Por su parte, la psicoterapeuta Kristina Piotrowski ve en este nuevo comportamiento una consecuencia del uso de las tecnologías y del hecho de estar haciendo muchas cosas a la vez: «Mientras chatean están haciendo una tarea o viendo la tele. En cambio, una llamada telefónica implica una atención plena en ese momento. Entonces, tal vez ellos han aprendido un poco a recurrir a la tecnología para hacer varias cosas a la vez. Son nuevas formas de comunicarse», aclara. Y reconoce la paradoja que se da en los jóvenes al considerar que se invade la privacidad a la hora de hacer una llamada mientras que, en cambio, exponen su vida en las redes sociales. «Cuando te relacionas a través de mensajes y no sales a la calle a hablar con otros chicos o chicas, si no sientes esa necesidad de comunicarte, ahí sí tendríamos una alarma. Pero mientras sientas esa necesidad, y al final salgas y tenga amistades y converses...», cree que no debería suponer un problema. Aunque advierte de los riesgos que pueden darse cuando se producen discusiones a través de WhatsApp o de grabaciones de audio: «Son más impulsivos a la hora de responder o te bloquean y puede provocar situaciones de bullying porque no es un trato personal, sino mucho más público. Cuando hay una situación conflictiva nunca se debe contestar por mensajería de texto, ni por wasap ni por redes. Si tienes un problema con alguien no respondas a la ligera, piensa bien, respira. Esto habría que trabajarlo también desde los coles y desde foros y hablar de este tema con los adolescentes. Analizar cómo nos estamos comunicando y dónde están los problemas».
CAMBIO DE PARADIGMA
Por su parte, la psicóloga Paula Pintos considera que es necesario «establecer una buena comunicación con uno mismo, que tiene que ver con estar cerca de lo que nos pasa, darnos cuenta de qué estamos sintiendo, para así poder establecer una comunicación sana con los demás», pero «todos tenemos necesidad de contacto y, a la vez, cierto temor a la hora de hacerlo». Explica que para hacer este ejercicio y «sentir lo que nos pasa» se requiere «cierto esfuerzo que no siempre estamos dispuestos a asumir». Y concluye: «Sí, estamos asistiendo a un cambio de paradigma en cuanto a las maneras de comunicarnos y, por consiguiente, a las maneras de establecer contacto interno». Pintos considera que hay una cierta tendencia hacia «la hipercomunicación, en detrimento de una comunicación real más directa». «Cuando hablamos con la persona directamente existe una implicación interna distinta que cuando lo hacemos vía WhatsApp, por ejemplo. No es que esté en contra de la aplicación, yo también la uso, pero puede haber cierto peligro en cuanto a la dosis y a dejar que su uso vaya cubriendo espacios que pertenecen a otro tipo de necesidad comunicativa», indica. En ese sentido, indica que «puede estar cubriendo una necesidad de contacto, cariño físico o afectivo a través de la cantidad de contactos que pueda establecer, en lugar de asumir el riesgo que implica satisfacer sanamente mis necesidades en la vida». Y añade que «así funcionarían resumidamente las adicciones. Confundimos o despistamos la necesidad real y la llevamos a otro plano, desde el que nunca nos saciamos haciéndonos dependientes en diferentes grados». Además, señala que «quizás desde ahí podamos entender las dificultades de los adolescentes a la hora de comunicarse o hacer una simple llamada de teléfono», porque «comunicar nos implica en diferentes grados. Y a veces, es más sencillo establecer gran cantidad de contactos que un solo contacto real». Por eso recomienda reflexionar sobre «qué necesidad estoy cubriendo en mi manera de usar las aplicaciones y redes». Y no olvidarnos de que todos «necesitamos espacios donde encontrarnos, tocarnos, reconocernos, sincerarnos y acompañarnos».