Esta Semana Santa

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

PEPA LOSADA

27 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

No habrá ni desgarradoras saetas al paso de la Virgen, ni marchas musicales abriendo los desfiles procesionales; ni costaleros ni llevadores de andas portando las imagines; ni tambores acompasados ni trompetas rasgando el aire de la tarde; ni ramos ni palmas en el hosanna triunfal del Domingo de Ramos, ni sayones encapuchados ni altivas mantillas españolas.

Ni el jubiloso bullicio semanasantero andaluz, ni la sobria austeridad castellana, ni los empalados extremeños con su hábito de cilicio de cuerda y espadas, ni los penitentes del viernes santo en Bercianos de Aliste, en Zamora, vestidos con los sudarios que serán su mortaja.

No se escuchará en la noche del Jueves Santo el canto monótono del Miserere en las calles zamoranas, ni el Plorans del maestro Pacheco en la mañana del viernes en Mondoñedo.

Esta Semana Santa no se celebrará el encuentro medieval en la plaza mayor de Viveiro, donde un articulado Jesús cargado con la cruz cae tres veces en su recorrido camino de un Calvario que solo la piedad es capaz de imaginar, y cuando la noche anuncie el nuevo día no habrá «caladiños» que acompañen a la Virgen en su dolor de madre afligida.

Ni el oficio de tinieblas, ni el réquiem de Chopin interpretado por la banda de musica local, podrán escucharse esta Semana Santa en la que no habrá pasos ni tronos en la geografía de un momento del año que une a pueblos y ciudades desde Medina del Campo a Málaga, desde Jerez de los Caballeros a Ferrol, desde Cartagena a Valladolid, desde Sevilla a Murcia, desde Astorga a Jerez de la Frontera en un suma y sigue, en un mapa religioso que llena toda la península.

Esta Semana Santa no habrá el olor a cera de los hachones, de los velones de los cofrades y solo el aroma del azahar o de las varas de nardos perfumarán las calles de Sevilla y solo la luna llena sobre el Guadalquivir se detendrá sobre el puente de Triana cuando este año, al igual que el pasado, descubra la ausencia del Cachorro, o de la Macarena, de la Esperanza de Triana al no cruzar el puente.

Esta Semana Santa tampoco asistiremos al desfile laico de las caravanas de automóviles, ni a los atascos en las carreteras. El maldito covid, la perversa pandemia que se resiste a desaparecer impidió la primera celebración cristiana de la primavera, que aguarda una nueva Pascua de Resurrección que ponga final a esta pesadilla de dolor y muerte, que ha vuelto a desterrar de nuevo esta, nuestra entrañable, Semana Santa.