La ola positiva de Dani Giménez

TORRE DE MARATHÓN

SERGIO REYES ROBLEDO (LOF)

Cuatro buenas paradas en Alcorcón y solo tres goles encajados en 7 jornadas confirman el resurgir del meta

09 feb 2020 . Actualizado a las 22:34 h.

Nunca hay duda con Dani Giménez. No las tuvieron Anquela, Luis César y tampoco asaltaron a Fernando Vázquez, quien cortó de raíz la sangría de goles encajados con la línea de cinco defensas, pero nunca dejó de confiar en el portero, que había cerrado las primeras 21 jornadas con la friolera de 35 goles encajados, cuatro más de los que el Cádiz había necesitado entonces para acabar líder la primera vuelta, pero apenas lleva tres en las siete últimas.

Si nadie sospechó de él a la vuelta de las Navidades, tampoco los dos últimos partidos, que jugó con evidentes molestias, sirvieron para devolver al meta al rincón de pensar del deportivismo. En la segunda semana de ese descanso activo con el que soporta los dolores musculares que le acompañan, otra vez contó con la ayuda de Montero para sacar en largo. «Sufrí menos que en el último partido, pero todavía lo paso bastante mal en los golpeos. En una o dos semanas esto estará superado y podré sacar de puerta y pasar los partidos con menos dolor», reconoció tras el partido de ayer, en el que ejerció de salvador.

No batieron al meta ni los intentos de Stoichkov por dos veces (el de la primera parte envenenado, la de la segunda, raso y seco), ni Diéguez con un chut violento que el portero se quitó de encima con los puños. En la más clara tampoco lo consiguió Mula, quien de falta desde la frontal creyó vencido a Giménez cuando dio un paso hacia el otro palo, antes de que este rectificase sobre la marcha y despejase felino y otra vez al suelo. «Yo trabajo y al final esto es fútbol. Hay dinámicas, rachas... Estamos en la ola positiva, en la racha que nos sale todo. El equipo cree hasta el último minuto. Hay muchísima confianza. La autoestima, el creer en nosotros mismos, es importantísimo en el fútbol y lo estamos demostrando», afirmó.

El gallego, de 36 años, volvía a Alcorcón, donde incluso había soñado con el trofeo Zamora, pero no había podido volver a jugar hasta el curso pasado, ya en las filas del Deportivo, aunque finalmente con derrota. Esta vez volvió a triunfar al abrigo de una hinchada de nuevo protagonista: «Con la afición se acaban las palabras. Una vez más ha sido como tenerlos en casa. Cómo viajan, cómo animan... Sin ellos es más difícil sacar los partidos».