El bueno, la mala y el feo

Erika Jaráiz Gulías DEPARTAMENTO DE CIENCIA POLÍTICA Y SOCIOLOGÍA DE LA USC. COORDINADORA DEL MÁSTER EN TECNOLOGÍAS EN MÁRKETING Y COMUNICACIÓN POLÍTICA

OPINIÓN

19 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El adelanto de las elecciones andaluzas constituía el tercer peldaño electoral que Pablo Casado había diseñado para llegar a la Moncloa. Tras Madrid y Castilla y León, los populares pensaban que Juanma Moreno podría representar el golpe definitivo para convencer a los españoles de que el tiempo de los socialistas en España había terminado. 

Pero Castilla y León resultó un fiasco, que no solo puso límites a los avances del PP, sino que también supuso un giro en la estrategia de Vox, que ya, definitivamente, se apuntaba a la quinta ola de la extrema derecha e imponía su presencia en el Gobierno de Mañueco; una cohabitación natural para Ayuso o Casado, pero que resulta difícil de aceptar para Feijoo, que no quisiera llegar a Europa como el primer presidente del grupo popular que incorpora a la extrema derecha en su ejecutivo.

Moreno quiso aprovechar el risorgimento popular para intentar el asalto al gobierno en solitario, ya fuera a través de una mayoría absoluta o a través de una suficientemente amplia para no necesitar de socios de coalición. Y lo cierto es que, de darse, esas aspiraciones de Moreno deberían funcionar como espejo en el que se miraran los españoles cuando tuvieran que decidir su voto para las generales, o al menos esa sería la ruta soñada por Feijoo, que coincide bastante con la que diseñara Casado.

Por eso, la afirmación de Macarena Olona de que si necesita un voto para la investidura solo lo tendrá con Vox en el Gobierno ha caído como un jarro de agua fría sobre la estrategia popular, porque si Moreno se ve obligado a negociar con Vox, el camino de Feijoo se hará mucho más tortuoso que el que el expresidente gallego esperaba, y Abascal empezará a llamar a su puerta de manera insistente y pública.

Nadie duda de que el PSOE de Sánchez quiere acabar la legislatura con la presidencia de turno de la Unión Europea, y tampoco que Vox está ansioso por entrar en el Gobierno de España y buscará en los próximos meses la celebración de elecciones. La duda reside en conocer la estrategia que seguirán, tras las autonómicas andaluzas, el Partido Popular y las convulsas organizaciones de izquierdas, que cada vez que participan de un gobierno sufren el efecto pompa de jabón; vamos, que tocan poder y se rompen.

Si Moreno gobierna solo, el PP entonará el «váyase, señor Sánchez» con vehemencia. Pero si tiene que negociar con Olona, Feijoo habrá perdido parte de la iniciativa y tendrá que diseñar una ruta alternativa para acercarse a los votantes de centro. Esa ruta no puede pasar por hacerle ojitos a Abascal, y para ello Ayuso tendrá que convertirse en su pareja política de hecho, ella para ronear con los extremis y él para hablarle al centro. Un equilibrio difícil, incompleto, pero útil; él, el bueno; ella, la mala, y el feo, Abascal, el necesario, pero no deseado.