Ahora todo depende de Guaidó

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado INCERTIDUMBRE EN VENEZUELA

OPINIÓN

JUAN BARRETO | Afp

05 feb 2019 . Actualizado a las 13:03 h.

Al final, y como era fácil adivinar, el retraso de ocho días en el reconocimiento de Juan Guaidó por parte de los países europeos ha sido un tiempo perdido. Ni había posibilidad alguna de que Nicolás Maduro convocase elecciones ni la Unión Europea iba a poder pactar una postura común en este asunto. Y así ha sido. No ha habido comunicado conjunto y cada país ha hecho el reconocimiento cuando ha querido. No es terrible, pero es un nuevo fracaso de la «política exterior común», que sería mejor empezar a pensar en abandonar del todo, porque no sirve más que para hacer las cosas ocho días más tarde, en el mejor de los casos, o para no hacer nada.

De hecho, probablemente ha resultado mejor así: el reconocimiento en cascada es más eficaz psicológicamente que un comunicado consensuado, produce la sensación de efecto dominó, de contagio. Además, no todos los reconocimientos son iguales. España es el principal inversor en Venezuela, buena parte del oro venezolano está en el Banco de Inglaterra; Alemania y Francia tienen peso en el comercio mundial. Esos apoyos, y no necesariamente el de la UE en su conjunto, eran los que contaban.

Consecuencias prácticas

Es un clímax que irá, es inevitable, seguido de su anticlímax. El reconocimiento de Guaidó, incluso por países poderosos, no son palabras mágicas. Tampoco es algo meramente simbólico, tiene consecuencias prácticas, como el aislamiento diplomático o la congelación de fondos estatales venezolanos. Sobre todo, es una crisis: un movimiento pensado para crear una inestabilidad que obligue a Maduro a tomar decisiones.

De momento, tendrá que decidir si expulsar a los embajadores de los países que no le reconocen, y qué hacer si no quieren irse. No expulsarles supondría una erosión de su autoridad, y hacerlo, un riesgo de escalada en el rechazo internacional.

En esa posible escalada, ¿existe la posibilidad de una intervención militar por parte de Washington? Donald Trump es conocido por su rechazo a las aventuras militares en el extranjero, si bien ha puesto a cargo de Venezuela a dos neoconservadores de la era Bush, John Bolton y Elliott Abrams, muy inclinados al intervencionismo. Pero es muy poco probable. Operacionalmente, una invasión no es fácil de ejecutar, la oposición venezolana no la desea, y el nacionalismo de los venezolanos haría que incluso muchos contrarios a Maduro se mostrasen hostiles a una acción de este tipo.

O sea que es, al final, sobre la oposición, y sobre Guaidó en concreto, sobre quien recae la responsabilidad de hacer avanzar su causa. El reconocimiento internacional le da el espacio y la iniciativa para hacerlo, pero no mucho más. Ahora depende de su habilidad a la hora de mantener a la oposición unida y tejer complicidades en los aledaños del poder, sobre todo en las fuerzas armadas, donde sigue sin haber señales de ruptura: un general de aviación que ha dado su apoyo a Guaidó es poca cosa en un país en el que hay 1.500 generales. Es cierto que eso puede cambiar en cualquier momento. Todo puede cambiar en cualquier momento. En eso consiste, justamente, una crisis política: en una inquietante oportunidad.

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