Unas gafas permiten conocer en qué elementos se fija un cliente en un restaurante con el objetivo de poder adaptar mejor la oferta a sus gustos
18 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.Comer en un restaurante es mucho más que saborear el plato. Cuando el cliente dé el primer bocado, como ayer hizo Tania en Santiago con una brocheta de merluza, antes ya habrá vivido toda una experiencia. En qué se fija en una carta, qué papel juega la decoración del local o a qué presta atención cuando le sirven el producto no es baladí a la hora de adaptarse a las preferencias del consumidor y mejorar. Y la respuesta más sincera la ofrecen sus ojos.
¿Y cómo conseguir entrar en la mente del comensal? Con las únicas gafas que, en lugar de mejorar la visión, lo que permiten es entrar en el subconsciente de quien las porta. Las lentes con la tecnología eyetracking tienen unos focos infrarrojos que posibilitan seguir el movimiento del globo ocular y la retención de su pupila en un punto concreto y, de esta forma, saber el lugar en el que focaliza la mirada.
El Clúster Alimentario de Galicia compró esta herramienta. Decir adiós a las estadísticas y encuestas, donde destacan que el consumidor puede no decir toda la verdad, para conocer la realidad a través de sus ojos y aplicar los resultados obtenidos al sector alimentario gallego para mejorar su competitividad. «En los restaurantes sirve para aquellos que quieran solucionar una determinada problemática o como herramienta para mejorar», explicó el gerente del clúster, Roberto Alonso.
Casa Marcelo, un restaurante con estrella Michelin, fue el lugar elegido para mostrar su aplicación. Cinco personas abrieron su subconsciente. Durante los 30 minutos que duró la prueba sus ojos se detuvieron en 3.000 puntos diferentes del establecimiento. Y ya hay alguna conclusión. En lo que más se fijaron fue en la cocina, que en este caso está abierta al público, además de en los camareros. Y, cómo no, en el propio plato. En el caso de Tania, cuando ayer llegó su brocheta de pescado, el elemento al que prestó especial atención fue a un ajo decorativo.
En el restaurante compostelano fue una prueba experimental. Para aquellos que quieran realizar un estudio de su restaurante, Alonso destacó que es necesario un mes y analizar como mínimo la conducta de 30 consumidores. Es una media hora de seguimiento, con cinco minutos de período de adaptación para evitar condicionamientos.
El clúster invirtió este año en la compra de esta tecnología 25.000 euros. Además de en restaurantes, donde ayer se mostró cómo puede aplicarse, también es una herramienta extrapolable a otros ámbitos del sector alimentario. Ya la están usando en proyectos como el lanzamiento de una botella de vino o para analizar cómo percibe el consumidor la calidad de unos mejillones en conserva. También estudiarán los lineales de los supermercados. Todo para no dejar nada al azar en la relación con el consumidor.