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John Deere, el imperio que nació de un arado

Mario Beramendi Álvarez
mario beramendi SANTIAGO / LA VOZ

SOMOS AGRO

Retrato de John Deere, fundador de la popular marca de tractores
Retrato de John Deere, fundador de la popular marca de tractores

La marca de tractores más vendida en Galicia tiene su origen en un emprendedor que ideó en 1837 unidades de acero para labrar los suelos más duros de las praderas de Illinois

20 may 2019 . Actualizado a las 18:19 h.

Tal vez John Deere sea a hoy al mundo agrícola y forestal lo que Coca Cola a las bebidas. No hay rincón del planeta en el que ese nombre no esté impreso en la carrocería de algún tractor. Es, de hecho, la marca más vendida. Y Galicia no es una excepción. Sin embargo, quizá haya muchos que desconozcan la verdadera historia que hay detrás. Una historia que arranca al norte de Estados Unidos, en la ciudad de Moline (Illinois), a orillas del Mississippi, en la primera mitad del siglo XIX, una historia que luego fue creciendo y extendiéndose ancha y generosamente, igual que el cauce de ese río majestuoso en el que navegan los barcos de vapor sobre ruedas. Esa ciudad acoge hoy el museo que honra al fundador del imperio de maquinaria agrícola, entronizado como un emperador.

Sin embargo, John Deere nació en 1804, lejos de las frías praderas del interior, en Vermont, un estado de la costa este norteamericana. Se crió con su madre, después de que el padre desapareciera camino a Inglaterra. Trabajó como aprendiz de herrero, y allí se casó y tuvo cuatro hijos. Abrió una tienda, pero no le fue bien. Acuciado por las deudas contraídas con los acreedores, le trapasó el establecimiento a su suegro y se mudó a Grande Detour (Illinois), solo y sin su familia, con la que se reunió allí tiempo después. En aquellas vastas llanuras, a Deere se le ocurrió una idea. A menudo surgen así las grandes cosas, como una chispa en el bosque que es capaz de desatar un devastador incendio. Allí comprobó que los arados de Nueva Inglaterra no funcionaban en los suelos duros de las praderas. Llegó a la conclusión de que uno de acero pulido, formado por una sola pieza, podría desenvolverse mejor en aquel terreno. Corría el año 1837, y diseñó el primero, que luego comenzó a vender con éxito en las granjas locales. Tuvo un socio para producir más arados.

Al otro lado del Atlántico, en Europa, Francia asistía a la revolución de 1848, y John Deere, después de disolver la empresa, se trasladaba ese mismo año a Moline por motivos logísticos: su localización al lado del Mississippi, un nudo de comunicaciones. Qué mejor lugar para hacer crecer la empresa. Siete años después, se habían vendido 10.000 arados de su fábrica. Con apenas 21 años, su hijos Charles Deere coge el timón de la fábrica en 1858, y una década después, se funda Deere & Co. Un año antes, la compañía había sacado al mercado la cultivadora con asiento Hawkeye, el primer producto en el que el operador iba sentado. El fundador de la empresa inicia un período en el que centra su atención en asuntos civiles y políticos. Llegó a ser alcalde de Moline, presidente del banco y director de la biblioteca pública. Pocos meses antes de morir, confesó a sus allegados que se iba con el consuelo de no haber sacado nunca al mercado un producto de mala calidad. Falleció en 1886, en Moline, medio siglo antes de que naciera Ronald Reagan, no lejos de allí, en en el edifico del banco local de Tampico (Illinois). 

John Deere se despedía antes del cambio de un siglo cargado de sobresaltos, y que trajo demasiados acontencimientos: el hundimiento del Titanic, la Gran Depresión, las dos Guerras Mundiales. La empresa había empezado a exportar en la primera década, hacia 1908, y había logrado diversificar su negocio: sembradoras, carros de golf, remolques, y equipos de grano y de heno. Fue en 1918 cuando entró en el negocio de los tractores, después de la compra de la empresa Waterloo Gasoline Engine.

Tras el crack de 1929, la compañía decide gastarse doce millones de dólares en ayudar a los granjeros: sus ventas se desplomaron un 86 % en los tres años siguientes, pero a cambio fortaleció su imagen comercial entre los agricultores del país, como quien siembra con paciencia a sabiendas de que, más tarde, vendrá una cosecha mejor. Fueron tiempos de grandes apuros económicos. 

En plena Segunda Guerra Mundial, la compañía llegó a fabricar tractores militares, municiones, repuestos para aviones y unidades de lavandería móvil. Llegó incluso a crearse un batallón John Deere, con empleados, que reparó tanques en tierras belgas. A partir de ahí, la empresa siguió innovando en maquinaria agrícola y forestal: en 1947 creó el tractor modelo M y en la década siguiente lanzó una cosechadora que combinaba la recogida del maíz con el proceso de pelar. En los sesenta llegaron los tractores de nueva generación de potencia y se introdujeron las primeras estructuras de protección contra vuelcos. Sus productos se venden por todo el mundo.

Anuncio publicado en la prensa española en 1965
Anuncio publicado en la prensa española en 1965 -

Los diarios en España publican anuncios de sus unidades rebajadas. En 1965, costaban 183.000 de las antiguas pesetas. A lo largo de los setenta siguieron innovando en maquinaria y nuevos desarrollos. Hasta motos de nieve, que salen al mercado con el lema «Nadie corre como un Deere». Vehículos multiusos y tractores con nuevas prestaciones de maniobrabilidad y potencia centraron los siguientes desarrollos en los ochenta y noventa. En el 2006, abrió una fábrica en China. Y hoy es una multinacional implantada en todo el mundo, con filiales, cuyas ventas se elevan a los 33.000 millones de dólares, tres veces más que en el año 2001. Un gigante empresarial cuyo origen está en un arado. El arado de John Deere. De hecho, la revista The Smithsonian Maganize lo seleccionó en el 2013 como uno de los 101 objetos que cambiaron la historia de Estados Unidos.