La dicotomía de las redes sociales: pueden causar problemas de salud mental, pero ya existen algoritmos que miden la «infelicidad» en ellas

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

La Voz de la Salud

Mientras informáticos y científicos desarrollan nuevas herramientas que podrán ayudar en un futuro a detectar este tipo de patologías, diversos estudios siguen recalcando los trastornos que puede provocar el abuso de estas plataformas

30 jun 2022 . Actualizado a las 11:48 h.

Hasta hace unos pocos años, no sabíamos lo que era un like en Instagram, un trend en Tiktok o una tendencia en Twitter. El mundo de las redes sociales es reciente, y las consecuencias que su uso excesivo puede acarrear en nuestra salud aún se encuentran «en pañales». Será necesario que pase más tiempo, para que nos demos cuenta de la dimensión real que estas tienen en nuestra vida. Pero la poca literatura con la que contamos ahora mismo, ya empieza a trazarnos cuál va a ser más o menos el camino. En el día Internacional de las Redes Sociales, te contamos qué papel tienen estas en nuestra salud.

Un estudio reciente, publicado en mayo de 2022 y realizado por investigadores estadounidenses apunta a que cuanto más tiempo pasamos en redes sociales, mayor es el riesgo de sufrir trastornos de la conducta alimentaria (TCA) e insatisfacción corporal. Investigando a una cohorte de hombres y mujeres de entre 19 y 34 años, se concluyó que sobre todo en mujeres, se encuentra una relación entre el tiempo de exposición a las pantallas y la insatisfacción corporal. Y además, cuanto más tiempo pasaban frente a la pantalla, aumentaba el riesgo de querer perder peso tanto en hombres, como mujeres, así como sus ganas de querer someterse a intervenciones de cirugía estética. 

«Las redes sociales y el abuso que se está haciendo de estas, es reciente. Muchas de las cosas que están pasando en el mundo digital se irán definiendo y acotando sobre la marcha. Cogemos el tema en un momento muy inmaduro, porque ahora mismo aún está germinando», asegura Devi Uranga, psicóloga experta en redes sociales y directora del Servicio de Atención en Adicciones Tecnológicas de la Comunidad de Madrid. No obstante, acotando sobre las redes sociales y su relación con la salud mental, apunta que «no provocan ninguna patología en la salud mental de cualquier individuo, lo que sí genera problemas es el abuso que hacemos de estas». 

Dicho esto, cabe preguntarse: ¿Qué se consideraría un uso correcto de las redes sociales y cuándo pasa a ser abuso? «Dos horas son suficientes, a partir de ese tiempo, se abre la posibilidad de que todos estos problemas que puede haber después en la identidad, aparezcan, y esto sería una señal de alarma», advierte Uranga. 

El abuso de redes sociales y los adolescentes, el cóctel perfecto

«Nos genera un problema de salud mental el abuso de las redes sociales y de cualquier cosa», señala Uranga. Sin embargo, la psicóloga considera que las redes sociales tienen unas características que hace que sea muy fácil abusar de ellas. 

Además, «cuando este mal uso lo llevan a cabo menores de edad que todavía no tienen desarrollados recursos para el autocuidado o la responsabilidad, y que están en un momento de desarrollo de identidad, que es una de las cosas que más se exponen en redes sociales, más vulnerables son a que tengan problemas de salud mental». 

En ese sentido, una investigación interna realizada por Facebook a la que tuvo acceso el The Wall Street Journal, concluía que Instagram era tóxica para sus usuarios, sobre todo para las adolescentes. El diario norteamericano revelaba que Facebook había estado haciendo estudios acerca de cómo afecta este servicio a sus usuarios más jóvenes y los resultados no eran positivos. «Hacemos que los problemas relacionados con la imagen corporal empeoren para una de cada tres chicas», se podía leer en una presentación del 2019 que acabo saliendo a la luz. 

¿Cómo darse cuenta de que un joven esá teniendo esos problemas por las redes sociales? «Es importante ver qué uso hacen de las redes, cuánto tiempo de consumo puede ser una señal de alarma. Otra puede ser el hecho de detectar cuánta preocupación ponen los jóvenes en el físico. Cuánta energía y cuidado están poniendo en el afuera, como cuando el cuerpo y la imagen se convierte en algo obsesivo», responde la psicóloga.

