Un pasado de oro blanco

Pilar Prego CARBALLO

CARBALLO

Reportaje | Recursos de la Costa da Morte Las minas de caolín contribuyeron durante años a la economía de muchas familias de la Costa da Morte, pero cayeron en la decadencia por falta de perspectiva empresarial

10 feb 2007 . Actualizado a las 06:00 h.

La actividad minera fue durante algún tiempo un puntal económico importante en puntos estratégicos de la Costa da Morte. Oro, wolframio, estaño y titanio fueron algunos de los minerales extraídos durante décadas en lugares como Corcoesto o el Monte Neme. También lo fueron las minas y fábricas dedicadas a la extracción y preparación de otro mineral, el caolín, con yacimientos importantes en las provincias de Lugo y A Coruña. En esta última se ubicaban los lavaderos de Laxe, Santa Comba, Baíñas y Vimianzo, el único que sigue en funcionamiento. El caolín es un tipo de arcilla, característico por su color blanquecino o amarillento, utilizado, en función de su grado de pureza, para la producción tanto de papel como de porcelana. Como cuenta Juan Ramón Vidal Romaní, presidente del Instituto Universitario de Xeoloxía Isidro Parga Pondal, «los yacimientos de caolín gallegos son de dos tipos: caolines sedimentarios y los de alteración de granitos». Son precisamente estos últimos los que se encuentran en esta zona pero sólo «en pequeñas manchas». Fue a partir de la Segunda Guerra Mundial cuando se comenzó a explotar el caolín de la Costa da Morte. La difícil situación durante el conflicto bélico y la posguerra provocó que muchas de las fábricas de porcelana alemanas se encontrasen con el cierre de sus antiguos yacimientos, por lo que buscaron en tierras gallegas los recursos que en otros países era más costoso exportar. De Laxe a Vimianzo En el caso de Laxe, donde los yacimientos se encontraban en Fenllido y Coens, comenta el profesor Vidal que «la mayor parte era exportado e iba para Inglaterra». La actividad extractiva de caolín en esta localidad comenzó en 1938, haciéndose cargo uno de los hijos ilustres de la villa, el geólogo Isidro Parga Pondal. Durante más de veinte años, esta actividad dio trabajo a decenas de personas que se repartían entre los yacimientos hasta la planta de separación y clasificación, donde «esencialmente se separaba el cuarzo y la mica que iba con el caolín y se hacían tortas, que era lo que se exportaba», explica el presidente del Instituto de Xeoloxía Isidro Parga Pondal. De entre las pequeñas industrias dedicadas a la extracción de este material, la de Laxe fue la que contó con el mecanismo más innovador, el teleférico. Lo que hoy podemos ver como el antecedente de una atracción turística, fue muy importante en las décadas centrales del siglo XX para los trabajadores que en ocasiones utilizaban el teleférico como vehículo para trasladarse desde los yacimientos hasta la planta, pero, como eran frecuentes los cortes de luz, muchas veces acababan con los empleados en las alturas. El agotamiento de los recursos fue la causa del cierre de la planta y con ella, de la pérdida de una actividad que llegó a emplear a cerca de doscientas personas. Otros lugares fueron explotados posteriormente, como es el caso de Vimianzo que en la actualidad sigue con la actividad empresarial en torno a este tipo de arcilla. Las huellas del caolín también se pueden ver en la aldea de Cuns, en Agualada. Allí queda en pie el esqueleto de la nave hasta la que era transportado el mineral que se extraía a pocos metros. La huella de la mina es perceptible con la presencia de un lago que llena el vacío de las toneladas de tierra allí extraídas. Estas minas, en las que trabajaron medio centenar de personas, dejaron de funcionar cerca de los años ochenta del siglo XX.