La que se avecina en el edificio: morosos, derramas y discordias

MERCADOS

MABEL RODRÍGUEZ

La crisis inflacionista acaba con los fondos ahorrados, obliga a fuertes subidas en las cuotas y compromete las subvenciones europeas para rehabilitación

22 abr 2022 . Actualizado a las 09:06 h.

Si todavía no ha notado el rejonazo, enhorabuena. Significa que vive usted en una comunidad de vecinos saneada y ahorradora, con el suficiente pulmón para aguantar la escalada inflacionista que comenzó a mediados del año pasado y que se ha puesto muy cuesta arriba con la guerra de Ucrania. Pero el panorama que se divisa es muy distinto, porque esos fondos con los que se han asumido los excesos de gastos se están agotando. «Hemos vivido de rentas», advierten desde el Colegio de Administradores de Fincas de Galicia, que al igual que en otras crisis ve venir los problemas con unos meses de diferido, tras casi dos años sin reuniones por la pandemia y con demoras en decisiones importantes. A partir de ahora no faltarán en el orden del día las subidas de cuotas para seguir haciendo frente a las facturas con solvencia; las derramas si ya se ha excedido la capacidad de respuesta; la morosidad, que terminará aflorando más pronto que tarde; y, allí donde quede músculo, las inversiones para rebajar el impacto energético aprovechando las ayudas de Europa.

Los recibos son alarmantes, sobre todo en las comunidades con calefacción a gasoil sin contadores individuales, donde ya es más habitual pasar al cobro una cantidad variable que depende de la carga de combustible y de su consumo mensual. En edificios de Ourense, donde más aprieta el frío, el capítulo de gastos ha pasado de 40.000 a 100.000 euros, un aumento empujado por el precio del metro cúbico de gasoil, que en un año saltó de los 480 a los 1.400 euros que se están pagando en las últimas semanas. «En el recibo mensual significa pasar de 100 a 300 euros», calcula Teresa Suárez Agrasar, secretaria del colegio de administradores de fincas, que reúne a seiscientos profesionales gallegos. Las viviendas con contadores individuales están canalizando a través de sus propias facturas la brutal escalada energética, pero también van a notar la subida en los presupuestos, en los que será necesario asumir nuevas cuotas con incrementos cercanos al 10 %, porque es lo que acabarán repercutiendo los proveedores, las empresas de limpieza o las de mantenimiento de los ascensores.

Más impagos

Y habrá otra estocada peor, o al menos más dolorosa. En Galicia, el 80 % de sus habitantes viven en comunidades residenciales. «Los gallegos somos pagadores y ahorradores», describe Suárez con carácter general, pero hay gente que no responde porque no quiere, y otra, porque no puede más. «Las subidas van a tener que aprobarse por mayoría en las reuniones y sabemos que van a dejar a algunos vecinos descolgados. Tenemos una población muy envejecida y con pensiones bajas, personas que hacen un esfuerzo para ir abonando sus gastos, pero todo se va a revolucionar», indica. Es una manera suave de decir que aflorarán más morosos, considerados como tales aquellos propietarios o inquilinos que dejan sin pagar más de tres o cuatro facturas y que, de alguna forma, acaban repercutiendo su cuota al resto de la comunidad, que no puede prescindir de los servicios. La conflictividad, auguran, va a comenzar este año y se extenderá al 2023.

Las soluciones no son sencillas. Las comunidades, a diferencia de los particulares, tienen menos margen de maniobra para buscar precios competitivos en el mercado energético. Los residenciales que tienen la calefacción centralizada se consideran grandes consumidores, por alcanzar o superar los 50.000 kWh anuales, por lo que solo pueden contratar el suministro de gas en el mercado libre, sin poder acudir al regulado, que es más flexible. Pese a que el objetivo final es aportar confort al hogar, se aplica una tarifa de uso industrial, una «discriminación» que entre peajes y pagos a la comercializadora acaban suponiendo unos consumos el doble de caros en el mejor de los casos, de ahí que los gestores de fincas reclamen al Gobierno un nuevo tratamiento. 

Galicia cuenta con un parque residencial envejecido que suma 1,6 millones de viviendas, de las cuales, unas 300.000 están vacías, según la Federación Galega de Empresas Inmobiliarias. Un lastre para las comunidades, porque detrás suele haber problemas de pagos en las cuotas que ahora se recrudecen con la desaparición paulatina de los inquilinos en los bajos comerciales, que también hacían importantes contribuciones a las cuentas.

Cómo rebajar las facturas

Ya quedan pocos trucos buenos y que funcionen de verdad para rebajar las facturas de la comunidad. De hecho, los expertos creen que lo más efectivo es la solidaridad, especialmente en los edificios que comparten calefacción. No usar el calor y el agua a caño libre genera un ahorro que marca la diferencia, que todavía es mayor si los radiadores tienen un buen mantenimiento y se purgan con cierta frecuencia. El chorro de gasoil desperdiciado —es frecuente ver ventanas abiertas en horas de funcionamiento de la caldera— se corta cuando entran en juego los contadores individuales. Y como último recurso asequible se pueden instalar termostatos en las casas para interrumpir el suministro si se alcanza una temperatura interior agradable, en torno a los 21 grados por el día; y a los 16 o 17 por la noche, recomiendan.

El uso de dispositivos de presencia y las bombillas led ya están generalizados, aunque las colectividades con economías más ajustadas no han adelantado la inversión y van cambiando las luminarias a medida que se estropean, ralentizando una transición que puede rentabilizarse en un tiempo razonable. El ascensor, apuntan los expertos, es otra de las grietas energéticas que suelen dejar margen para gastar menos. Lo más oportuno es avalar cualquier cambio con un informe técnico y con acuerdo de los vecinos, entre los que tiende a crecer la resistencia a gastar.