Charlie Javice le vendió a JP Morgan su empresa emergente de tecnología financiera por 175 millones, una operación que está ahora en manos de la Justicia y que ha resultado ser un gran fiasco: la firma tenía una legión de clientes falsos
05 feb 2023 . Actualizado a las 09:30 h.Dicen que es Jamie Dimon —el hombre fuerte de JP Morgan Chase— a la banca estadounidense, lo que Dios a la Biblia. O casi. Lo conocen en su país como el banquero más poderoso del mundo. Que para algo fue el único que sobrevivió a la voraz crisis que se desató tras la caída en desgracia de Lehman Brothers, de la que este año se cumplirán 15 años.
Por eso que lo de llevarse al huerto —financieramente hablando, no vayan a pensar— a alguien tan bregado en las siempre movedizas arenas de Wall Street, el corazón mismo del capitalismo, no ha de ser fácil. Y menos, cuando quien persigue tal propósito no es más que una treintañera. Pues bien, puede que sobre el papel parezca imposible que eso suceda, pero ya les adelanto que así ha sido. O eso al menos es lo que proclama indignado Dimon. A saber: el avispado banquero le compró en el 2021 una start-up llamada Frank a Charlie Javice, su joven fundadora. Nada menos que 175 millones de dólares pagó por ella. «No todos los días consigue una un nuevo comienzo de cuento de hadas (¡no un final!)», escribió entonces en LinkedIn, la astuta emprendedora, rebosante de felicidad ante tamaño pelotazo.
Más que justificado el alborozo. Y no ya por lo abultado de la cifra, que también, sino porque, por lo que parece, lo que le vendió a la mayor entidad financiera de Estados Unidos no fue otra cosa que humo. Eso es lo que mantiene JP Morgan Chase, que ha decidido poner el caso en manos de la Justicia. Frank, la criatura que alumbró Javice con solo 24 años, fue creada para ayudar a los estudiantes a financiar las carísimas matrículas de las universidades estadounidenses. Cuando el titán de la banca norteamericana puso sus ojos en ella, decía contar con una cartera de 4,25 millones de alumnos —con nombres, direcciones, fechas de nacimiento y un sinfín de datos personales—, pero, en realidad, y siempre según la denuncia de la entidad, solo había conseguido reclutar a 300.000. Y, cuando el equipo de Dimon le reclamó esos datos para valorar la compra, primero les dio largas diciendo que no podía revelar esa información confidencial; y más tarde, cuando ya no le quedó más remedio que acceder a la petición, se los sacó de la manga. Literalmente. Se inventó una legión de clientes falsos. Con la ayuda de su director financiero, que también figura en la denuncia, y de un experto en datos, al que le pagaron 18.000 dólares por el trabajo.
Javice creció en el próspero condado de Westchester, en Nueva York, donde montaba a caballo y asistía a la escuela francoamericana. Hija de un financiero y de una, primero maestra y luego coach de vida (de esos que dicen que le enseñan a una a identificar y alcanzar sus objetivos), se graduó en Finanzas y Derecho en Wharton, la escuela de negocios de la Universidad de Pensilvania. En solo tres años. Era una estudiante brillante, ambiciosa. Y un poco también Antoñita la Fantástica, por lo que le han contado a la prensa estadounidense algunos de sus compañeros de aquella época. Ha de serlo para engañar a Dimon, sacarle 175 millones de dólares y creer que se iría de rositas. Aunque, igual, hasta lo consigue.
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