La Europa que no funciona

Manuel Blanco Desar
Manuel Blanco Desar ECONOMISTA

OPINIÓN

María Pedreda

07 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Pese a ser indispensable para nuestra prosperidad, la Unión Europea dista mucho de funcionar adecuadamente.

 Véase como los servicios transfronterizos todavía están muy por detrás del comercio. Podemos comprar lavadoras alemanas, quesos franceses, toallas portuguesas, vender conservas gallegas en Finlandia,… pero no es tan fácil que un dentista coruñés, o un electricista, puedan ofrecer sus servicios un par de semanas al mes en Irlanda u Holanda. En el caso de los servicios, que suponen más de la mitad del Producto Interior Bruto (PIB) europeo, resulta deprimente.

En teoría las normas europeas prevalecen sobre las estatales pero, ay, las aplican las burocracias locales. Esto lo explica bastante. Por ejemplo, si una Handwerkskammer germana o una Chambre de Métiers et de l’Artisanat gala ven como cae por su jurisdicción un electricista galaico cobrando la mitad, lo van a loquear. Lo mismo para el dentista que se las tenga que ver con la Irish Dental Association.

De este modo, Europa sigue fragmentada en miles de micro-mercados controlados por los ya establecidos. Muchos de estos servicios profesionales son a su vez insumos de empresas que han de competir en el mercado mundial, como los de mecánicos de maquinaria pesada o instaladores industriales.

La respuesta de la Comisión Europea ante este desbarajuste deja mucho que desear. En realidad, la Comisión hace que hace. Incoa un procedimiento testimonial de infracción a algún Estado por alguna denuncia particular y punto. No hay controles sistemáticos y recurrentes, no hay estudios estadísticos sobre el grado de apertura a la competencia de otros profesionales europeos.

Directivas como la de cualificaciones profesionales o la de servicios en el mercado interior son papel mojado. La campaña chauvinista contra el «fontanero polaco» truncó en gran medida la aprobación de la Constitución europea tras el referendo francés del 2005. El soldado Chauvin nos apunta desde La Grande Armée napoleónica.

El sistema de control ideado hace seis décadas para verificar el cumplimiento del Derecho europeo ya no sirve. Sin inspectores de la Unión Europea sobre el terreno, sin policía y tribunales federales, el mercado interior seguirá languideciendo, y con él nuestras contadas probabilidades para encarar la creciente competencia y competitividad de nuestros más avanzados competidores. No aprendemos. Europa es cada vez menos relevante en la escena mundial y con ella nuestros valores y nuestro modelo social.

No nos percatamos de este hándicap. En el fondo, es tan anómalo como que la policía belga investigue a diputados del Parlamento Europeo.