El colleiteiro Antón Giraldez reflexiona sobre el futuro de la denominación más antigua de Galicia
23 ene 2023 . Actualizado a las 17:34 h.Hace un tiempo que me han llamado para ofrecerme un regalo en forma de discurso. Ni más ni menos que el pregón de la Feira do Viño do Ribeiro. En esta edición querían celebrar el trigésimo quinto aniversario de la Asociación de Colleiteiros. Y, claro, querían como pregonero a uno del ramo.
En mi caso confluyen varios factores para la elección. Soy colleiteiro en activo y miembro de la asociación homenajeada. Soy hijo de colleiteiro y miembro fundador de la mencionada asociación. Vivo el Ribeiro con intensidad y pasión, tengo opinión sobre lo que sucede o deja de suceder en nuestra comarca y, por si fuese poco, no tengo ningún inconveniente en compartir mis opiniones en las redes sociales aunque puedan escocer un poco. Un conjunto de factores que según el parecer de algunos podían confluir en un buen pregón. Lo primero que respondí fue que No. Que no me veo en esos fregados. Que no tengo nada que decir. Eso. ¡Qué voy a decir yo! Y ahí es donde creo que he acertado al rechazar la oferta. Porque con el micrófono ya venía incorporado el guion. Como me ven un poco tontorrón y distraído ya me han dictado el guion para que no me distraiga en los vericuetos de nuestra tierra, no vaya a ser que me interne por los ríos vertebradores de nuestra comarca y me pierda en alguno de sus afluentes.
El mensaje tiene que ser claro, las hostias como panes y las culpas de nuestras calamidades para los otros. Muchos otros y muchas culpas, y que cada palo aguante su vela. He acertado al rechazar el discurso. Me reafirmo. Esta tierra no tiene remedio. Estamos más preocupados de señalar culpables que de buscar soluciones. Apuntamos bajo, muy bajo, sin ambición, sin criterio, sin sentido y con muy mala uva. No hay ningún interés en arreglar los problemas de nuestra tierra y así es imposible avanzar: Los colleiteiros seguiremos (democráticamente) sin tirilla diferenciadora de nuestros vinos, los viticultores seguirán cobrando las uvas a precio de coste de producción (o menos), nuestras aldeas seguirán perdiendo habitantes, el abandono de viñas seguirá a su ritmo habitual, las plantaciones nuevas no compensarán las pérdidas de viñedo por abandono, el palomino seguirá arruinando nuestro discurso de calidad, el Consejo promocionará casi en exclusiva una variedad de uva renunciando voluntaria y torpemente a un rico patrimonio varietal, nuestros popes seguirán trabajando denodadamente para aportar soluciones que reviertan esta situación (algún día), y así podríamos seguir infinitamente con los argumentos hasta acabar elaborando nuestro vino tinto en Valdeorras.
No hay un qué, ni un por qué, ni, mucho menos, un para qué. Un trío de preguntas fundamentales para conducirse por la vida con garantías de éxito. ¿Qué les iba a contar a los que no quieren escuchar sermones ni historias ni cuentos? Pues eso, que rechacé la oportunidad de dar el discurso de mi vida y creo que bien rechazada está. El Ribeiro no se arregla con discursos festivos ni con apelaciones a las glorias pretéritas de nuestro vino.
Necesitamos un liderazgo claro, un plan de promoción basado en la calidad donde el palomino quede desterrado de nuestra comarca, un precio razonable de las uvas de calidad para que trabajar la viña sea un orgullo y no una penitencia y para que nuestras viñas vuelvan a producir y nuestras aldeas a recuperar los habitantes perdidos. Es con el precio razonable de las uvas de calidad donde nuestra comarca puede reverdecer o, por el contrario, continuar sumida en el camino agónico que todos conocemos. Necesitamos un órgano rector que potencie y no ahogue todas las capacidades de la gente de nuestra tierra, que todos los implicados del sector lo sientan como su empresa o como parte de su negocio. En fin. Que necesitamos trabajar por un gran Ribeiro y no competir contra el vecino de al lado. Eso es lo que necesitamos, sumar y no ahogar. ¡Y menos discursos!
Y, por necesitar, los de O Ribeiro más que un Consello Regulador o unas elecciones lo que de verdad necesitamos es un milagro que nos vuelva a situar en la Champions de este mundiño que gira en torno a una copa de vino. Un milagro y que un puñado de negocios top del sector vengan a compartir con nosotros este solar privilegiado que es nuestra comarca y a aportar nueva y vigorosa energía a los proyectos de viticultura, enoturismo, bodegas, gastronomía… de esta tierra. Esto es lo que de verdad necesitamos.