MADRES CON TODO EL MÉRITO Estela se quedó embarazada tras ocho procesos de inseminación, Pilar volvió a ser madre a los 53 tras perder una hija, a otra Pilar el embarazo le llegó después de la adopción; y Zoila se multiplicó por tres por sus trillizas. Ellas se merecen la medalla al valor de pelear por la vida

ANA ABELENDA
Redactora
YOLANDA GARCÍA
PATRICIA GARCÍA
Colaboradora de La Voz de Galicia y del programa Voces de A Coruña de RadioVoz. Periodista y bloguer de moda, viajes y tendencias. Editora y creadora del blog de tendencias y viajes www.donkeycool.es. Licenciada en Ciencias da Información por la Universidad de Santiago de Compostela y posgrado en Community Manager por la Universidad de Barcelona
SUSANA ACOSTA

Después de nueve años de intentos, Estela sostiene en brazos su felicidad, tiene en el colo a los dos soles con los que amanece cada día. «Erik y Sophie son lo mejor de mi vida, son mi vida», asegura esta militar de la Marina de 36 años, ahora de baja por maternidad tras cumplir su sueño de ser madre al octavo intento. Ni a la primera, ni a la segunda, ni a la tercera se dio ella por vencida en su instinto maternal. El cuerpo resistió ocho procesos de inseminación, y en el 2018 prendió la vida en su interior. Por partida doble. Los mellizos de Estela nacieron el 22 de noviembre, un poco antes de la fecha prevista de parto. «Di a luz rondando la semana 39. Fue por cesárea porque ya no aguantaba más el peso de los niños dentro, que, si no, igual habría llegado a la semana 40 o incluso me habría pasado. Para ser mellizos, Erik y Sophie tardaron en nacer. Cada uno pesó dos kilos y medio, y nacieron los dos muy hechitos. A los cuatro días estábamos todos en casa. Salió genial», cuenta esta madrileña que echó raíces en Galicia después de que destinasen a su padre, guardia civil, en A Coruña.

«El embarazo llegó con los últimos dos óvulos que quedaban de los que me habían congelado», comparte quien en nueve años se planteó convertirse en madre de distintas maneras. Serlo era una prioridad sin peros. Y la adopción fue una de las primeras opciones en las que Estela pensó. «Llegué a estar con mi exmarido en los cursos de Santiago para adoptar, pero como nos separamos no fuimos más allá», dice. «Yo me planteé un millón de formas, y lo conseguí. Y a día de hoy, lo sigo pensando, lo mantengo: cualquier mujer, cualquier persona, que de verdad quiera ser madre que no se moleste ni un minuto en dudar. Que lo intente, que luche. Lo último que hay que hacer es tirar la toalla. Al final, de una manera o de otra, se puede conseguir. Pero es importante también tener un poco de suerte, y la suerte de sentir cariño a tu alrededor, porque atraviesas procesos muy difíciles en los que el que más sufre es el corazón», asegura.

MADRE EN SOLITARIO

El cuerpo también sufre lo suyo, sometido al duro tratamiento hormonal que conllevan los procesos de reproducción asistida. «Sí, supone un machaque hormonal brutal, la gente que tienes alrededor durante el tratamiento debe ser consciente. Esa gente tiene que ser muy consciente de que las hormonas a veces te juegan malas pasadas, de que te enfadas o discutes sin querer discutir. Los más cercanos tienen que saber bien a qué tipo de medicación y procesos te estás sometiendo. Y bueno... por suerte o por desgracia la empatía no está muy bien repartida», expresa Estela, que se propuso desde el principio intentarlo hasta el final, hasta que llegase la menopausia. «Por toda la gente que estuvo ahí, que me acompañó, yo digo ‘chapó’. Yo soy madre en solitario, pero siempre cuento con el apoyo de mi madre», dice quien quiere manifestar su agradecimiento a Koke, a toda su familia y «a todos los profesionales del grupo HM Belén, porque en parte gracias a ellos tengo lo mejor de mi vida».

