«Gran Hermano» o cómo subestimar el poder del público

OPINIÓN

29 nov 2019 . Actualizado a las 09:10 h.

La reacción de Zeppelin y Mediaset cuando, como se veía venir, el escándalo de la presunta violación de Carlota Prado en GH Revolution hace dos años les ha explotado en la cara es incalificable y deleznable. Tras años de silencio absoluto, no fue hasta que un medio estadounidense especializado en televisión, Variety, se hizo eco de la noticia, cuando Endemol se vio obligada emitir un comunicado en el que reconocía errores en la gestión de este caso de abusos sexuales, por los que Jose María, el otro concursante implicado, está a punto de ser juzgado. Aunque Mediaset y Jorge Javier Vázquez se lo tomen a broma, la situación no admite chistes. La jueza vio indicios, según un auto publicado por El Confidencial, de que, aprovechando el estado al borde de la inconsciencia de Carlota, el concursante «habría realizado movimientos bajo el edredón que aparentemente pudieran consistir en penetraciones». Así que bromitas, las justas. 

Una vez que a Mediaset le han ido al bolsillo a través de un boicot por parte de los anunciantes (una lista que no para de crecer), es cuando, tarde, mal y equivocándose de nuevo, la compañía se ha manifestado. Pero, lejos de hacer un acto de contrición, lo ha hecho para echarle la culpa a otros. Concretamente a su principal contrincante: Atresmedia. Dos años después, se «compromete a trabajar reponsablemente para superar esta situación», pero su principal preocupación pasa por salvar a la gallina de los huevos de oro, que en esta última edición está batiendo todos los récords de audiencia superando el 30 % de cuota de pantalla en muchas ocasiones. Telecinco subestima a ese público tan fiel, que disfruta viendo cómo GH VIP 7 se ha convertido en Sálvame, y lo hace también Jorge Javier Vázquez, que se permite bromear sobre algo tan grave como una violación. Si no se encuentra nada mejor que decir, el silencio siempre es una buena opción, porque después no se puede intentar sentar cátedra y dar lecciones de civisimo en directo, como acostumbra hacer el presentador. 

Cuesta creer que en los despachos de Telecinco se hayan olvidado de cómo una crisis mal gestionada provocó otra fuga de anunciantes que terminó con el fin de La Noria, que había pagado a la madre del Cuco (condenado por su implicación en el asesinato de Marta del Castillo) por una entrevista. Pero con sus primeros movimientos bien parece que sufren amnesia temporal. ¿Puede suponer el caso Carlota el fin de Gran Hermano? Pues esa opción está cada vez más cerca, viendo, además, cómo están gestionando cadena y productora el cabreo de los espectadores en un momento en el que la sociedad está cada vez más sensibilizada con este tipo de casos. No reconocer que se gestionó mal, no cuando ya la gran ola del tsunami ha arrollado todo a su paso y no hay remedio, sino antes, hace meses, es un error: en las últimas semanas han tenido muchas oportunidades para pronunciarse y, sin ningún tipo de dudas, intentar ayudar, comprender y apoyar a una presunta víctima. Pero es que encima ahora, al desviar la atención culpando a la competencia de una «campaña denigratoria», parecen obviar unos hechos que sucedieron a la vista de la justicia, y que a los responsables de Gran Hermano en aquel momento también les parecieron los suficientemente graves como para acudir a poner una denuncia ante la Guardia Civil. La dirección el reality y la cadena no tuvieron escrúpulos entonces, cuando se grabó el momento en el que se le pusieron las imágenes de lo ocurrido a Carlota, sin apoyo psicológico, y le pidieron que era mejor «para todos» que aquello no trascendiese; ni los tiene ahora, cuando su principal objetivo es proteger a uno «de los programas preferidos por la audiencia». No todo vale, porque el público, por muy fiel que sea a un espacio televisivo, no es tonto ni fácilmente engañable.

Intentar convencer a una presunta víctima de un abuso que se lo calle, ofreciéndole además la amable opción de que puede irse a su casa y que le perdonan la penalización por abandonar el programa, supone un mazazo por todos los que aún hoy luchan para que las víctimas de violencia machista y de abusos (tanto niños como adultos) denuncien, hablen y visibilicen una lacra cuya erradicción debería ser una prioridad para todos, desde el Gobierno al último ciudadano de a pie. 

Poco le valen a Mediaset sus campañas de concienciación como la mítica 12 meses, 12 causas o el espacio contra el micromachismo que ha incluido en Sálvame, porque en este caso, ha actuado con las mismas prácticas que supuestamente intenta denunciar. Esa audiencia a la que está subestimando está a punto de darle la estocada final a un programa que, tras vivir horas bajas con la marcha de Mercedes Milá y el fin de los realities de anónimos (de hecho GH Revolution fue el último con una audiencia mucho más reducida), vivía de nuevo una época dorada. La mala gestión de un caso tan grave como una presunta violación, de principio a fin, pero más en los últimos días, esté suponiendo el fin de un formato que muy probablemente no llegue a soplar las veinte velas en España. Y no, por si alguien lo está pensando: cambiarle el nombre no es la solución, porque eso Telecinco ya lo intentó tras el debacle de La Noria y tuvo que retirar de su parrilla El Gran Debate a las pocas semanas. Ojo con la audiencia, que ni olvida ni perdona.