Señoritos catalanes

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

23 nov 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Hace mucho tiempo que la expresión «señorito andaluz» está en uso para fustigar o (des)calificar al terrateniente ocioso del sur de España y, por extensión, al que vive a cuenta de los demás sin dar palo al agua. Pero al fijarnos en lo que está ocurriendo en Cataluña, sobre todo en el ámbito político y en el de los argumentos destinados a la manipulación social, uno empieza a vislumbrar una definición que le cae como un guante a esa nueva casta de partidarios enredadores que gritan «España nos roba» o «hay que parar el AVE Galicia-Madrid». Dicho en román paladino, ellos son los nuevos «señoritos catalanes», de la misma estirpe banal, ociosa y egoísta que los otros, pero más peligrosos, porque han anidado en las direcciones de los partidos de ámbito regional y vocación nacionalista o independentista. Desde esas poltronas escupen su incomprensión y su desprecio, y no veo nada bueno en soportar sus desaires ideológicos ni sus falsedades socioeconómicas.

Hubo una burguesía catalana lúcida y emprendedora, ¡y todavía la hay!, pero es frustrante ver que no está al frente de partidos o coaliciones políticas relevantes. El actual presidente de la Generalitat, Artur Mas, es un heredero claro de esa burguesía con liderazgo (en su caso, en los sectores textil y metalúrgico). Formado como economista, aún ahora aparece definido en Google como un «político español de ideología liberal y nacionalista catalana». Todavía en el 2006 él mismo se reconocía como nacionalista «tolerante y moderno» pero integrador. Fue tras la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto cuando empezó a defender el derecho de Cataluña a decidir. Y esta opción se ha convertido en ariete al acentuarse la crisis, con los severos recortes que la Generalitat ejecutó. CiU descubrió entonces que se desangraba electoralmente, y sus señoritos, que se veían derrotados, se lanzaron a por la independencia. Lograron así recuperar los votos perdidos y que se dejase de hablar de crisis y de corrupción. Sin dejar de disparar contra el AVE gallego. ¡Los señoritos andaluces nunca supieron hacerlo tan bien!