El único exceso que se permite es el de tomarse hasta seis semanas de vacaciones al año. Para desconectar. Porque en Netflix, dicen, se trabaja las 24 horas del día, siete días a la semana, como en urgencias. Casado con su novia de toda la vida, Patricia Ann Quillin, con quien tiene dos hijos, disfruta con su familia y sus mascotas —entre las que se incluyen, además de varios perros, alguna que otra cabra— de la tranquilidad de su mansión en Santa Cruz (California), donde su mujer trabaja en el Museo de Historia Natural. Además de una piscina olímpica y un jacuzzi en el que caben hasta una docena de personas , dispone la familia, como no podía ser de otra manera, de una sala de cine.
Cuenta el propio Hastings que lo de Netflix se le ocurrió después de tener que pagar una multa a su videoclub de Silicon Valley, por no entregar a tiempo un cinta de VHS de Apolo 13. Dice que el dinero (40 dólares) le dolió menos que el orgullo. Y no paró hasta dar con la fórmula para alquilar vídeos y devolverlos desde el sofá de casa. Corría el año 1997 cuando aquel invento echó a andar. El nombre de la compañía lo eligió junto a su socio en la aventura, Marc Randolph. Antes de decantarse por el de Netflix, tuvieron sobre la mesa otros como TakeOne, NowShowing y NetPix. Ahora Hastings está solo ante el reto de repensarla. Randolph hace ya años que abandonó el barco, incapaz de vislumbrar el futuro de la firma, según reconoció tiempo después.