Pero hay más: «Otra señal puede ser el lenguaje. Cuál están utilizando sobre sí mismos, y detectar si puede haber mensajes que nos den señales de baja autoestima. Por ejemplo, cuando se tratan con mucha exigencia y se machacan mucho y que esto se convierta en algo obsesivo.También el abandono de actividades importantes puede ser un factor de riesgo. Si un joven se dedicaba a taekuondo y a tocar el piano, y al final, lo que más le entretiene es estar en las redes y acaba dejando aquello en lo que era bueno y le hacía relacionarse, esto también puede alarmarnos. Jóvenes que acaban abandonando aspectos relevantes e importantes de su vida como los estudios, las relaciones sociales, o incluso un buen descanso».

La «infelicidad» puede ser detectada por un algoritmo en Instagram

Conscientes de esta nueva realidad, aparecen herramientas que pueden llegar a detectar infelicidad y problemas de salud mental en redes sociales. Investigadores de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC) han diseñado un algoritmo que busca ayudar a los psicólogos a diagnosticar posibles problemas mentales a través de lo que publicamos en estas plataformas. 

«Cómo nos mostramos en redes sociales puede proporcionar información útil sobre los comportamientos, personalidades, perspectivas, motivos y necesidades», considera Mohammad Mahdi Dehshibi, quien ha liderado esta investigación en el grupo AIl for Human Well-being (AIWELL), de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC. El equipo de investigadores ha trabajado durante dos años en un modelo de aprendizaje profundo que identifica las cinco necesidades descritas por Glasser, utilizando datos multimodales como imágenes, texto, biografía y geolocalización. Para el estudio, publicado en la revista IEEE Transactions on Affective Computing, analizaron 86 perfiles de Instagram, publicados en español y en persa.

Según la teoría de la elección de William Glasser, existen cinco necesidades básicas que se encuentran en los cimientos de todo comportamiento humano: la supervivencia, el poder, la libertad, la pertenencia y la diversión. Estas necesidades influyen incluso en qué imagen elegimos para subir a nuestro perfil de Instagram.

¿Cómo funciona este algoritmo? «Nosotros lo que hacemos es intentar, mediante redes neuronales y un modelo matemático para clasificar imágenes, ver si nuestro comportamiento en las redes sociales deja algún tipo de huella respecto a estas necesidades básicas. A partir de muchos perfiles de Instagram, utilizamos la imagen y el texto que la persona publica en esta red social, y una psicóloga experta en la teoría de Glasser, ha etiquetado a esas personas conforme a esas categorías», explica David Masip, informático de la UOC. 

Masip asegura que esta herramienta para monitorizar redes sociales puede ayudar a mejorar medidas preventivas, como la identificación del problema hasta la mejora de tratamientos cuando se ha diagnosticado el trastorno mental. «Puede levantar alarmas del estilo "esta persona en el futuro puede entrar en una depresión", porque tiene unas publicaciones que cualquier psicólogo que pudiera ver, se alarmaría. Aunque ellos no se van a poner a mirar todos los perfiles de Instagram, sí que lo puede hacer un algoritmo». 

También la depresión en Twitter

Ferran Sanz, catedrático de Bioestadística e Informática Biomédica de la Universitat Pompeu Fabra (UPF) y personal científico del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM), lideró el estudio Detecting Signs of Depression in Tweets in Spanish: Behavioral and Linguistic AnalysisSu objetivo era identificar las características lingüísticas de los tuits en español y los patrones de comportamiento de los usuarios de Twitter que los generaban, que podrían sugerir signos de depresión

«Escogimos Twitter porque es una red especialmente abierta. Lo que hicimos fue observar toda la interacción con esta red social que habían llevado a cabo personas que se autodeclaraban a ellas mismas depresivas en su perfil, respecto a una muestra de personas que no se declaraban depresivos. Observamos si el comportamiento que tenían con Twitter los que se consideraban depresivos, respecto a los que no se declaraban, era parecido o qué diferencias presentaban. Y pudimos observar disparidades muy claras, como por ejemplo, que las personas que se declaran depresivas hacen un uso de esta red social menos intenso que las personas que no se declaran como tal», señala Sanz. 

Otras conclusiones del estudio es que las personas que se declaran depresivas realizan tuits más cortos. «También observamos que en el caso de las personas no depresivas hay un uso de Twitter que es más intenso durante los días laborales y mucho menos durante los fines de semana. En cambio, las personas que se declaran depresivas tienen un patrón de uso de Twitter como muy regular a lo largo de la semana. Da igual que sea un día laborable o un día festivo, lo utilizan con la misma intensidad», añade Sanz.

