
La reina del Bronx recalará este 8 de julio en la ciudad del Lérez. Reaparece tras haber cancelado una gira en Estados Unidos y los precios para ver a la cantante van de los 80 a los 400 euros. ¿Por qué ha elegido Galicia para volver a los escenarios?
18 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Si los gallegos tuviesen la oportunidad de acercar a su tierra a una diva del pop actual muchos optarían por Beyoncé, la generación Z seguramente se inclinaría por Dua Lipa, y otros tantos pagarían —más si cabe— porque los astros trajesen a Taylor Swift o Lady Gaga a estos lares. Por eso, cuando hace unos días saltó la noticia de que Jennifer López abriría su próxima gira en Pontevedra, el escepticismo y el sarcasmo camparon a sus anchas. En primer lugar, porque la ciudad del Lérez no suele ser la elegida por grandes estrellas para ofrecer un concierto en la comunidad; y lo segundo, porque durante unos momentos hubo que recordar que JLo seguía ahí. La bomba latina que reinventó la manera de ser celebrity sigue sirviendo —en su sentido más literal y tiktokero— con su música, películas y, sencillamente, con su manera de estar en el mundo. Y ya sea para amarla, o incluso para detestarla un poco más, casi nadie se lo quiere perder.
Veinte mil afortunados podrán hacerse con un pase para ver a la reina del Bronx el 8 de julio en el parque de Tafisa. Las entradas cuestan entre 80 y 400 euros, pero pasar un rato con la artista de 55 años en un meet and greet sale por la friolera de 1.700 euros. Pueden parecer precios desorbitados, pero con la burbuja de la música en directo sin visos de estallar, el peaje es hasta razonable. La pregunta que surgió cuando Miguel Anxo Fernández Lores, alcalde de Pontevedra, soltó el bombazo, era obligada: ¿Por qué una cantante que ha llenado los más importantes recintos del mundo, que ha actuado en la Super Bowl y que cantó en la investidura de Joe Biden, recala ahora en Galicia y más concretamente en esta urbe? Como se adelantó a aclarar con honestidad la promotora del concierto: «Por una coincidencia de factores», ya que justo estará instalado el recinto del BigSound Festival, que se celebrará solo unos días después. Esto y, no sobra decirlo, porque a JLo le ha costado sacar adelante su gira al otro lado del charco.
En medio de una marejada que podría haberle resultado rentable, hace ahora un año se viralizó el vídeo de uno de sus conciertos en Nueva York con pocos asistentes. Inmersa en plena ruptura, otra vez, con el actor Ben Affleck, celebraba sus 25 años de carrera y acababa de ver la luz su documental This is Me, que elevaba al paroxismo la egolatría que se le presuponía a esta artista. La cuestión es que decidió cancelar su gira de verano por Estados Unidos, la primera que iba a hacer en cinco años, alegando que quería «pasar tiempo con su familia». Tras el parón, ha decidido que España es tierra fértil para volver por todo lo alto, pues también habrá recitales en Madrid, Barcelona, Málaga o Bilbao.
A Jennifer López, por lo general, siempre le ha gustado navegar en los extremos. Primero por imperativo, luego por negocio. Antes de que arrancara este milenio, tener una historia de superación era casi tan necesario como ser tocada por la varita mágica de una multinacional. Por eso, cuando Jennifer comenzó su andadura en el cine y en la música, se empeñó en mencionar en cada entrevista que era una sencilla chica del Bronx que cada mañana cogía la línea 6 del metro para hacer pruebas de casting en Manhattan. De ahí que su primer disco se llamase On The Six. Esto es, prácticamente, lo primero que conoció el gran público de una latina que hacía gala de sus raíces puertorriqueñas, pero a la que se le atascaba el español. Lo segundo: que su trasero valía un millón de dólares.
La cantante y actriz ha desmentido en varias ocasiones este rumor, que hizo correr ríos de tinta, pero del que se valió para lanzar canciones como Booty —culo en inglés, dicho de forma coloquial—, igual que Shakira le sacó el pertinente partido a sus caderas en Hips don’t Lie —las caderas no mienten—. Las artistas latinas más conocidas del planeta aprovechaban sus exuberantes atributos físicos para distinguirse de esas chicas lánguidas en plena era del heroin chic. Pero a la vez, López fue a por su trozo del pastel a la cuna del mainstream, Hollywood, para convertirse en una novia de América a su manera, consiguiendo multiplicar la fama que le habían dado canciones como Let’s Get Loud, No me ames o Una noche más gracias a comedias románticas, el gran género de aquel momento, como Sucedió en Manhattan o Planes de boda.
Fue en el 2002 cuando su popularidad alcanzó la cima. Jennifer había empezado una relación con Ben Affleck que acaparó todas las miradas, no solo por la curiosidad que despierta el arrejuntamiento de dos grandes estrellas, sino porque hicieron enloquecer a las masas gracias al videoclip de Jenny from the Block. En él podía verse a la pareja en situaciones tan cotidianas para unos pocos como pasar una tarde en un yate o sufrir el acoso de los paparazi. Era la época en la que los flashes se ponían, sobre todo, en David y Victoria Beckham, Brad Pitt y Jennifer Aniston, y Justin Timberlake y Britney Spears. Las cámaras cambiaron un tiempo de objetivo prioritario, pues el meteórico amor —que acabaron como prometidos tras aplazar una boda que no llegó— se rompió solo dos años después.
Si las segundas oportunidades no son buenas, poco importa si no es uno el que tiene que darlas. Así que la vuelta a las andadas en el 2021 de la pareja conocida como Bennifer fue gasolina para los más románticos. Pero también para las arcas de unos cincuentones a quienes la industria del celuloide no perdona que por ellos también pase el tiempo. El patrón volvió a ser el mismo: estuvieron dos años juntos, esta vez sí se casaron pero, de nuevo, se separaron.
Es curioso que Jennifer López sea la artífice de la canción El anillo, esa que suena en bodas, bautizos y comuniones y que habla de una mujer que implora que le pidan matrimonio. La artista ha estado casada también con el empresario cubano Ojani Noa, con el bailarín Chris Judd y con el cantante Marc Anthony. Con el puertorriqueño vivió su romance más duradero y es con el único que ha tenido hijos: los mellizos nacidos en el 2008, Emme y Max.
La intensísima carrera de Jennifer López puede que no pase por su mejor momento, pero ninguno ha terminado de ser malo del todo. Ha sabido buscarse colaboraciones con los reyes de la pomada musical latina, como Maluma y Ricky Martin. Además, parte de su bonanza económica se sustenta en una idea en la que fue pionera: hacer de ella misma una marca personal. Antes de que Gwyneth Paltrow vendiese enemas de café, y de que se comercializase una colonia con la cara de Bustamante cada 30 segundos —fuente: el propio cantante—, JLo hacía de este acrónimo un sello de identidad que le sirvió para hacerse de oro a base de cremas, maquillaje y perfumes.