La fiebre del décimo invade Vilalba

Xosé Carreira VILALBA / LA VOZ

SOCIEDAD

David Eimil, detrás de la barra del bar Cascudo, que vendió su lotería de Navidad en 6 días de julio
David Eimil, detrás de la barra del bar Cascudo, que vendió su lotería de Navidad en 6 días de julio Carlos Castro

La administración de loterías y el bar Cascudo, «mecas» en busca de fortuna tras el gordo de Navidad del 2017

09 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La fiebre del décimo en Vilalba y toda su área es incontrolable. Después del gordo de la lotería de Navidad del año pasado, que dejó mucho más de quinientos millones de euros en premios muy repartidos, no hay quien pare la furia de los compradores. Es el «nunca tal se viu». Los que recuerdan el gordo de 1976 en Santaballa (el 49764 dejó 1.140 millones de pesetas) dicen que lo que está ocurriendo ahora nada tiene que ver con semejante explosión de ansiedad en la búsqueda de algún décimo que pueda dar un buen pellizco.

El bar Cascudo, de San Xoán de Alba, situado estratégicamente al lado de la vieja N-634 y una entrada a la A-8, se ha convertido en una Meca en la que se implora a la suerte. El año pasado vendió 550 décimos del 71198 que salió de la administración de Vilalba, «¿Qué lotería les queda?», preguntaron el pasado jueves a la hora del vermú dos hombres entrados en años sin pizca de acento gallego. David Eimil, el joven que está detrás de la barra, informa de que solo quedan décimos acabados en 4, 7 y 3. No son de la casa, sino de asociaciones o comisiones de la zona y tienen un recargo de 3 euros. «Nos pones un vino y nos llevamos dos del 4», dice uno de los hombres. Luego cuentan que son de Valencia, que van hacia la costa y que, evidentemente, no pararon en el Cascudo a tomar el vino sin más. Fueron en busca de la fortuna.

«E logo a lotería da casa xa voou?», pregunto a David. «Vaiche boa! E máis tivésemos», responde. Este año compraron el 55078. Lo pusieron a la venta en el mismo momento en que las administraciones comenzaron a despachar los décimos de Navidad, el pasado mes de julio. «En só seis días, adeus a 170 series e 1.700 décimos», dijeron David y Patricia Emil, los hijos de la dueña del Cascudo. La familia logró el año pasado un buen pellizco del gordo. Este año se quedaron también con algunos décimos por aquello de que «non vaia ser».

«A venda foi unha tolería auténtica. Mira, só nunha mañá despachamos 400 décimos. Eramos varias persoas traballando aquí no bar, e unha tiña que estar dedicada exclusivamente á venda da lotería», apuntó David que, con retranca advirtió que «se puxese á venda outra cousa, tamén a vendería».

Que el número del Cascudo vuelva a acabar en ocho no es por seguir machacando en esa terminación del gordo del año pasado. Desde que abrió el establecimiento siempre jugaron a algo que acabase en ocho. «Durante moitos anos non deron nin un can. Pero... viches?», comentó un cliente que, por su sorna debió «picar» algo el año pasado. «Non ho! Se me tocase, non che estaba agora aquí. Estaría no Caribe», advirtió cuando se le insinuó un posible premio.  

Agotado el cinco

Otro gran «santuario» en busca del gordo del próximo día 22 es la administración de loterías de Vilalba, que el pasado año repartió en dicho sorteo 544 millones de euros. Las dos empleadas no descansan casi ni un minuto desde las nueve y media de la mañana, que es la hora a la que levantan la verja de la puerta, hasta las dos de la tarde, y después, desde las cuatro a las siete y media. Es un ir y venir de personas, cada una con una corazonada, manía o capricho distinto. Hay colas incluso antes de que abran el establecimiento. El no va más fue el domingo pasado, día de feria en la localidad. Abrió la administración y la fila de personas esperando llevarse a casa algún décimo se desparramó por la avenida principal.

Las colas son constantes en la administración de Vilalba
Las colas son constantes en la administración de Vilalba Carlos Castro

Solo un cuarto de hora en el establecimiento da para saber los efectos o estragos que causa la fiebre del décimo. «Quero tres iguales que acaben en tres», dijo una mujer a la empleada. Otro cliente buscaba desesperadamente un cinco, pero nada. Esa terminación se agotó en un santiamén. «Os que tiñamos previsto vender no mostrador acabámolos ás primeiras de cambio. Temos algunhas terminacións, pero están comprometidas», informó una de las veteranas empleadas del establecimiento que funciona desde 1927.

El deseo de tener premio lleva a algunos a fijarse en cualquier detalle, como algún décimo que se encuentra descolgado del «tendal» en el que se encuentran los demás. «Deme ese que tiene pegado a la ventanilla», pidió una mujer que reparó en una papeleta que llamaba la atención. La compradora se la llevó contenta. Al poco tiempo, volvía a haber otro décimo en la misma posición. El periodista no pudo resistir la tentación y lo compró. Posiblemente no tardase ni un minuto en volver a ser colocado otro en el mismo lugar. Es un buen gancho. «Creo que é tal a febre que, se alguén ve que unha mosca vai parar a algún recibo, compra a serie completa aínda que logo pase fame un mes», dijo un paisano. Por cierto, no se admite tarjeta para los pagos.

¿Cuánto dinero llegará a la caja de la administración al final del día? Esa es una respuesta que las empleadas no pueden dar. Enfrente está una oficina de Abanca. «Se cadra hai un pasadizo secreto para mover os cartos», bromeó un cliente.