And the winner is... ¡Vladimir Putin!

OPINIÓN

06 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Si Bismarck y Metternich levantasen la cabeza quedarían horrorizados al ver cómo sus tataranietos políticos -es decir Merkel y sus adláteres- olvidaron las reglas más elementales de la realpolitik -una mezcla de diplomacia y fuerza que ellos inventaron-, y cómo arrastran a la UE -que podría constituirse en la potencia política con mayor auctoritas del mundo- hacia un invento descafeinado -la okzidentpolitik- que la señora Catherine Ashton administra como si fuese una boutique, haciendo viajecitos y diciendo lindezas. Claro que, a cambio de la decepción y el susto, tanto Metternich como Bismarck entenderían muy bien por qué Putin, sin despeinarse, se sale con las suyas.

La idea clave para analizar esta situación es que Europa no tiene política exterior y de defensa común, y que en su lugar hay una pillota de oportunidades que tiende inexorablemente al desbarajuste. Cada vez que hay un problema, los cinco Estados más grandes se meten de nuevo en la torre de Babel, e invocan en vano, haciendo el ridículo ante sus interlocutores, el nombre de la UE. Y los cinco más pequeños, que también quieren hacerse ver, llaman a Obama para que los reciba en la Casa Blanca y les deje hacerse una selfie con él. Y el único que juega al ajedrez, moviendo las fichas y enrocándose a placer, se llama Putin.

El segundo problema es que tanto en la UE como en los Estados Unidos se ha instalado un occidentalismo estúpido que, convencido de su superioridad moral, democrática y económica, cree que nadie discute nuestros valores y modelos, y que somos la piedra filosofal que convierte en oro democrático todas las algaradas que toca. Por eso pretendemos redimir el mundo a base de bombardeos -Afganistán, Irak o Serbia-, con revoluciones de papel capitaneadas por indignados de muy variada condición -Siria, Libia y Ucrania-, apostando por países estabilizadores de dudosa reputación -Israel, Pakistán o Arabia Saudí-, o aceptando dictadores y espadones -Egipto y Argelia- sobre cuyas pisadas no vuelve a crecer la democracia. Un horror y un fracaso.

El pulso de Ucrania, cualquiera que sea su evolución, ya es para Rusia. Porque nadie supo ver que la revolución que triunfaba en Kiev era un caos sin salida; porque la situación de Ucrania es desesperada y no admite experimentos beatíficos; porque Rusia no puede entregar Ucrania al desorden, y está dispuesta a correr en Crimea los riesgos que Europa no correría por el mundo entero; porque la UE es como una rubia tontita que solo vale para presumir; y porque Obama es el primer presidente de la decadencia, cuyas advertencias suenan -¡tolón, tolón!- a cencerro de vaca marela. Por eso espero que no se escandalicen si digo que gracias a Putin se evitó el caos al que la UE jugó de forma irresponsable. Como si Bismarck y Metternich jamás hubiesen existido.