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YES

ANGEL MANSO

ASÓMATE QUE ESTE NO LO CONOCES A pesar de que acaban de abrir sus puertas hace muy poquito, ya están conquistando los paladares con sus propuestas. Si buscas probar algo nuevo, apunta este recorrido

29 oct 2018 . Actualizado a las 11:50 h.

Hay dos tipos de personas, los que cada vez que salen a comer fuera reservan en el mismo lugar, y se pueden pasar así años y años; y los que cuando tienen la oportunidad de sentarse a la mesa fuera de casa, intentan descubrir las nuevas apuestas gastronómicas de la ciudad. Claro, que luego están los lectores de YES, que cada fin de semana se van guiando por las recomendaciones que aparecen en estas páginas, y no se equivocan. Hoy recorremos locales que huelen a recién pintado, a nuevo, que acaban de abrir sus puertas hace no muchas semanas, por lo que puede que todavía no te hayas enterado.

O TERREO, COCINA CASUAL

Apenas hace tres meses que O Terreo (cocina casual) abrió sus puertas, pero Quique Vázquez no llegó por casualidad a este local con estrella de A Coruña. Lleva veinte años dedicándose a la hostelería, después de echar el cierre al Carbonada hace ya diez años, un local coruñés especializado en carnes, decidió hacer las maletas y recorrer España. Su periplo le llevó a trabajar en Baleares, Málaga, Valencia y Alicante, donde le cogió mucho gusto al arroz. Tanto que se ha convertido en la principal apuesta de su aventura gastronómica. «Sabía que los gustos podían ir por aquí, que podíamos dar en la tecla porque en otros locales que he estado (nada más regresar estuvo cuatro años en O Lagar da Estrela) los hemos puesto y han funcionado. Pensamos que en A Coruña no había gran cantidad de sitios donde se pudiese comer un arrocito bien hecho, o por lo menos, como nosotros consideramos que se debe hacer, y nos lanzamos», explica Quique, una de las piezas de este local, junto con Ana Siñeriz, su pareja, que se encarga de la sala.

Quieren conquistar, y están en el buen camino a juzgar por las críticas que están recibiendo, con una propuesta informal, de raíces clásicas y con una pizca de originalidad. No tienen una carta «muy movible» pero tampoco cerrada, así que se va adaptando a la oferta del mercado. Aun así procura que haya un cierto equilibrio entre fritos, pescados, carnes, marinados (toque japonés) y arroces. En la carta, ahora mismo, hay tres: uno de chipirones con alioli negro; otro a banda con rape, langostinos y judías; y uno cremoso. «Los cocinamos sin nada, solo con el caldo y un buen sofrito. Todo lo demás lo cocinamos aparte, y emplatamos encima del arroz para conseguir que todo esté en su punto, que no vaya pasado», apunta este chef de Mesía.

Cuando llegamos era mucha presión. Decíamos: «¡El local que estamos cogiendo!», de poca vida pero histórico ya en la ciudad, con una estrella Michelin (Árbore da Veira), bien situado... A mí me encanta el local, hay gente que me dice: ‘Es que no le has puesto ningún toque personal’, lo tenemos igual, solo hemos puesto una mesa más. No queríamos apretar a la gente, queremos que esté cómoda, suelta, un poco esa filosofía». Ah, no tengan miedo a la cuenta. El precio medio por cliente no supera los 30 euros.

XOAN A. SOLER

DE BARBANZA A SANTIAGO

El Benboa Compostela cumple hoy un mes. Hay que ponerle localización al negocio porque ya existe un Benboa en Corrubedo, que es el original y el epicentro de un proyecto que pretende expandirse en los próximos años. El que conozca el singular restaurante barbanzano debería probar también el de Santiago, porque la filosofía es la misma -producto gallego de primera, con pescado de la lonja de Ribeira- pero

