Hace casi una década, el especialista israelí Sam Vaknin desgranaba cuáles eran, a su juicio, los «pecados» de la Wikipedia. Entre ellos citaba su opacidad -no se conoce a los autores de los artículos-, que está en contra del verdadero conocimiento, pues los expertos reconocidos son rechazados y atacados en ella, y que es una fuente de difamación y violaciones del copyright. La enciclopedia de Internet contiene multitud de fallos, inexactitudes y falsedades, algunos involuntarios y otros totalmente conscientes, por parte de personas que se amparan en el anonimato. Un estudio de la Asociación Americana de Osteopatía, que revisó una serie de entradas relacionadas con enfermedades cardiovasculares, cáncer de pulmón, depresión y diabetes, concluía que nueve de cada diez artículos de salud de la Wikipedia presentaban errores.
El proyecto emprendido por Jimmy Wales hace catorce años tiene el mismo problema que Twitter, Facebook o WhatsApp: que la gente los toma al pie de la letra y confunde lo que hay dentro ellos con la verdad, en el caso de la enciclopedia, y la realidad, en el de las redes sociales. Son éxitos de la llamada economía colaborativa, pero si uno quiere estar bien informado tiene que acudir a fuentes fiables y contrastadas, salir de la burbuja digital.