La revolución pendiente

MERCADOS

XOÁN REY

30 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Al término de la Segunda Guerra Mundial se produjeron dos rearmes, uno es el conocido por todos, el armamentístico, y el otro, ignorado por la mayoría, fue el ideológico. El comunismo soviético interpretaba que el mundo era suyo, así que decidió atacar por todos los frentes. Lógicamente, uno de ellos fue el económico. Se produjo una batalla silenciosa que supieron encarar, con sumo acierto, los economistas de la escuela austríaca. Se denominó Debate sobre el cálculo económico en el socialismo. Los economistas españoles, más centrados en sobrevivir a las cartillas de racionamiento y en averiguar cómo tumbar los postulados del falangismo, no hicieron aportaciones a este debate. Fue liderado por Mises y Friedrich von Hayek.

Los austríacos plantearon una pregunta que resultó crucial, y lo sigue siendo, de ahí que la incorpore a la columna. Es más, le invito a que se la haga usted a sí mismo: ¿son sus necesidades objetivas o subjetivas? Deje fuera las fisiológicas y/o las básicas. Se referían a las económicas como, por ejemplo, su necesidad de transporte, de vivienda, de vestimenta, de ocio, etc. Difícil responder, ¿verdad? Ahora piense en usted mismo cuando era un adolescente y le costaba recordar de qué color era un billete de cinco mil pesetas. Habrá observado que la respuesta es diferente. A los dieciséis años usted era capaz de predecir los gustos y las necesidades de sus compañeros de clase, hoy le costaría predecir el de sus compañeros de trabajo ¿Diferencia? La renta. La ausencia de dinero nos hace iguales, el bienestar, diferentes. Por eso, las sociedades cuando viven en precario entronizan al Estado y cuando alcanzan el confort observan cómo ese mismo Estado molesta más que ayuda. Y, quizás, también por eso, determinados territorios basculan hacia el liberalismo con más rapidez que otros. Pero lo curioso es que el estadista que lleva a su nación al desarrollo debe asumir que su éxito es a la vez la génesis de su gran fracaso. La sociedad enriquecida exige la soberanía que no reclama la empobrecida.

Si da por hecho estas máximas, entonces estará de acuerdo conmigo en que la España de 2021 reclama más libertad individual y menos Estado que la de 1977. Y no es un cambio sociológico, es el resultado de una mera evolución económica. A pesar de esta lógica, que observo como aplastante, soy de los que opinan que los ciudadanos hemos evolucionado con más rapidez que el Estado. Fíjese en estos datos: durante 2020 España incrementó el peso de su deuda pública sobre el PIB en un 21 %: pasó del 99 % al 120 %; Italia lo hizo un 18 %, Francia un 15 %, Alemania un 9 %. Ahora veamos otros datos: todas las regiones de Alemania superan el nivel medio de competitividad europeo. En Francia, dos tercios; en Italia, ninguna, y en España, solo Madrid y el País Vasco. Menor nivel de competitividad, mayor nivel de deuda pública, ¿Una correlación sin fundamento? En absoluto. Cuanto más se impulsa la competencia menos es necesario el Estado y, en consecuencia, el país tiene un tractor, la Administración pública, más saneado, y el otro, el privado, con mayor cilindrada, más potencia.

Hoy, más que nunca, la competitividad regional ha de ser una obsesión, y esta pasa, entre otras variables, por la simplificación administrativa, «revolución», que diría el profesor Rodríguez Arana. En todo caso, es este un diferencial de éxito regional que ha empezado a impulsar la Vicepresidencia Económica de la Xunta con Medio Ambiente y Facenda. En todo caso, si tenemos alguna duda, solo tenemos que hacer una cosa, mirar para Madrid.