«Hay gente que en estos nueve años estuvo y ya no está en mi vida, pero hay otra que ha permanecido ahí desde el principio, y no quiero dejar de darles las gracias, porque soy madre gracias a ellos. Yo los he tenido, sí, yo los he parido, vivo sola con ellos. Pero siempre me he sentido apoyada», refuerza esta militar que fue azafata de vuelo y llegó a la Marina tras el estallido de la crisis, para descubrir su verdadera vocación.

¿Ha cumplido la realidad de tener a Erik y a Sophie sus expectativas? ¿Ha sido mejor, o más duro, de lo que parecía ser madre? «La realidad supera con creces las expectativas de felicidad que yo tenía, pero también debo decir que mis hijos son maravillosos, buenísimos -sonríe-. ¡Y son dos! No sé si ellos ya vienen con el chip de que mamá es la única que va a estar ahí, pero ya duermen toda la noche desde hace unos meses, comen muy bien, y casi no han tenido cólicos. Yo no sé lo que es tener solo un hijo, pero para tener dos, llevo una vida bastante relajada y tranquila».

Este día de la Madre la pillará volando de vuelta de Tenerife, adonde ha viajado con sus mellizos unos días para visitar a la familia que tienen en la isla. «Allí nos fuimos la abuela, los niños y yo, contentos y tranquilos. Y somos los que tenemos que estar. Mi primer día de la Madre nos va a pillar volando, muy felices», dice Estela, a la que conocimos embarazada, contando los días para dar a luz a sus mellizos, y que abre un regalo todos los días, cuando se despierta y ve a Erik y Sophie.

«Tiven os nenos con 53 anos, despois de morrer a nosa filla»

 

A veces pienso que la vida es cíclica para bien. Hace casi 20 años, el 24 de febrero del 2000, Pilar Rega me confesaba, junto a su marido Plácido Irimia: «Nos rejuvenecieron por completo». Hablaba de los gemelos Pablo y Marcos, que el 1 de enero del 2020 cumplirán los 20. Edad mágica. Fueron de los primeros niños en nacer en Galicia no solo en nuevo año sino en nuevo milenio, aunque pronto fueron archiconocidos porque su madre había afrontado, de forma modélica, un embarazo a los 53, después de someterse a un tratamiento de fertilidad y pasar los nueve meses como si la edad no hubiese pasado por ella. Entonces, medios de comunicación de media España convirtieron el suyo en un caso famoso y al que seguimos la pista actualmente.

Tuvo una hija a los 24

La vida como madre le cambió dos veces realmente. Tuvo una hija con 24 años de edad que falleció en el año 1997: «A nosa nena morreu con 26 anos». Pilar Rega aún no tenía los 50: «Non se esquece, nin os grandes baixóns que tivemos. A nosa vida cambiou por completo. Pero despois tiven os xemelgos, que saíron moi responsables. Están estudando agora, axudan a levar o noso negocio [Hotel Rego y Apartamentos Turísticos Os Gemelos en Foz, más un albergue futuro en Lourenzá] e van seguir para adiante». «Eu estar estou preparada para ser avoa, agora que nin se me pasa pola cabeza acordar os netos», señala. Como ya son mayores de edad y la etapa dura de la crianza ya ha sido superada con sobresaliente por parte de Pilar, ella reconoce que la vida la lleva con «despreocupación, aínda que Pablo e Marcos necesítannos moito. Pero, como digo, morremos tranquilos porque eles xa poden levar o negocio».

Fue madre, recordamos, con 24 y 53 años. Dos fases vitales totalmente distintas aunque en su caso, si hablamos de salud, siempre estuvo perfecta. Y con energía para criar: «A maternidade é distinta a unha idade que a outra. Se me preguntan cando hai que ter os fillos, digo que nun tempo normal para velos crecer, pero, no meu caso, como a vida che trae circunstancias que non imaxinas... A verdade é que criei os nenos coa mesma axilidade que a nena». Uno puede pensar que al ser gemelos, doble trabajo. Pero Pilar le da la vuelta a la reflexión: «O bo era que ían os dous para todo xuntos. Ás veces lévase peor se só teñen unha diferenza dun ano ou máis entre irmáns».

