¿Cómo un «marido ideal» puede ser un monstruo?: «A un psicópata como Dominique Pelicot le da igual causar sufrimiento»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

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Gisèle Pélicot, víctima y ex esposa de Dominique Pélicot.
Gisèle Pélicot, víctima y ex esposa de Dominique Pélicot. Manon Cruz | REUTERS

El experto analiza cómo funciona la mente de un criminal como el francés acusado de drogar a su mujer para que otros hombres la violaran

12 sep 2024 . Actualizado a las 17:33 h.

El caso de Dominique Pelicot, el francés que durante una década administró sedantes a su mujer y la ofreció a decenas de hombres en Avignon para que la violaran tras la sumisión química, ha puesto de relieve la presencia de personalidades psicopáticas en la sociedad. Se trata de individuos que no sienten empatía ni remordimientos tras cometer actos crueles contra otras personas, incluso familiares cercanos, como en este caso. El psicólogo forense y doctor en neurociencia Francisco Javier Gutiérrez, del centro Consilium, en Santiago de Compostela, analiza cómo es la mente de quien llega al punto de llevar a cabo delitos tan graves contra la integridad física y emocional de las personas.

—¿Cómo describiría la personalidad de alguien como Dominique Pelicot?

—En primer lugar, no es una persona que yo haya evaluado de primera mano, por lo que no es posible hablar de él de manera específica. Pero desde la psicología criminal y forense, hay generalidades que podemos tener en cuenta. Yo me inclino a pensar que es una personalidad con rasgos de psicopatía, porque hay elementos como el sometimiento hacia su mujer a través de un fármaco, o la ausencia de remordimiento, porque esta conducta se repitió durante años y él no buscó detenerla. El acusado ha dicho que tenía una incapacidad de detenerse, pero con respecto a esto, cabe la duda de si esa incapacidad es real, o si es una estrategia para su defensa legal.

—¿Cómo una persona llega a ser capaz de cometer este tipo de actos en reiteradas ocasiones y durante tantos años?

—Hay que entender que, incluso aunque no sea un psicópata, alguien puede tener una desensibilización emocional. Si es psicópata, ya tendrá una menor sensibilidad emocional de partida, que es lo que facilita cometer este tipo de crímenes. Pero la desensibilización emocional es algo que nos ocurre a todos cuando nos acostumbramos a algo.

—¿Podría dar un ejemplo de esta desensibilización?

—Pensemos en una enfermera. La primera vez que pincha a alguien para sacarle sangre, es posible hasta que se maree, pero después de pinchar a cientos de pacientes, ya se ha acostumbrado. Esto sucede también con los crímenes. Puede que la primera vez me dé reparo, pero después de hacerlo varias veces, moralmente ya no implicará nada para mí. Esa pérdida de emoción ante el crimen es la que lleva a estos individuos a cometer actos cada vez más extremos.

—¿Esa desensibilización es suficiente para llevar a alguien a cometer estos crímenes?

—Puede que en este caso también haya una dinámica de complicidad con las otras personas que participaban de esto y esta cuestión social hasta le da apoyo al individuo, es posible que haya un refuerzo mutuo entre ellos. Estamos hablando de que no hay un solo actor en este caso, sino que hay decenas de agresores que cometieron violaciones.

—¿La psicopatía también caracterizaría a esos otros hombres?

—Los otros agresores son más oportunistas, es otra persona la que ha facilitado la situación y ellos simplemente tienen la oportunidad de ejercer violencia sexual. Se entiende que si no hay un consentimiento, también tiene que haber cierta desinhibición moral para llegar a cometer estos actos. Son personas que están aprovechando ese contexto para tener esas conductas y dejan de lado la ética al hacerlo. En este sentido, tener la connivencia con el marido habla de que hay un proceso psicológico en el que al actuar en grupo, la propia responsabilidad se diluye. ¿Por qué los nazis cometían atrocidades? Se justificaban ante sí mismos diciendo que estaban siguiendo órdenes o que todos los demás también lo estaban haciendo. En estas dinámicas de grupo la responsabilidad individual se percibe menor y hay un refuerzo mutuo en el que se envalentonan unos a otros.

Francisco Javier Gutiérrez, psicólogo forense y doctor en neurociencia.
Francisco Javier Gutiérrez, psicólogo forense y doctor en neurociencia.

—El peritaje psiquiátrico del juicio determinó que Pelicot no tenía un trastorno mental, pero sí parafilias. ¿Qué significa esto?

