«El galego fue la puerta para hablar 6 idiomas»

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Ángel Manso

ELLOS HABLAN SEIS IDIOMAS, O MÁS. Son multilingües, su cabeza es «una república» en la que todas las lenguas se llevan bien. Esto dice Anil, el indio máis retranqueiro, que como Carla y Lydia vive en varias lenguas. Arriba la torre de Babel. Namasté!

07 abr 2019 . Actualizado a las 12:28 h.

Lydia Botana (Fonteculler, 1984), alias Bolboreta, acaba de batir un récord. Esta coruñesa que lleva su música a todo el mundo ha estado ya «en todos los continentes». Con lo alto que vuela, la pillamos en casa de milagro, a punto de partir rumbo a Tenerife para disfrutar en familia. Pero con música, ¿no? «Yo siempre rodeada de música», sonríe. «Erudita no soy de ningún idioma», cuenta quien añadió pronto el inglés a sus lenguas madres, gallego y castellano. Mis padres emigraron a Londres, y discutían en inglés, y mi hermano y yo acabamos pillándolos... Pero realmente aprendí a hablar el inglés en Tenerife con 18 años. Toda la comunidad musical en la isla era inglesa, y yo la única hispanohablante», recuerda. Así que el english se la fue ganando por la people, por la música y en el súper. «Allí vivía con una sueca, un rumano y una inglesa. Éramos unas Naciones Unidas en Canarias». Después de esa inmersión vital, esta artista fusión con alas y raíces hizo el Erasmus en el Conservatorio de Boloña y aprendió «più facile» el italiano. «Yo les hablaba en galego directamente y nos entendíamos... Y aprendí el italiano di strada, de la calle, ja, ja, ja». Poco después aprendió francés tocando en Francia («Aprendí a hablarlo, que no a escribirlo», puntualiza) y acabó dando clase en una rock eskola en Biarritz. «El francés me abrió la puerta al mundo francófono, ¡que es inmenso! Abarca África entera, Bélgica, Canadá...», resume. Lydia estuvo hace meses en Brasil con el portugués en la punta de la lengua. «La lusofonía me abrió las puertas a comunicarme en seis idiomas. El galego y el oído musical», asegura quien tiene «acento galego hable el idioma que hable». «Como hablo cantando, a veces piensan que soy italiana o argentina», dice. El mundo entra por el oído. En su primera experiencia centroafricana la recibieron con un «boa tarde» en la embajada. «La música es universal ?dice la artista mestiza?. No hay fronteras. En Japón hago cantar a la gente: ‘Nunca choveu que non escampara’. Es un orgullo. Mi abuelo, que falaba galego con gheada, tenía un remexido de la emigración, decía: ‘Apaghaches a luz da living room?’. Y yo le decía: ‘Apaghei!’ Hice una canción con eso. Cada vez que oigo a un niño o una niña falando galego, se me cae la baba».

«Tengo un acento coruñés coruñés; si no me ves, no sabes que soy indio»

Ángel Manso

Fue por amor, por un amor sin miedo al choque de culturas, que Anil Gambhir se vino de la India a Galicia hace 25 años. «La vida de aquí es diferente a la que tenía allá. Aquí te va cambiando todo», dice este indio retranqueiro que se trajo de su tierra el hindi, el urdu y el punjabí, habla inglés, vive la mayor parte del tiempo en español y se siente «moi galego». A la India pudo volver para ver a sus hermanos, y para velar a sus padres cuando murieron, algo que él valora en todos los idiomas.

Anil, que vive el presente con temple y «fluidez», advierte que la diferencia de pensamiento y de culturas se nota, pero cualquier «obstáculo es salvable para el amor, filliña». Y recuerda que su suegro en su día le dijo a su suegra: «Moi lonxe foi a rapaza buscar o mozo, non?».

POLÍGLOTA A LA GALLEGA

Él es un políglota a la gallega, de los que no se emocionan con cualquier cosa, de los que se restan méritos. «De la India me traje el hindi, el urdu y el punjabí. Y hablo inglés y español, que son los idiomas que habla todo el mundo». Non tal...

Anil montó el que fue el primer restaurante indio que hubo en A Coruña, el Da India. «Una de las cosas que más me gustaron cuando llegué era comer, y no había restaurantes indios, así que monté yo el primero», cuenta. Ese negocio le dio de comer 22 años, «pero por problemas de salud, por una enfermedad pulmonar» que lo mantuvo hospitalizado dos meses, tuvo que dejar el restaurante. «La gente me preguntaba: ‘¿Pero por qué dejaste el restaurante?’. Y yo: ‘Por la salud’. Y me decían: ‘¿Y no te iba bien?’. ‘Bien no, ¡muy bien! Pero son cosas de la vida», comparte resumiendo en dos bocados más de veinte años. «Los problemas están aquí para resolverlos, dice este seguidor de Daniel Goleman y de Elsa Punset, «y podemos resolverlos fácilmente o difícilmente. Yo los resuelvo fácilmente, y digo: ‘Mira qué fácil lo soluciono, aunque a lo mejor haya tardado diez años en darme cuenta’».

Ahora Anil, que fue guía turístico en la India y cocinero pero no fraile en Galicia, se dedica profesionalmente a la traducción. Fue una oportunidad que surgió de casualidad. «Empecé teniendo que traducir del hindi cosas para los juzgados», relata. «Poco a poco fui cogiendo la costumbre y empecé a dedicarme a esto, después de cerrar el restaurante».

