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Europa vuelve a intentar que la pesca no dañe a los delfines sin pretenderlo

La Voz REDACCIÓN / LA VOZ

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España intentará alejarlos de las redes con sonidos y apartará a los barcos

10 ago 2020 . Actualizado a las 11:07 h.

Espoleada por oenegés, como en al menos dos ocasiones anteriores en lo que va de siglo, la Comisión Europea le dio un severo tirón de orejas a España y a Francia por la muerte accidental de delfines en el golfo de Vizcaya. Mediante un expediente sancionador, aplicó las «medidas de emergencia y/o coercitivas» anunciadas por Virginijus Sinkevicius, comisario de Pesca. Disponen de tres meses, contados a partir del 4 de julio, para intentar atajar lo que los ecologistas consideran un «año trágico» al varar en el 2019 más de 1.200 delfines muertos con marcas de redes en costas francesas. Ya que son una especie marina de «especial interés comunitario», la Unión Europea intenta protegerlos de nuevo.

La cuestión es cómo. Otra vez, el debate entre la defensa de la biodiversidad y el derecho de los pescadores a vivir del mar. Por un sinfín de razones, la pesca es de los primeros interesados en no dañar a los delfines. En un intento de conciliar el interés general, por cuidar a una especie marina clave y socialmente tan querida como los delfines, España se ha puesto manos a la obra.

La flota nacional comparte el golfo de Vizcaya con la de otros países, entre ellos, arrastreros pelágicos irlandeses y franceses, prohibidos en España. El informe que ha hecho saltar las alarmas registra en Francia cientos de delfines muertos. En una carta al ministro de Pesca español Luis Planas, la conselleira de Mar de Galicia Rosa Quintana cita al Consejo Internacional para la Exploración del Mar (ICES, en sus siglas en inglés) para subrayar que «el nivel del arte de arrastre pelágico, en términos de interacción y captura accidental de mamíferos marinos, es infinitamente superior a otras artes».

Hasta el 17 de este mes, el Ministerio de Pesca recoge en su web propuestas a las medidas que prevé aplicar. Según dice, respecto a los últimos años, «los datos disponibles no muestran un aumento de los varamientos» de delfines en España, «constatado por las redes de seguimiento de las comunidades autónomas».

En un informe publicado en mayo, el ICES constata el «enorme grado de incertidumbre sobre los niveles de abundancia de delfines o su distribución». Para contribuir a su conservación, propone un mayor seguimiento, «el cierre de pesquerías durante un período determinado del año», el invierno, de mayor varamiento, así como, en «al menos en algunas artes, el uso de dispositivos acústicos de disuasión de cetáceos, que parecen haber demostrado su efectividad».

Disuasores acústicos

Justo por lo que ha optado España. Para mejorar el conocimiento de las poblaciones de delfín en aguas nacionales y comunitarias de Galicia y el Cantábrico, financiará el embarque de observadores científicos en pesqueros, «teniendo en cuenta» la probabilidad de que caigan cetáceos en sus aparejos. Completará esa información con «un proyecto piloto» de instalación de cámaras a bordo, que permitirá a los barcos ganar el 2 % de sus cuotas en las mareas donde estén vigilados por el denostado y ya inevitable Gran Hermano de la pesca.

No es nuevo para varios pesqueros españoles el uso de disuasores acústicos, conocidos como «pingers», para ahuyentar a los cetáceos. Si Pesca mantiene su orden como la plantea, a partir del 1 de enero será obligatorio para los arrastreros de fondo que faenan en aguas nacionales y comunitarias, así como para los palangreros de fondo que pescan en los caladeros europeos conocidos como Gran Sol. Pesca no descarta ampliarlo a otras flotas, «cuando se verifique» su mayor probabilidad de capturas incidentales de delfines.

Marcharse si capturan tres

De momento solo para los arrastreros de fondo, cuando capturen tres o más cetáceos en una maniobra o alguno en dos lances consecutivos, deberán «desplazarse un mínimo de cinco millas» del lugar donde faenen «a una velocidad alta de navegación».

Cuando un barco español atrape un cetáceo, «tratará por todos los medios posibles de que sobreviva y lo liberará al mar de la manera más cuidadosa». Si muere, «procurará mantenerlo a bordo» y trasladarlo a puerto para su análisis científico.

Para recopilar información, han de registrar y transmitir todas las capturas de cetáceos en el diario electrónico de pesca o en el de papel. Anotarán el o los ejemplares, la especie a la que pertenezcan, su estado, tamaño aproximado y si tienen marcas previas de contactos con otros aparejos de pesca. El registro incluirá, «coordenadas de la captura, la hora de recogida del arte» y el tiempo que estuvo desplegado el arte en el mar.

Cada «pinger» cuesta unos 60 euros y «su eficacia está en entredicho»

«Parecen haber demostrado su efectividad», dice Pesca sobre los «pinger» en el apartado de la orden para la protección y conservación de los cetáceos donde menciona las recomendaciones del ICES. Tres párrafos más adelante, donde «considera obligatorio» el uso de los dispositivos acústicos en parte de la flota pesquera, reconoce que esa medida «también servirá para recopilar mayor información para comprobar su eficacia, puesta en entredicho al menos para determinados artes de pesca». Aun así, deja caer que se planteará extenderlos a más embarcaciones.

Sobre la utilidad de unos aparatos diseñados para alejar a los cetáceos, hay debate en ámbitos de la comunidad científica. Algunos opinan que generan falsas expectativas sobre su efectividad para ahuyentarlos y advierten de posibles efectos nocivos por contaminación acústica.

A través de una red social, el propietario de un pesquero español publica un vídeo donde pone sobre la mesa otro inconveniente. Los «pinger» que se colocan en los aparejos se alimentan de pilas, pero por el uso, según dice, es habitual que se suelten y, por tanto, que se pierdan en el fondo marino. Con las pilas dentro, un residuo altamente contaminante, subraya. Con su propia experiencia, pone un ejemplo de la eficacia para ahuyentar delfines. Navegando se encontraron una manada, lanzaron un disuasor al agua activado a dos metros de profundidad, pero los cetáceos «ni se inmutaron».

Cada «pinger» cuesta unos 60 euros, pero Pesca permite a las comunidades autónomas financiarlos con fondos propios y conceder las ayudas antes del 2021.