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Percebeiros, un oficio para valientes: «Golpes llevas muchos»

Ana F. Cuba FERROL

SOMOS MAR

El recurso mengua en Ortegal y Ferrolterra, el furtivismo es un mal crónico y el mar trunca días de faena. Pese a todo engancha, por el negocio, que ha ido a menos, «y por la libertad»

08 dic 2023 . Actualizado a las 17:09 h.

Entre el 1 y el 18 de diciembre, en vísperas de la Navidad, la cotización máxima del percebe en la lonja de Cedeira alcanzó los 152 euros el kilo, y en la de Cariño, los 110. En lo que va de siglo, el precio más alto que se ha pagado por el percebe en la rula cedeiresa fue de 304 euros el kilo, en 2007, el mismo año en que llegó a 264 en Cariño. Los profesionales del sector viven días de tensión, pendientes del mar.

Juan Carlos Pardo Galdo (Cariño, 1973) se hizo percebeiro hace más de veinte años. «Ya trabajábamos a la bajura y cuando empezaron a dar los permisos [de explotación del percebe] empecé, en principio para ayudar en temporadas que había menos pescado, y después, como ya veía que era rentable, iba más al percebe. Aún hoy alterno», explica. Todo comenzó «argallando en las vacaciones de verano, cuando ibas a los calamares, y al ser mal estudiante...». Reconoce que el mar «engancha»: «Si estás acostumbrado a trabajar en tierra, muchas horas y ganando poco... el mar es peligroso, y lo pasas mal muchas veces, pero se gana más».

Una jornada al percebe dura unas cuatro horas. «Con todo, después de escoger y vender... en cinco o seis horas estás listo y te queda el resto del día». La primera lancha en la que faenó era de su padre, después la desguazó y adquirió una «más moderna». «Al principio íbamos con la chalana de remolque y echábamos horas de mar, era una penuria. En 2004 hice la planeadora, tardas una hora y pico en ir y volver, todo es más cómodo», comenta. Siempre ha trabajado con neopreno: «Te protege de los raspones y del frío, fue un avance tremendo».

Aun así, no hay percebeiro que no se haya llevado algún susto, «sobre todo cuando está el mar en calma, porque te fías; si hay mar vas más atento, más alerta, y cuando está calmo te relajas y vienen las historias...». En su caso, la peor fue contra una piedra: «Abrí la cabeza». «Golpes llevas muchos, si caes bien nada... y a veces es poca cosa y aun así te lastimas. Siempre voy con más gente. Con una persona sola en el percebe... no tienes quien te eche una mano. Normalmente queda alguien en la lancha, te echa, te cambia de zona y te canta el mar [te avisa de las olas, porque tú no ves lo que viene por tu espalda], si vas solo tienes que fondear y es más lío», relata Juan Carlos.

«Antes valía menos y había más»

Este veterano de las piedras vaticina un mal futuro para el sector: «Económicamente, antes valía menos y había más percebe; ahora se incrementó el precio y traes menos kilos y trabajas menos días... el resultado es más o menos el mismo. Pero no a muy largo plazo, en unos diez años o menos, no sé si se vivirá de esto, no cría como criaba, no sé si por sobreexplotación, por la contaminación, el cambio climático... un poco de todo. Antes, cuando abríamos la zona de Os Aguillóns pensaba ‘aprovecho para hacer una obra en casa’; ahora, llevamos unos días trabajando y no hay percebe, y el que hay es cría pequeña». ¿Y el furtivismo? «Hay siempre, la Xunta debería tomar medidas... con los profesionales andan al detalle, si llevas medio kilo de más... Estamos negros con este tema, no hay vigilancia. Puedo entender a la gente que lo hace por necesidad, pero hay quien se dedica a esto y va en cochazos, y nosotros escornándonos... Alguna vez pillas a alguno con diez kilos y te dice que son para él y su mujer». Él preside la Asociación de Percebeiros de Cariño, con unos 30 profesionales. Apenas entra gente joven: «Si hubiera percebe atraería a la gente, pero hay muchísimas lanchas a la venta, en Cariño y en toda Galicia, y nadie las quiere comprar. Hoy ni se me ocurriría pedir un crédito de 40.000 o 50.000 euros para comprar una lancha, ¿quién la da desquitado? Tienes que andar a otro oficio, ir alternando, si no, no das hecho. El que lleva años gana el jornal porque conoce el mar y ya controla dónde tiene que ir».

