Otra perspectiva de la Inteligencia Artificial. La del creador de obras con las que la alimentan
02 ago 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Hace mucho tiempo, en el colegio, hice un dibujo de una profesora. No me acuerdo mucho de ella, solo que estaba sustituyendo a alguien, tenía pelo corto y gafas. Yo era una persona tímida así que me refugiaba muchas veces en el dibujo. Aquel retrato ocupaba toda la superficie de una hoja y el parecido era evidente.
Mi compañero de al lado lo vio y me lo pidió para verlo, se lo dejé y sin darme cuenta el dibujo circuló como la pólvora mientras la profesora daba clase. Naturalmente cada alumno hizo su aportación: un moco en la nariz, un parche en un ojo, dientes negros, insultos y todo tipo de textos, a cada cual más bestia. La última persona en ver el dibujo fue la profesora.
Me enviaron a un Consejo Escolar donde traté de explicar lo que había sucedido, sin éxito. Además me hicieron una prueba, escribir la palabra asquerosa en letras mayúsculas para comprobar algo. Yo no sabía que querían pero hice lo que me pidieron.
Escribí «ASKEROSA» y mi letra se parecía a la de uno de los insultos del dibujo, falta ortográfica vasca incluida. Esto bastó para darle a la dirección del centro lo que necesitaba un culpable. Ese día aprendí lo importante que es ser autor de algo y poder demostrarlo o no.
Mucho tiempo después, me convertí en diseñador e ilustrador —has podido ver mis dibujos dando color a cada Bonilista, desde hace años—, pero en su día también programé algo y siempre me he sentido cómodo en ambientes técnicos.
Me APASIONA todo lo que se está desarrollando mediante modelos IA y sigo asiduamente a referentes del sector. Por eso cuando, hace un año —para reforzar su patrocinio de la #Tarugo22— Avantgarde me propuso alimentar un dataset con mis ilustraciones para generar resultados que imitasen mi estilo, me pareció una buena oportunidad para aprender.
El proyecto me permitió entender las variables que intervienen en el proceso general y los distintos modelos. Aunque hay varios, he estado más atento al modelo de difusión guiado por etiquetas. Cuando hablamos de que se han usado MILLONES de imágenes para entrenar una IA, es muy importante que esas imágenes estén etiquetadas o descritas correctamente. Ahí es donde entra el scraping masivo de Pinterest, DeviantArt, Dribbble y otros sitios, ya que son repositorios muy bien etiquetados y organizados por las personas autoras de cada contenido.
OpenAI, Midjourney y el resto de compañías de Inteligencia Artificial son muy conscientes de que la calidad de los resultados depende de forma crítica del tamaño del juego de datos o dataset. Da igual lo bueno que sea el modelo/algoritmo, si no lo «entrenan» de forma masiva no será capaz de mostrar resultados que pasen por buenos.
Hoy por hoy, la generación de imágenes mediante modelos de deep learning es una carrera legal contra los derechos de autor.
Sin embargo, también comprobé como paradójicamente a ese crucial dataset de imágenes, se le suele dar un valor de CERO y —por supuesto— esas compañías no piden permiso a sus autores para usarlas.
Tenemos que entender que bajo el brillo de muchos proyectos de Inteligencia Artificial existe un lado oscuro: el uso de propiedad intelectual con ánimo de lucro sin compartir ningún beneficio con sus dueños originales. Que, hoy por hoy, la generación de imágenes mediante modelos de deep learning es una carrera legal contra los derechos de autor, hasta que se regule especificamente el uso de imágenes para el entrenamiento de modelos. La ley de la Selva.
Hay quien afirma que «la IA generativa se inspira igual que tú para aprender, ¿A caso pagas por todo lo que ves?» y suelo responder que sí, que pagamos. Que no nos demos cuenta no significa que no lo hagamos, solo que está muy bien integrado en el sistema... más allá de querer comparar la inspiración humana con el aprendizaje automatizado de una máquina.
También hay quien afirma que «no se puede poner puertas al campo y regular la tecnología», pero seamos claros, se puede y se debe.
Hay muchas voces mucho más formadas que la mía que ya adelantan como va a terminar esto. Países como Japón —que no parece precisamente un lugar inhóspito para la tecnología, pero donde son conscientes del valor económico y cultural de su producción artística— ya están avanzando en este sentido. La revista Nature o Valve rechazan contenido creado usando herramientas generativas.
Porque las ilustraciones, las fotografías, los textos son propiedad de sus autores —que invirtieron tiempo, esfuerzo y coste de oportunidad para crearlas— y nadie debería utilizarlas para ganar dinero sin contar con sus legítimos propietarios. La IA no crea, recrea a partir de los datos que ha sido alimentada. Y puede que eso esté bien para el 99% de la gente, pero en ningún caso eso puede ser una excusa para apropiarnos de algo que no es nuestro. Si no lo paramos, pronto a nadie le merecerá la pena crear nada original que una IA pueda recrear.
La IA es uno de los mayores inventos de la Humanidad y puede ayudar a mejorar nuestro día a día para siempre, pero si para convertirla en un negocio hay que saltarse la ley, es mal negocio.
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