de padre nacido en Tui.

Pone en el centro de la medicina al paciente. «La profesión se enfoca de otra manera si se piensa en el paciente como objetivo. Lo que existen son los problemas de las personas, no la enfermedad que presentan», añade reivindicando la máxima humanización de la medicina, que sin embargo reconoce deshumanizada por el muro digital que se ha levantado entre médico y paciente.

Apellidarse Ramón y Cajal «abre unas puertas y cierra otras», asegura, afirmando que nunca vivió del apellido. «Antes de empezar la carrera eso imponía la obligación de ser brillante. Yo era muy travieso de niño, pero luego fui un universitario de matrículas», indica para marcar un antes y un después, aunque siempre se vio guiado por la curiosidad, por la necesidad de obtener respuestas. «La perseverancia es el mayor acto de fe que conozco. La fe de un científico en lo que hace es mayor que la del propio papa. Tiene menos dudas», dice con contundencia. «Cuanta más adversidad tienes, más felicidad logras, porque más aprendes», continúa dejando salir su espíritu de investigador. «Mi padre me transmitió disciplina. ‘Encuentra cómo pagar las facturas y luego piensa lo que quieras’», transmite como lección esencial para coordinar su plano racional con el de una imaginación sin límites.

Esa curiosidad le hizo observar cómo los fetos jugaban con la aguja que introducía en el útero de sus pacientes o cómo reaccionaban a estímulos sonoros, movimientos que, en cambio, no se muestran al nacer o en los primeros días de vida. «El feto era un gran desconocido. Estudié muchísimo sobre él y vi gran cantidad de pacientes para conocerlo lo mejor posible». Gracias a esa decisión y a aplicar soluciones pediátricas a los fetos, logró evitar la muerte a principios de los años noventa a uno que tenía un acúmulo de líquido en el tórax que oprimía su corazón. Se sucederían las operaciones y multiplicaría su conocimiento hasta averiguar que en los cuatro meses y medio de gestación ya tiene desarrolladas las áreas cerebrales del sonido. «Responden a determinadas frecuencias, porque el sistema nervioso funciona de otra manera dentro del útero», explica. «El ser humano nace inteligente, no se hace, incluso nace más inteligente de lo que es después. En cada etapa se adapta al medio en el que está», asevera López Ramón y Cajal, a quien la medicina fetal le ha abierto las puertas a la investigación de enfermedades de adultos.

No antepone ciencia frente a ley, salvar vidas aún por nacer con el derecho al aborto. «La conflictividad del aborto nunca va a desaparecer. Hay que comprender las circunstancias y no se pueden consentir los problemas que se ven obligadas a sufrir las mujeres cuando se ilegaliza. Hay que dar soluciones», concluye Carlos López Ramón y Cajal acuñándolo como principio profesional.

álbum familiar

EN DETALLE

-Primer trabajo remunerado

-Fue cuando estudiaba. Mi padre me decía: ‘dinero para Coca Cola no te doy’. Así que me saqué dinero dando clases y ensobrando publicidad electoral.

-Causa a la que se entregaría

-Lo que estoy investigando ahora. Estoy dedicando mi vida a esa causa, en la que tengo mucha fe en que ayudará a muchas enfermedades de causa desconocida.