Dominique Pelicot: «Soy un violador, como todos los demás acusados, que lo sabían todo»

M. V. REDACCIÓN

SOCIEDAD

Un juicio sin imágenes. En Francia no se permite grabar en las vistas judiciales, por eso las únicas imágenes que se han difundido son de dibujantes. En esta, Dominique Pelicot y su abogada, Béatrice Zavarro.
Un juicio sin imágenes. En Francia no se permite grabar en las vistas judiciales, por eso las únicas imágenes que se han difundido son de dibujantes. En esta, Dominique Pelicot y su abogada, Béatrice Zavarro. ZZIIGG | REUTERS

El hombre que durante diez años drogó a su mujer para que fuera agredida en estado de inconsciencia por decenas de hombres reconoce los hechos, pide perdón y dice que guardaba los vídeos para tener un registro de los participantes, por el placer de contemplarlos y por «vicio»

17 sep 2024 . Actualizado a las 17:26 h.

Dominique Pelicot, el hombre que durante al menos diez años drogó sistemáticamente a su mujer para que otros la violasen estando ella inconsciente, declaró este martes en el juicio por primera vez tras varios días ausente por problemas de salud. «Soy un violador», reconoció. «Como todos los acusados en esta sala, que al venir conocían su estado», añadió, en referencia a las decenas de individuos que, convocados por él, acudían a su casa para con su beneplácito agredir sexualmente a su esposa, Gisèle Pelicot. Sus defensas han alegado que desconocían estar cometiendo una violación, que creían participar en un juego sexual en el que la mujer se hacía la dormida. «Sabían todos de su estado antes de su llegada, no pueden decir lo contrario», insistió el principal acusado de la causa.

Pelicot, de 71 años, se presentó a primera hora de la mañana en el tribunal de Vaucluse (Francia) apoyado en un bastón y, tras casi una semana eximido de las vistas a consecuencia de un cólico nefrítico, se instaló en un sillón de oficina especial ubicado junto al medio centenar de acusados con los que comparte banquillo; su condición física exige pausas de 15 a 20 minutos cada hora y media de sesión. En la de este martes, no solo reconoció los hechos en su totalidad, también pidió perdón —a su esposa, a sus hijos, a sus nietos y a la mujer del hombre que reprodujo el mismo patrón que él para violarla y de la que él mismo también abusó— y aseveró que nunca había tocado a nadie más de su familia.

«Soy culpable de lo que hice. (...) Me arrepiento y pido perdón», articuló. Sobre Gisèle, manifestó: «No se merecía esto (...) Si bien nunca la consideré como un objeto, desgraciadamente los vídeos muestran lo contrario».

Su padre ya lo hacía

Entre sollozos, Dominique Pelicot sacó a colación varios hechos traumáticos que habrían marcaron su infancia: abusos sexuales sufridos a los nueve años en un hospital durante un ingreso, una violación a una joven discapacitada a los 14 en la que —dijo—le obligaron a participar y las agresiones de su padre a una niña acogida por la familia. «Tras su muerte, mi hermano me dijo que solían venir hombres a nuestra casa [para violarla]», reveló. «Uno no nace perverso, se hace», agregó.

Frente a la que fue su esposa durante 50 años, el ya conocido como monstruo de Mazan admitió haber «arruinado todo». «La amé durante 40 años y la amé mal durante diez. Nunca debí haber hecho eso, tenía la familia ideal y lo perdí todo. Tengo que pagar por ello», lamentó. Manteniéndole fijamente la mirada, Gisèle Pelicot ratificó que nunca había desconfiado de él, que ni por un momento se imaginó durante todo el tiempo que vivieron juntos nada de lo que estaba sucediendo.

Sobre las imágenes almacenadas en su ordenador —miles de archivos que permitieron identificar a los 50 acusados que desde el pasado 2 de septiembre responden de sus actos en Aviñón—, Dominique Pelicot explicó que las guardaba por el placer de contemplarlas, por «vicio», pero también como seguro, para contar con un registro de los participantes. Su comentario generó murmullos en la sala y muecas de asombro entre los implicados, pero el principal acusado insistió en que no había engañado ni manipulado a ninguno de ellos. «No esposé a nadie para llevarlo a mi casa», dijo.

El enfermero cómplice

«¿Cuándo se convierte uno en un perverso?», le preguntó Antoine Camus, uno de los abogados de Gisèle Pelicot y sus hijos. Dominique lo relacionó con su adicción a internet, con los contenidos que consumía y, en concreto, con los foros de la página web a través de la que ofrecía a su esposa inerte, cerrada hace unos meses.

Fue ahí donde conoció al enfermero que le precisó la dosis de ansiolíticos con la que debía sedar a su mujer para que no se despertara durante las agresiones. El acusado mencionó esa conversación como un momento clave, tal y como recoge la agencia Colpisa.

Durante diez años, Dominique Pelicot expuso a su esposa —completamente ajena a lo que pasaba en su dormitorio, convencida de que un principio de alzhéimer tenía que ser la explicación a sus habituales lagunas de memoria — a múltiples riesgos, desde una posible sobredosis a todo tipo de infecciones de transmisión sexual. Permitió que la penetrasen sin preservativo y hoy se sabe que al menos uno de los muchos individuos que lo hicieron tenía sida; afortunadamente la víctima no contrajo esta enfermedad, pero sí otras cuatro. Dominique nunca se detuvo: «La adicción era demasiado fuerte», reconoció.