El carballés Javier Eiriz Souto, hoy en día hombre de negocios, fue campeón suizo de trial hace 25 años.
14 ene 2011 . Actualizado a las 11:58 h.Javier Alejandro Eiriz Souto, 50 años casi recién cumplidos, dio muchas vueltas sobre las motos en su juventud. Y no le fue mal: justamente este año se cumplirán los 25 desde que, en 1986, se proclamó campeón suizo de trial.
A Suiza había llegado como tantos otros carballeses y vecinos de la Costa da Morte que emigraron. El se fue con sus padres cuando tenía casi tres años, y allí, en la parte alemana, estuvo durante 44. Su vida y amigos las hizo allí, pero siempre sin perder de vista sus raíces bergantiñanas, en el número 2 de la calle Gran Vía, que es ahí donde está su casa familiar, y a donde regresaba todas las vacaciones, pasando largos ratos en el Bosque o en Lema, disfrutando de un ambiente de fiestas que echa de menos: «Tengo la sensación de que había más movimiento entonces», recordaba hace unos días, durante una de sus visitas a su pueblo natal. Lo es por parte de madre, Flora Souto. El Eiriz, también frecuente en Galicia, en su caso le llegó del padre riojano, que por cosas de la vida acabó en Carballo justo antes de marcharse todos a la Confederación Helvética.
Al trial llegó casi de manera casual. «Siempre me gustaron las motos. Ya de chaval iba por los bosques con una Lambretta, y lo hacía sin que mi padre lo supiese». Un pariente hacía motocrós y lo siguió. Poco a poco se fue introduciendo en el mundillo y no se le daba mal. Llegaron las competiciones, y lo mismo. El cénit fue ese campeonato de su país de acogida, ya en la etapa profesional.
Ya entonces viajaba mucho, necesariamente. Cogía la furgoneta, la moto y se iba a competir. También a España. En Cataluña estuvo dos veces en la casa de Tarrés, el mítico campeón español de la especialidad (su madre es gallega). «Entrenar con él era desmotivador», bromea, dada su enorme calidad. Los viajes iban bien con su espíritu aventurero y, además, le iba bien para aprender idiomas (habla cinco), claves para su posterior despegue profesional.
Es probable que muchos carballeses recuerden la exhibición que dio en el 85 en la plaza el concello con una moto de trial .
Pero aquel tiempo pasó. Javier, casado con una andaluza también criada en Suiza, con la que tiene dos chicas y un chico, ha pasado por varios cometidos laborales y desde el 2004 es director de exportación de Nueva Terrain, una importante multinacional vasca de componentes de fontanería. Viaja por todo el mundo, constantemente, para abrir mercado. Frecuentemente, a Oriente Medio, pero también a Sudamérica, la India, toda Europa. «No es duro, pero tampoco fácil. Yo tengo un buen respaldo de la empresa», explica. Tanto, que reside en Vilanova del Vallés, en Cataluña. Con un aeropuerto al lado le basta.
Javier ve España con otros ojos. El nivel es más elevado que en sus años mozos, «se ha igualado mucho a Europa, salvo en los sueldos». Pero hay cosas que le cuesta entender, «como que alguien le dé un golpe a un coche y se marche sin dejar las señas». El Carballo actual le gusta mucho.