as empresas ourensanas, en su mayoría, están metidas en el alocado carrusel de la crisis. Sortear sus embestidas no es tarea sencilla. A diario llegan noticias escasamente alentadoras del impacto de unas ventas insuficientes. Hoy mismo, estas páginas ofrecen el anverso y el reverso de una misma moneda empresarial. Por un parte el presidente de Copasa, aún haciendo un ejercicio de mesura y responsabilidad, no puede ocultar su lógica satisfacción por posicionarse internacionalmente con el contrato del AVE en Arabia Saudí que reportará a la constructora la mareante cifra de 640 millones de euros. Es el resultado de cinco años de esfuerzo para conseguir esta adjudicación. En el lado opuesto, la cruz va sobre las espaldas de Adolfo Domínguez, cuya compañía ha perdido casi nueve millones de euros en seis meses, el doble que el año pasado. Lamentablemente la textil está lejos de los días de vino y rosas, viviendo a merced de hábitos de consumo que han mudado por la crisis. Hay que crecer fuera de España. En esa reflexión coinciden ambas compañías, la constructora y la textil. Nunca más volveremos a los tiempos de los excesos pretéritos, reconocen sus máximos dirigentes. Es sintomático que dos importantes empresas que tienen su razón social en Ourense vivan hoy procesos antagónicos. Ojalá que la posición de Copasa se afiance y Adolfo Domínguez tenga la lucidez suficiente para salir del fango. No está Ourense para nuevas bajas en el frente empresarial.