Roberto Orjales (Meirás, Valdoviño, 52 años) sabe bien de qué va el oficio, que heredó de su madre, Aurelia Varela: «Xa ía meu avó. Miña nai non me deixaba ir con ela e aparecíalle ao pé e xa quedaba, tería 15 ou 16 anos, e funme metendo pouco a pouco. Estiven traballando tamén nunha empresa de fontanería e calefacción, pero agora tírame máis o mar que a terra». Muestra cierta nostalgia, aunque reconoce que las condiciones laborales han mejorado. «Daquela pasábase moito máis frío, era máis duro e facíanse máis cartos. Desde hai uns cinco anos xa non é o mesmo, non sei se é porque hai menos percebe ou porque somos máis a traballar, pero creo que minguou, agora é máis difícil vivir do percebe», afirma.

Cuando se inició no se usaban trajes de neopreno, una barrera frente al frío y los golpes: «Pasabas a nado dun illote a outro, espido e coa roupa na man, e cando chegabas á pedra collíate o salseiro». Orjales recuerda que hace unos veinte o veinticinco años «había calidade e cantidade e facíase un bo soldo». «Cando empecei xa había xente dada de alta, pero ao principio nada, non se pagaba o seguro, ías cando querías e collías o que querías, non estaba regulado nin había tope», repasa.

Él faena por la costa de Valdoviño —«antes andábase por todo, íase ata Cedeira, Asturias, porque alí non se cotizaba...»— y su prioridad es el mar (hasta que cumplió los 25 lo compaginó con un empleo en tierra). «Aténdolle ante todo. A Xunta ponche certos días e tes que aproveitar os que valen, 13 ou 15 ao mes, 17 no verán. Tes moita liberdade, por iso eu tirei para o mar, do que vivo».

En la agrupación de percebeiros de Meirás, que preside Orjales, son 16. El faro de Punta Frouxeira es su referencia, el lugar al que van para decidir si salen o no y hacia dónde. «Aos sitios mellores vaise na embarcación, e se non hai percebe nunha pedra vas a outra», indica. Incide en la necesidad de mantenerse alerta: «Hai que estar sempre atento ao mar, cos cinco sentidos, ás veces fórmase unha onda de repente e lévate para abaixo; o problema é se levas un golpe coa cabeza, se caes á auga non pasa nada». Faenan con cuerdas, amarrados a la piedra, y unos aguantan de otros.

¿Hay relevo generacional? «Na agrupación hai algún rapaz novo. Se vas e fas cartos engancha máis, pero hai xente á que tampouco se lle dá ben», responde. ¿Qué cualidades requiere? «Ningunha en especial, controlar o mar, saber mirar a que sitio podes ir, ter algo de experiencia [por iso o que empeza sempre é mellor que vaia con alguén veterano], estar algo áxil, coñecer o mar e non confiarse», enumera. Orjales considera que la mejor época para el percebe es el verano —«o Nadal son catro días, pero en agosto véndese moi ben todo o mes»— y alerta del furtivismo, aunque cree que la incidencia en el litoral de Valdoviño es menor que en otras zonas —«aquí non hai moito, ao tempo que traballamos vixiamos»—.

Los «percebelleiros»

El cedeirés Tomás Arena, vicepatrón mayor del pósito, cumplió 44 años el 18 de diciembre. En Cedeira quienes recolectan el crustáceo más preciado se llaman percebelleiros. «Empecé con mi padre en una lancha de bajura, en 1997, cuando hice la mili ya iba algún día. Después me propuso seguir pero preferí comprar una planeadora, solo quería ir al percebe, a lo que me dedico el 90 % del año, alguno el 100 %», relata. ¿Por qué? «Por la comodidad, ni aparejos ni nasas... dos hierros, cinco litros de gasolina y tira adelante. Y porque en aquel momento se ganaba bien». Las cuerdas, el arnés, el peto (la malla donde depositan las capturas, sujeta a la cintura) y el neopreno —«protege mucho y te da flotabilidad»— completan el equipamiento. 