FOTO: ÁNGEL MANSO

 

el público de la capital bien merecía una vuelta de tuerca con unos platos más internacionales. «Santiago é unha oportunidade para dar un paso máis na nosa cociña», reconoce Carlos Brión, responsable de Benboa. Llevaba tiempo con ganas de expandir su idea y dio con el local perfecto. Necesitó casi un año para abrir las puertas porque la reforma y los trámites fueron intensos, pero al fin ha conseguido recuperar el espíritu original del negocio anterior, la droguería Pérez-Labarta, que abrió a mediados del siglo XIX. «Mantivemos algúns elementos e apostamos por materiais como a madeira de batea no solo, a pedra e a ferruxe». El resultado es un extraordinario local con bar en su parte delantera, con varios puestos para tapear y un generoso comedor para los parámetros del casco histórico. Está en la siempre animada rúa Preguntoiro, a un paso del mercado, y Brión se muestra encantado de compartir barrio con referentes como Abastos 2.0 y O Curro da Parra, y otros por abrir, como el nuevo restaurante de Lucía Freitas, ya en obras, y hasta la posibilidad de que cuaje un proyecto de Pepe Solla a muy pocos metros. «É bo que esta zona soe», confiesa el emprendedor, que tiene la intención de organizar jornadas gastronómicas adaptando conceptos foráneos a la materia del país. Y dará la oportunidad de probar mariscos «sen que teña que ser unha homenaxe. Por que non poñer unha nécora e un viño por cinco euros?» .

Santi M. Amil

DIVERSIÓN EN OURENSE

La ubicación del restaurante Tízar, en la plaza de Santa Eufemia de Ourense, es inmejorable, pero esa ventaja no ha sido siempre una garantía de éxito. Parece, sin embargo, que el veterano hostelero ourensano Constantino Iglesias ha conseguido tocar la tecla adecuada con su apuesta por la diversión y la variedad. Es un restaurante dinámico, ágil, con platos divertidos y muy bien presentados. Allí la consigna es pedir varias raciones para compartir entre los comensales. Hay más de una veintena para elegir y el 60 % son aptas para vegetarianos. Tienen especial éxito el tartar de atún y, sobre todo, el «tendal» de langostinos, que se sirve con tres tipos de salsas. Hay, también, según el mercado, mariscos. Constantino Iglesias explica que ha querido que todo tipo de clientela pueda visitar el Tízar y salir bien comido por entre 12 y 15 euros. Pero también hay bocadillos que, con la caña, pueden salir por unos cinco o seis euros. Y, además, hay hamburguesas. Allí se puede ir a comer, a cenar, o a tomar algo entre horas pero, cuidado, los fines de semana es casi imprescindible reservar. Por otra parte, el Tízar ofrece la posibilidad de disfrutar allí de la primera copa. El restaurante, que abrió el pasado mes de agosto, se ha convertido en toda una referencia en la zona de los vinos de la capital ourensana.

Oscar Vázquez

PRODUCTO Y TÉCNICA EN VIGO

Desde pequeño, Alberte Gutiérrez Taboada siempre quiso ser cocinero. A los 17 años ya tenía claro que quería ir a estudiar a la que consideraba la mejor escuela de cocina de Europa, la Hoffman, en Barcelona. Allí se formó y al terminar, comenzó un periplo por los restaurantes de algunos de los mejores chefs, como el de Berasategui, el Can Fabes de Santi Santamaría, Casa Solla o A Rexidora, entre otros. Pero el vigués apunta que lo que se aprende en establecimientos de alto nivel es el rigor y la exigencia profesional, «pero a cocinar, no», asegura. A cocinar dice que aprendió, todo o casi todo, en el Can Poal, de Ferran Balet. Pese a que nadie le aconsejaba montar en Vigo su primer proyecto propio, «y no les falta razón, pero soy tozudo», justifica, quiso apostar por su ciudad y puso en marcha el Hierba Luisa (Serafín Avendaño, 15), un espacio en el que empezó practicando una cocina catalana y francesa, fruto de su formación, pero que poco a poco ha ido adaptando al gusto gallego sin despojarse de las influencias que mejor le sientan. Cuando llegó casi no había en Vigo restaurantes que practicasen una cocina de corte actual, aunque la suya, aclara «es tradicional, muy bien ejecutada y respetando mucho la técnica y el producto». Para hacerse con su estilo, lo mejor es probar el menú del día que ajusta a 12,50 euros, dejarse seducir por una carta que varía a menudo para introducir productos de temporada (por eso pronto empezará con las alcachofas y las setas), o esperar a que vuelva a hacer platos que derriten los paladares de sus clientes, como los canelones de ternera con foie y trufa o los raviolis de langostino con crema de marisco. Y además, pescados de la ría, arroces tipo levantino, cordero, manitas de cerdo, chuletón de vaca gallega o las croquetas, que considera fundamentales: «Dicen mucho del cocinero», opina. Lo que tiene clarísimo es que «si hay cariño, todo sabe más rico». Y lo hay.