Alfonso Rueda, esta mañana, en el Parlamento
Alfonso Rueda, esta mañana, en el Parlamento Sandra Alonso

02 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Rebajar impuestos es bueno, acaba de decir el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, entrando de forma moderada, como era de esperar, en este frenesí de las rebajas fiscales al que se han lanzado todos nuestros representantes políticos como quien se lanza al montón de los saldos de los grandes almacenes. Rueda podría haber añadido que rebajar impuestos es bueno para ganar elecciones o, incluso, que sin embargo los impuestos son necesarios para pagar las aceras y las farolas. Pero ha sido escueto. No llega, ni con mucho, a lo que decía Donald Trump en el 2016, en la campaña de las elecciones que ganó: «Los impuestos son un gran gasto. Y aún así no me importaría pagar más si nuestros políticos supieran cómo emplear el dinero, pero no saben. Lo derrochan». Esto no son los Estados Unidos, ni triunfa aquí, de momento, el anarcocapitalismo, como allí. Pero podemos estar en el camino.

Mientras se preparaba este batiburrillo de las rebajas, la Universidad Internacional Menéndez Pelayo organizaba, en julio pasado, un seminario titulado «Conciencia fiscal en España. Dónde estamos y cómo podemos mejorar», título que implica, de partida, que no estamos bien. La periódica encuesta del CIS sobre percepción de la política tributaria confirma que vamos a peor. En el 2021, un 59,2 % de los encuestados decían que los impuestos son necesarios para que el Estado pueda prestar servicios. En el 2022, ese porcentaje sube hasta el 59,4 %, pero los que piensan que «los impuestos son algo que el Estado nos obliga a pagar sin saber a cambio de qué» aumentan del 23,2 al 23,5 %. El año pasado, un 60,6 % creía que recibía en servicios del Estado menos de lo que pagaba. Este año, los que piensan eso son un 62 %. En un país con una economía sumergida equivalente al 20 % del PIB, y con una larga tradición de tolerancia a la evasión, tanta mala propaganda hacia el impuesto puede traernos dificultades cuando haya que pagar la ingente deuda contraída estos meses. Entonces, gobierne quien gobierne, habrá que subir impuestos, y nadie será capaz de defender sus bondades ni de creérselas.