«Non sinto nada de arrepentimento -confiesa abiertamente- e dígolles ás parellas que, se poden ter familia, que non miren se son novos ou vellos, aínda que hai que mirar con cabeza. Eu, cando o fixen, estaba ben e tiña un porvir».

Pablo está estudiando Matemáticas, y Marcos, Economía. «É o que quixeron, tiñan claro que ían facer unha carreira. Son marabillosos, responsables, serios. Foi un regalo telos aos 53. E a diferenza de idade con eles non nos supuxo ningún problema», indica Pilar. El día de la Madre lo celebran todos los años comiendo fuera de casa y juntos.

A maternidade é distinta a unha idade que a outra. Se me preguntan, hai que telos nun tempo normal para velos crecer”

«Después de adoptar me quedé embarazada»

MARCOS MÍGUEZ

Pilar Longueira se define como una peleona. «Sales adelante. Al final, como en el libro de El Secreto, se trata de visualizar y de dejar que las cosas fluyan». Recuerda cómo fue el proceso de ser madre. «Trabajaba mientras estudiaba y entre que terminas la carrera... al final me casé con mi marido, Rubén, en el 2001, cuando tenía 30 años». Los dos tenían claro que querían ser padres, «pero tardaba en quedarme embarazada». «Nos hicimos pruebas y todo estaba bien. En el 2004 lo conseguimos y tuvimos un aborto. Toqué fondo y gracias a la familia salí adelante», recuerda Pilar. «Fue un momento duro, sientes como un vacío. Físicamente me recuperé muy rápido, pero emocionalmente tardé».

Siempre se consigue

Al año siguiente decidieron dar un paso más en su camino a ser padres: pusieron en marcha los trámites de adopción. «Siempre quise tener familia numerosa y siempre había querido adoptar. Iniciamos el trámite de adopción con la India en el 2005, pero no salió. En el 2006 cambiamos el expediente y volvimos a empezar los trámites para adoptar en Etiopía». Y ahí sí, la maternidad estaba más cerca. Pilar describe todo el proceso «como estar en una montaña rusa»: «Pedimos dos menores porque no queríamos que fuese hijo único y tuvimos mucha suerte. Nos preasignaron unos mellizos de año y medio: Daniel y Friku. Desde que vi la foto fueron mis niños». En el 2007 viajaron a Etiopía. En casa eran cuatro, pero el destino les tenía preparada una nueva sorpresa: dos años después, Pilar se quedó embarazada y nació Gabriel, el pequeño de la familia. «Son mis regalos, mis tres niños». Ahora, echando la vista atrás, recuerda como la meditación y asistir a clases de relajación le ayudaron tras el aborto. «Es algo habitual y te das cuenta, sobre todo, cuando te ocurre a ti. Si hay alguien que haya pasado por lo mismo lo importante es que no se desanime. Es muy frustrante cuando quieres ser madre y no puedes, es una sensación difícil porque vas a un lado y ves que otros han tenido niños. Pero al final se puede conseguir».

«En la primera eco me dijeron que venían dos, y en la siguiente, tres»

 

XOAN CARLOS GIL

 

Imagínate que estás embarazada y que en la primera ecografía que hace el ginecólogo te dice que en lugar de un bebé, tal y como esperabas, vas a tener dos. Primera sorpresa. Es una opción que siempre se te puede pasar por la cabeza. Lo que no te imaginas ni por un momento es que, una vez que te has hecho a la idea de que vas a tener a dos niños de golpe y porrazo, en la segunda ecografía te digan que no son dos, que son tres. Esto es lo que le ha pasado a Zoila Alonso. Que de la noche a la mañana pasó de no tener hijos a ser familia numerosa.