«Con 25 años no eres la misma persona que con 45», dice mirando al mar de Riazor, en la Coraza, sin coraza pero con kurta (el traje indio que le hicieron para una boda, que guarda como oro en paño). Su teléfono no para. Él, que dice ser un chico con suerte («El éxito me acompaña. Y en Galicia siempre me han tratado muy bien»), apunta que tener 20 años en la India es como tener aquí los 40. «Allí la sociedad está hecha para espabilarse pronto. Rápidamente sales, te buscas la vida. Con 22 años, la sociedad india no ve bien que sigas viviendo en casa de tus padres. Y yo soy un culo inquieto». Anil tiene un deje koruño, hizo cursos para obtener el Celga 3 y su expresión favorita es «o carallo!», cuenta tronchándose de risa.

LA LLAMADA A TRES

Los idiomas que él sabe tienen hoy alta demanda profesional. Él trabaja en inglés («No soy un gran experto en esa lengua», admite), en hindi, en urdu y en punjabí. «Antes eran traducciones presenciales, pero ahora suelo trabajar a través de llamadas telefónicas. A mi móvil llegan necesidades de comunicación de toda España. Me derivan las llamadas», dice Anil, autónomo que trabaja, por medio de contratos con intermediarias, para las Administraciones públicas, en ámbitos como la Sanidad y la Educación.

Interrumpimos la conversación porque le entra una llamada de trabajo. «Muchas veces hacemos llamada a tres. El médico, el usuario y el traductor, por ejemplo. Los intérpretes hacemos posible la comunicación de hablantes de distintos idiomas», detalla Anil, que echa además una mano en la Cruz Roja y ayuda a los extranjeros que llegan a Galicia a desenvolverse en el médico.

El inglés lo aprendió en su infancia, en el colegio. Y empezó pronto a defenderse en español y a moverse en galego. «Mi acento es coruñés-coruñés. Si no me ves la cara, no sabes que hablas con un indio. E retranca tiven sempre... Pienso que ya la tenía en la India, pero aquí se acentuó más, se le pegó el acento. Los idiomas son como la música. ¿Cómo comunicas las emociones de dos personas? Yo siempre digo: ‘Yo no hablo, estoy comunicando a tu emoción’». Así se establece la comunicación en urdu, en inglés o en gallego (a lingua tanto ten), aunque no siempre sintonicemos con la persona que está enfrente, o al lado. «Con empatía te entiendes, es universal», señala.

¿En qué idiomas vives y sueñas, usas uno para cada cosa? «Vivo en español, pero sueño a veces en inglés, otras en hindi, otras en urdu... Los sueños van cambiando. A veces os soños son galegos. Mi mente es una república en la que los idiomas conviven fácilmente. Nadie gobierna... bueno, gobierna el español. Intuitivamente, todo funciona, cambio de lengua sin problema», asegura Anil, que nunca lle chama burro ao cabalo.

«Para aprender un idioma hay que vivirlo»

ANGEL MANSO

La pasión de Carla Moncada, profesora de inglés, por los idiomas vén de lonxe e naceu preto. «Mis abuelos algunos hablan gallego, mi padre alternaba según con quien hablase. El gallego y el castellano siempre convivieron en mi vida y luego apareció el inglés con Take That. ¿Qué es lo que no le puede faltar a un adolescente en su vida? ¡La música!», dice Carla, que está criando a su hijo en inglés, sin dejar de lado las lenguas en que nació. «A mi hijo Jaime le digo cada noche: ‘I love you madly’, pero también: ‘Te quiero mucho’», dice y le pregunta a su hijo: «¿Cómo te quiero, Jaime? ¿Como el cerdo a la gallina?». Y Jaime: «¡No, como la trucha al trucho!». En BUP a Carla le hicieron elegir entre el dibujo y otro idioma. «Y así apareció el francés en mi vida...», relata quien a su pasión le ve la cara B de hacerse entender por el mundo adelante. «Me pasé horas y horas, años y años, metida en la Escuela de Idiomas», asegura.

EN LA CITY «DIVERTENTE»

En el 2004 se fue a vivir a Londres y empezó a soñar en inglés. En la City entró en juego un quinto idioma. «Entre mis compañeros de piso había gente italiana, y el italiano tiene cosas con el gallego, y parecido con el francés. Vas sacando recortes de esas lenguas y echas las raíces para aprender un idioma nuevo», nos guía. En el Reino Unido conoció también a gente de la India: «Te gusta el sonido de lo que hablan ¡y quieres más! Viendo películas de Bollywood le pillas el gusto al hindi. Llegué a irme un mes a la India. A mí lo que me gusta es hablar la lengua de la otra persona, porque te acerca, crea un vínculo que de otra manera no hay». Quien baila en hindú, detalla Carla, mueve los hombros. También empezó con el chino. Y en el 2008 se fue a vivir a Indonesia: «Me sumergí en el indonesio con kopi (‘café’)».

Carla está habituada a los cruces lingüísticos. «Las interferencias suelen producirse en el último idioma que adquieres. Y a veces tienes bloqueos, no te salen las palabras ni en tu lengua», confiesa quien hoy vive al 50 % en español y al otro 50 en inglés. Su espinita clavada, dice, es el alemán. «Que se te den los idiomas requiere entrega y esfuerzo. Mi reto es que mis alumnos, como mi hijo, lo aprendan de forma natural, jugando. Para aprender un idioma hay que vivirlo, acercarlo a tu día a día», invita. Come on!