El patrón de uso de esta red social durante el día también difiere: los usuarios que no se declaran depresivos realizan más tuits durante el día, mientras que los que sí se declaran aumentan el consumo de la red social durante la noche. «Y esto podía corresponder con los patrones de insomnio que se han descrito en las personas depresivas», precisa Sanz. 

Posteriormente, este científico participó en otro estudio: Evaluating Behavioral and Linguistic Changes During Drug Treatment for Depression Using Tweets in Spanish: Pairwise Comparison Study. Con él pretendían comparar las características lingüísticas y de comportamiento de los tuits publicados mientras los usuarios probablemente estaban bajo tratamiento con antidepresivos. «Analizamos los períodos cercanos a su declaración de uso de este tipo de fármacos en Twitter respecto a ellos mismos unos cuantos meses después», describe. El investigador asegura que en contraposición a lo expuesto anteriormente, cuando estas personas están medicadas el número de tuits por día crece, así como el porcentaje de publicaciones que emiten durante el día respecto a los de la noche. «Esto también correspondería a un patrón, entre comillas, de curación. Porque habíamos dicho que los depresivos tienden a escribir mas por la noche», recalca Sanz. 

Afrontando esta nueva realidad 

El desarrollo de nuevas herramientas que puedan detectar problemas de salud mental en usuarios de distintas plataformas son avances que podrán ayudar en un futuro al trabajo de profesionales de la salud mental. Pero por ahora, todavía no están a nuestro alcance. «Cuanto más crezcan las redes también vamos a ir teniendo más recursos. Es una cosa que todavía se está construyendo, un terreno muy inmaduro, y las generaciones jóvenes de nuestra sociedad son las que más están sufriendo, por así decirlo, este mundo», manifiesta la psicóloga Uranga.

«Para madres y padres el mensaje es que uno de los grandes factores de riesgo para abusar de las nuevas tecnologías es que son infinitas y no tienen límites. Es decir, se pueden consumir tanto tiempo como se deseen y pueden satisfacer su deseo de entrar en las redes sociales prácticamente todo el tiempo.El cuerpo puede consumir tantas tecnologías como quiera y son gratuitas para ellos. Y claro, es más difícil de gestionar su uso responsablemente», añade Uranga. 

¿Cuáles serían estos límites? «Aunque es muy difícil porque todos estamos conectados a las tecnologías, entre poner algún límite y no poner ninguno, siempre es mejor lo primero. Pueden ser: la hora de desconexión digital por la noche, muy importante para un buen descanso; evitar conexiones digitales o tecnológicas en reuniones familiares; y olvidarse de ellas en ratos de estudio o de lectura. Y que quede muy claro en la relación de esos padres e hijos que los dueños de esos móviles, si es que lo pagan madres o padres, los dueños son ellos, no los hijos. Por lo tanto, todas las libertades que los hijos se quieran tomar sobre ese móvil, o por lo menos algunas de ellas, tendrán que ser autorizadas por los progenitores», responde la psicóloga. 

Uranga recalca que todas las generaciones y todos los seres humanos somos susceptibles de sufrir cualquier problema de salud mental, y que a nivel generacional, todas tienen carencias: «Las anteriores tienen otro tipo de dificultades, otras heridas y otros problemas de salud mental y física. Y esta, tiene estas. Ahora podemos poner foco en lo tecnológico, y en otra generación se pondrá en otro lugar. Al final la lectura es que como seres humanos somos susceptibles de perdernos en el camino, y por lo tanto, el trabajo como sociedad no es retirar las tecnologías o retirar aquello que haga daño a nuestra salud mental, sino enfocarnos en basar el crecimiento social o individual en el desarrollo de actividades emocionales y sociales, en una sociedad que normalice acudir a profesionales y terapeutas para fortalecer nuestros cimientos como personas». 

Por su parte, el científico Ferran Sanz concluye que «las redes sociales no son buenas ni malas intrínsecamente. Depende del uso que se le da. El cierto que ofrecen una serie de oportunidades positivas y de riesgos, como la desinformación o las conductas adictivas que se producen. El propio uso de las redes sociales es adictivo. Y muchas personas no pueden pasar minutos sin consultar las redes sociales. Por tanto, están totalmente enganchados. Pero al lado de eso, tenemos las oportunidades, la parte positiva. Las redes sociales pueden servir para difundir información de calidad, en temas sanitarios, o convertirse en una herramienta de comunicación». 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.