«Ni por la cabeza se me pasó que pudieran ser ni siquiera dos. Era mi primer embarazo y ninguno de los dos teníamos antecedentes de parto múltiple. De repente me dice la ginecóloga: ‘Bueno, tengo que darte una sorpresa. No es uno, son dos’. Y claro, fue un impacto. Me fui para casa pensando en todo lo que tenía que organizar. Estuve con esa idea hasta que me fui a hacer la siguiente ecografía en la Seguridad Social, porque esa primera fue privada, y ya estaba embarazada de un poquito más de tiempo. El shock ya fue total cuando me dijeron que no eran dos, que eran tres», explica.

A partir de ahí, su principal preocupación fue que todo fuera bien: «Tenía mucho miedo. No solo por tener tres niñas y toda la logística que supone, sino porque había visto un poco las complicaciones que podía haber durante el embarazo. Cada quince días tenía revisión. Entré en estado de shock y solo pensaba que, si me decían que estaba todo bien, al menos tenía quince días para estar tranquila», aclara esta vecina de Vigo que supera con creces la media de natalidad gallega y que reconoce que el asunto dio pie para más de un chiste: «Había la broma entre la familia y los amigos de a ver si me iban a venir cuatro, pero yo ya nunca pensé que esa posibilidad fuera real», dice.

Paula, Sara y Ana nacieron en la semana 34 y todo fue sobre ruedas para las niñas, mientras los papás se estrenaban con tres bebés de golpe: «Como estuvieron en la incubadora, tenían bastante programadas las comidas. A dos les daba pecho y a una biberón. Y teníamos que escribir en una libreta a quién le había tocado pecho y a quién biberón para ir rotándolas. También anotábamos los cambios de pañal con las cacas, los pises...», asegura esta mujer, que nunca quiso hacer un cálculo exacto de lo que gastaron en leche y pañales y que reconoce que su caso fue especial, al tratarse de un embarazo espontáneo, múltiple y en el que las tres niñas fueron gemelas: «Las posibilidades eran remotas», afirma.

SIN TIEMPO PARA NADA

«Yo no tengo la experiencia de que un niño te cambie la vida porque me vi con tres de repente. Entonces, de pronto, no tienes tiempo ni de respirar. Vives única y exclusivamente para las niñas. No tienes tiempo ni de pensarlo. Pero me acuerdo que incluso la gente me decía que cuánto trabajo tenía que tener y, encima, yo les respondía que no era para tanto, que las niñas eran muy buenas. Ahora lo veo y fue una locura», reconoce esta supermamá que también quiere destacar la gran ayuda que tuvo del papá de las niñas: «Tuve dos días de decir, necesito dormir. No quiero ni que me despierten. Y el papá se quedó solo con las tres durante dos noches y yo me recuperé», asegura Zoila, que al año de nacer las trillizas ya se incorporó a su puesto de trabajo y que aprovecha la ocasión para criticar el poco tiempo de baja que tuvo por tener un parto múltiple: «Solo cuatro semanas más que si hubiera tenido un hijo solo», aclara.

Aun así, hace un balance muy positivo de su experiencia. Y se le cae la baba a la hora de hablar de las pequeñas. A pesar de ser muy iguales físicamente, dice que las distingue sin problemas porque tienen un carácter muy distinto. También por la expresión de su cara: «Pero la gente no sabe decir quién es quién. De hecho, las abuelas presumen de que las distinguen, pero a veces se lían y ellas ahora ya juegan a engañar», indica. De Paula asegura que es la más protectora: «Si alguien tiene que ceder, siempre cede ella. Aunque al principio diga que no, como vea llorar a sus hermanas les da lo que sea. Es todo corazón». De Sara, que es la más independiente y la más pilla. Y de Ana, que también tiene sus momentos de pillería, pero luego es la que más busca el cariño de los papás. Y es que las tres llenan su corazón. Pero eso sí, esta supermamá recomienda que los embarazos mejor uno a uno.