Agapito García,  el gran veterano en la lista de morosos

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El empresario toledano inició su pulso con el fisco en 1989, cuando vendió las cuatro firmas que tenía dedicadas al hormigón y a materiales de construcción a un grupo británico, y las autoridades tributarias le acusaron de eludir sus obligaciones con el erario público a través de una sociedad pantalla

04 jul 2021 . Actualizado a las 10:11 h.

Este año no la encabeza, pero ha estado en lo más alto durante mucho tiempo. Y puede que algún día recupere el cetro. No es el que más. Pero, le llega. ¡Y tanto! Agapito es su nombre. García Sánchez, los apellidos. Y la lista de la que hablamos, la de los grandes morosos. Aquellos que deben más de un millón de euros al fisco patrio y cuyas identidades airea cada año Hacienda para ver si sacándoles los colores deciden rascarse el bolsillo y saldar las cuentas.

El último de los listados, el que ha visto la luz esta misma semana, lo encabezan el matrimonio propietario de la inmobiliaria Aifos: Teresa Maldonado, con 15,67 millones, y Jesús Ruiz Casado, con 15,56 millones. Les sigue el empresario objeto de este perfil que, a pesar de haber reducido su deuda en 566.000 euros, sigue debiendo 15,41 millones.

Lleva García Sánchez años pleiteando con Hacienda. Tantos que la historia que hoy nos ocupa arranca en 1989. El año en que el empresario decidió vender las cuatro firmas que tenía dedicadas al hormigón y los materiales de construcción al grupo británico Steetley, fagocitado tiempo después por el gigante cementero Holcim.

Le pagaron a Agapito entonces 22,7 millones de euros. Rastreada la operación por los inspectores del fisco, concluyeron estos que aquello no estaba del todo claro. Le atribuyeron el haberse escudado en una sociedad pantalla para eludir sus obligaciones con el erario público. Sostenían que había empleado esa firma instrumental para pagar menos impuestos. En concreto, solo el 13 %, cuando por ley le habría correspondido abonar el 56%. A partir de ahí, un pulso entre las dos partes, que va camino de eternizarse. Un año después de la venta, llegaba la reclamación: 20 millones de euros (el capital eludido y una sanción del 70)%. El empresario se negó a pasar por caja y empezó el lío judicial.

La contienda en los tribunales llegó a su fin en el 2012, cuando el Supremo inclinó su balanza del lado de Hacienda. Y eso que Agapito contaba con sentencias que le daban la razón. La pugna elevó la deuda. Desde la cifra inicial hasta los 31,7 millones de euros, incluidos intereses y recargos. Nueve más de los que se embolsó por venderle sus empresas a los británicos. Y eso sin contar con lo que hubo de abonar a sus abogados. Que no fue poco.

Hijo de una familia modesta que desembarcó en los cincuenta en Madrid procedente de un pueblo de Toledo, el hoy enemigo público de Hacienda comenzó a trabajar a la temprana edad de 14 años. Como botones en un banco. Algo muy típico de aquellos tiempos y habitual en los currículos de los hombres hechos a sí mismos de la época. Antes de los 30 ya era apoderado de la entidad. Y con la treintena ya cumplida, montó su primera empresa: Edeconsa, dedicada a la explotación de áridos en Aranjuez. A lomos del ladrillo se hizo Agapito rico en los ochenta. A finales de esa década le entró el vértigo con la vista puesta en la competencia que se avecinaba procedente de la Unión Europea, en la que España por fin acababa de poner los pies. Decidió vender. Y ahí empezó lo que él llama su calvario.

Mantiene hoy el empresario que no tiene un duro. Ni para café. Que el fisco se lo ha arrebatado todo. Que no hay Justicia. Pero, eso sí, no se rinde. «Voy a morir luchando contra la Agencia Tributaria», proclamaba no hace mucho en unas declaraciones tras aparecer otra vez su nombre en el dichoso listado. Pues sepa, Agapito, que el enemigo es implacable.