Natural de Vigo, es en Cangas donde desconecta. «Llevo todo julio y no me voy hasta septiembre. Esto es nuestro chabolo, algo cuco para pasar el verano. Es algo pequeño, para que no diese mucho trabajiño. Yo querría vivir aquí todo el año, pero mi madre me dice que estoy loca, porque no hay ni calefacción», asegura la actriz, que ha sufrido en sus carnes la cancelación de algún que otro proyecto durante su aislamiento en Madrid por el coronavirus. «A mi marido también le pasó, pero hay gente mucho peor que nosotros», se apresura a matizar. Consciente de lo importante que es la responsabilidad individual, pide encarecidamente a la gente conciencia, y que cumpla con el uso de mascarilla, incluso en la playa. «Yo le doy el codo a todo el mundo, y si a alguien le parece mal pues es lo que hay, estamos en una pandemia», asegura la intérprete, que sin embargo llegó un momento en el que no pudo poner más barreras con sus padres. «En el reencuentro no hubo besos ni abrazos, por prevención. Pero después me quedaba como: ‘¿Os abrazo?, ¿no os abrazo?'. Y no nos pudimos resistir», reconoce.
Marta no puede ocultar que le encanta presumir de Cangas: «Tengo unos amigos que se acaban de ir hoy y alucinaron con esto», señala mientras entrena duro de cara a un estreno pendiente en Madrid. Allí tiene su casa. Pero Galicia, dice, es su refugio.