—Es una distinción a nivel jurídico. De cara a la parte legal del caso, es importante determinar si la persona sufre algún trastorno, porque esto tiene implicaciones para su imputabilidad. No es lo mismo una persona que entienda la ley que otra que tenga un déficit intelectual severo, un menor de edad o una persona mayor con demencia. Como se ha determinado que esta persona es capaz de comprender la ley, de comprender que estaba cometiendo un acto con repercusiones legales y aun así actuó, en la mayoría de los países se consideraría que esta persona es imputable y la ley puede actuar sin paliativos.

—¿El ser psicópata no se considera un trastorno?

—Un psicópata puede tener un trastorno o no tenerlo, porque la psicopatía no es un trastorno, sino un rasgo de la personalidad que se asocia a la falta de empatía y a la frialdad emocional. La empatía tiene una vertiente cercana a la compasión. El sentimiento de que el dolor de otra persona se me hace propio me inhibe de cometer actos violentos. Pero aunque el psicópata entienda que sus actos causarán dolor, es capaz de distanciarse emocionalmente de él. Puede entender que la otra persona está sufriendo, pero le da igual. Muchas veces, esto se acompaña de la ausencia de remordimiento y del egocentrismo.

—Dominique Pelicot expresó una sensación de no poder controlarse. ¿Es plausible que estos actos sean impulsivos?

—Sería bastante dudoso. Estos hechos requieren de mucho control. Hay que aprovechar bien los momentos oportunos, tienen que venir otras personas y cuantas más personas participan en un hecho, más premeditado y organizado tiene que estar. Entonces, es posible que haya cierta adicción a estos actos, pero desde luego no es un acto impulsivo como el de un adicto a la heroína que ataca a la primera persona que ve porque tiene mono. En este caso, no parece que sea así. Esta mujer fue utilizada como un objeto para satisfacer a otras personas y esto es muy típico de la psicopatía.

—¿Este tipo de personas pueden llegar a cambiar?

—La respuesta es que sí, aunque no en todos los casos. Pero hay un porcentaje de personas en los que es posible reeducarse después de que se ha cometido un crimen. La psicopatía podría entenderse como un espectro entre dos polos, con personas que tienen puntuaciones muy altas en psicopatía y otras que tienen puntuaciones muy bajas. Las personas altas en psicopatía representan un 1 % de la población, pero no todas ellas van a cometer delitos. Existen psicópatas integrados que tienen vidas que llamaríamos normales, con relaciones personales, trabajo, incluso familia. El hecho de que existan psicópatas integrados muestra que existe un porcentaje de ellos que pueden beneficiarse de una reeducación. Puede que nunca dejen de ser fríos emocionalmente, pero pueden entrenarse para entender cómo han de comportarse y pueden reinsertarse en la sociedad. Pero sí que es cierto que en la población carcelaria, los psicópatas son un 20 %. Esto habla de que un psicópata tiene más probabilidades de delinquir.

—¿Es posible para alguien que no tenga formación en psicología detectar si una persona es psicópata?

—Hay tests, pero tampoco es que nos vayan a permitir anticiparnos al delito. Existen psicópatas integrados que nunca van a cometer delitos y existen personas altas en psicopatía. Es más probable encontrarlas cuanto más ascendemos dentro de la estructura de una organización, porque, como señala el profesor Vicente Garrido, experto en este tema, hasta la propia sociedad se beneficia de esa psicopatía. Una persona tremendamente empática nunca va a mandar a su pelotón a avanzar al frente en una guerra. Entenderá que esos soldados tienen hijos y están muertos de miedo. Pero es gracias a esos soldados que podemos frenar invasiones, nos beneficiamos de esa toma de decisión. Cierto grado de psicopatía en la población puede llegar a ser útil. No creo que haya que levantar una histeria social sobre los psicópatas. Hay momentos en los que todos tenemos conductas psicopáticas. Ahora bien, en las relaciones de pareja, hay perfiles de los que nos deberíamos alejar.

—¿Cuáles podrían ser las señales de que una pareja tiene estos rasgos?

—Si la persona genera dependencia emocional y nos deslumbra al principio para después empezar a tener conductas humillantes, a chantajearnos y a utilizarnos para su propio placer. Pero hay que entender que esto es un continuo y no hay nadie libre de tener ciertas conductas. El problema existe cuando esas conductas están presentes la mayor parte del tiempo. Si estas conductas dominan la relación y nos convertimos en esclavos de una pareja que debería ser nuestro igual, debemos poner límites ante eso y, si estamos en riesgo, planificar cómo irnos.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.