Cuando aún no vivías

J. C. Lamas IN MEMORIAM

SANTIAGO

24 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Se me ha muerto de golpe mi hermano pequeño, que ya no lo era tanto. Cumpliría en agosto 55 años. Mi mujer me dice que recuerde los buenos momentos para amortiguar el dolor que me revienta. Y a mi memoria acuden esos días en los que mi madre estaba embarazada y buscábamos nombre para ponerle al que iba a ser su cuarto hijo. Y recuerdo como si fuera ahora el día en el que nació. Mis hermanos y yo fuimos arrojados de casa porque la cigüeña iba a llegar y no podíamos verla. Pero nos regalaron un día de fiesta en la Alameda, aún de tierra y desnuda de lo que ahora se llama mobiliario urbano. Mi abuelo salió del comercio de Viriato en el que trabajaba para darnos la noticia del nacimiento de Luis.

Era un hijo y un hermano muy deseado. Nosotros habíamos prometido dejarle todos nuestros juguetes. Aún lo veo ahora jugando en la huerta de la casa de los Lagartos luchando contra esas berzas que usaba como enemigos, contra las que arremetía en pijama hasta bien entrado el día. Le gustaba trabajar la tierra y plantar las patatas y tenía como confidente en esas labores a Pura, esa señora que trabajaba en casa ayudando en las tareas de la agricultura de autoconsumo.

Un buen día se hartó de matar berzas y coles y se apuntó a eso de Matar hippies en las Cíes de la mano de Siniestro Total. Y también él se fue de camarero lejos, lejos de su hogar. En silencio, lo echaba de menos. Siempre tuvo malas pulgas, pero un corazón tan grande como era hace nada su cuerpo.

No le conocí más amores eternos que su Celta, por el que un escéptico como él pedía a mi madre que cuando fuera a misa echara en el peto de las ánimas una limosna que favoreciera los intereses celestes. Se llevó consigo secretos de su vida, que seguro que eran confesables, cachitos de amor que escondía en esa torpe risa traviesa. Y, solo para no enfadarlo, nunca le dijimos lo mucho que lo queríamos. Que era nuestro hermano pequeño, ese que aún no vivía cuando a nosotros nos pasaban cosas en nuestra corta vida. Eso siempre fue algo que le molestaba muchísimo.

El autor, J. C. Lamas, es hermano del fallecido, que fue enterrado el lunes en Ordes