Volar, la pasión de los Abelleira

LUGO

Para estos navegantes aéreos, que vivieron auténticas situaciones de peligro, se corren muchos más riesgos en las carreteras que en el aire

27 abr 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

No son sólo los lazos de sangre los que unen a los Abelleira sino también el aeródromo de Rozas, que cofundó Luis Abelleira Pacios, el mayor de la saga, su pasión por los aviones y la destreza con las herramientas para repararlos. Los Abelleira casi aprendieron a surcar los cielos antes que a andar y esto último lo hicieron entre las aeronaves de Rozas, donde Rita Mayor pasó casi tantas horas de hangar, mientras su salud se lo permitió, como su esposo, su hijo y sus nietos.

Luis Abelleira Mayor, el presidente de Aprevar, aprendió a volar a los 15 años con su padre y con su tío Pepe, que murió en un accidente de aviación. A los 17 ya lo hacía solo. A esa edad también aprendió a manejar los mandos de una aeronave su hijo Luis Abelleira Álvarez, Gus, ingeniero industrial, que está cursando su segunda carrera superior. No podía ser otra que la de ingeniería aeronáutica.

Al mismo tiempo realiza un curso de tres años de mecánico de aviación para perfeccionar sus conocimientos sobre unos aparatos que le son familiares desde niño.

Los Abelleira están convencidos de que corren más riesgos en la carretera que en el aire y eso lo dice el presidente de Aprevar, que cayó con el helicóptero en una ocasión y tuvo un accidente con su hijo Gus, cuando éste tenía 19 años. Ninguno de los dos percances -tampoco el de Pepe, el tío- apartó a ninguno de ellos del calor de los motores. Para Abelleira Mayor son inolvidables los madrugones con su padre, del que aprendió muchas cosas. Querían llegar los primeros a Rozas para encender el único avión que por entonces tenía el club y que compartían todos los socios. Llegaban con las primeras luces del día y muchas veces cuando ya lo tenían todo preparado para despegar buena parte de las veces se veían obligados a que desistir porque durante los preparativos había bajado la niebla.

El ahora presidente del Aeroclub está muy orgulloso de sus hijos, de todos puntualiza, y de poder compartir con ellos su gran afición. «Es sano -asegura- tener una pasión por alguna cosa».

Al más pequeño de los Abelleira, Gabriel, con tres años, recibió su bautismo en el aire el pasado día 13. El helicóptero lo pilotaba su abuelo. El niño, que ya tiene su propio traje de piloto, apunta maneras porque le costó bajarse del aparato.

Como toda pasión, volar exige sacrificios para tener a punto los 12 aparatos con los que cuenta en la actualidad el Aeroclub de Lugo. Son muchas las horas que Luis padre y Gus dedican al mantenimiento de las naves en el taller autorizado en el que también reparan avionetas de otros clubes. incluso de Portugal. Gus no sólo ha conseguido integrar a su novia en el grupo del aeródromo de Rozas, sino también en la cabina. Ella, ingeniera de telecomunicaciones, controla la radio cuando el Gus y su inseparable Manolo Valle participan en la Vuelta Aérea a Galicia.