En más de dos décadas de oficio ha vivido algún apuro: «Una vez estaba atado en una piedra, el mar me empujó un poco, quedé colgado de la cuerda y no hacía pie... gracias que vino un compañero y cortó la cuerda. Fue una cosa tonta. Otro día estaba cachando, vinieron tres golpes de mar terribles y lo pasé mal, fueron diez minutos angustiosos... eres insignificante en medio del océano». Prefiere no arriesgar, «porque esto es una carrera de fondo, hay que volver mañana y pasado».

Coincide con sus vecinos de Meirás y Cariño en que «antes se ahorraba, ahora te da para vivir y poco más». Sobre las causas, apunta que «se pierden muchos días de mar por el mal tiempo y el percebe ya no cría como antes, hay un alga que, donde agarra no hay percebe». Incide en que el invierno, en el litoral cedeirés, «es muy duro» y la faena se convierte «en una quiniela». En noviembre no salió ni un solo día: «Quien veda es el tiempo, no la Xunta, que debería dejar coger percebe cuando deja el mar, al menos en esta costa, de Punta Frouxeira a la piedra Barcelona [debajo de la garita de Vixía Herbeira]». A diferencia de otros puertos, en Cedeira «están entrando chavales en el percebe, porque la gente quiere facilidades, y con poca inversión [una lancha entre dos por 30.000 euros] tienes una empresa y vas generando». Antes hay que formarse y conseguir la titulación, condición para llegar a sentir, algún día, esa emoción que Arena vive como «la felicidad plena, cuando encuentras una buena piña de percebe». «Tengo la mejor oficina del mundo, no hay jefe... lo único que me fastidia es el tiempo», sentencia.

JOSE PARDO

Gerente del grupo Expomar: «El percebe es el producto estrella»

José Luis Pérez Cribeiro señala: «El precio más alto que vi fue de 360 euros el kilo por un lote muy bueno, en la lonja de Cedeira»

El precio más alto del percebe que recuerda José Luis Pérez Cribeiro (Cedeira, 57 años) es de 360 euros el kilo «por un lote muy bueno, en la lonja». «A más de 200 va todos los años por Navidad, pero es más o menos bueno. No así este año», lamentaba hace unos días. La conjunción de mala mar y mareas pequeñas le hacía vaticinar una campaña «regular» justo antes de Nochebuena. «Para mandar a los mercados el miércoles y el jueves ya es tarde, y el lunes y el martes no va a valer el mar», auguraba. En todo caso, percebe, «el producto estrella de la Navidad», habrá, «pero de mala talla y caro». El gerente del Grupo Expomar —con tres pescaderías en Cedeira, Xuvia y O Val, y la web Cedeira Gourmet— constata lo que se cansan de repetir los percebeiros: «Cada vez hay menos y es más difícil de conseguir, no cría, hay un verdín, un alga que, donde se mete, no vuelve a haber percebe. También influirá la sobreexplotación; los furtivos, que no dejan ni una pequeña piña en la piedra; el cierre de la costa por parte de la Xunta, que acotó las zonas... y cada uno en la suya, un día tras otro, porque hay que comer». Antes, apunta, «en hora y media cogían el tope [diez kilos], y hoy menos de cuatro nada, y muchas veces esquilmando la zona». Todo esto se traduce en menos capturas y en la «práctica desaparición del percebe gordo de hace años». Sus clientes, de toda España (muchos realizan pedidos de manera regular), ya casi no le piden percebe, «porque es más pequeño y más caro, y como son tus clientes y confían en ti no los puedes engañar». También influye la crisis económica.

Mostrador en vivo

Ahora, Pérez Cribeiro ofrece la posibilidad de comprar a distancia viendo el producto, «con un mostrador en vivo, como si estuvieras en la pescadería». Para ello basta con entrar en la página web de Cedeira Gourmet y llamar por teléfono. «Ves el pescado y el marisco que hay, eliges, este sí, este no, preguntas cuánto pesa, y a partir de ahí se envasa al vacío, se mete en una caja y se manda a tu casa. Sale de Cedeira a las cinco de la tarde y lo recibes al día siguiente, entre las nueve y la una del mediodía», explica.