Síntomas, tratamiento y consejos para la artritis reumatoide: «El tabaco y el consumo excesivo de sal están entre los principales factores de riesgo modificables»

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El 12 de octubre es el Día Mundial de la artritis reumatoide.
El 12 de octubre es el Día Mundial de la artritis reumatoide. La Voz de la Salud | iStock

Esta patología es más frecuente en mujeres que en hombres, y hoy en día existe un amplio abanico de fármacos. En el Día Mundial de Artritis Reumatoide recordamos que se trata de una enfermedad mal asociada a la tercera edad

14 oct 2022 . Actualizado a las 15:38 h.

La artritis reumatoide es una enfermedad que parece no dar la cara. Tiene un rostro visible, que es la inflamación causada en las articulaciones, y otro que se esconde. La doble cara de la moneda. El pulmón, el corazón, los ojos, el cerebro o el sistema renal pueden hacer pagar la factura a aquellos pacientes que no controlen la patología. La artritis no es, ni mucho menos, una afectación desconocida. Por ejemplo, en España la padecen entre 150.000 y 200.000 personas. Tiene un apellido: reumatoide. Lo que hace que muchos la relacionen con la tercera edad. Nada más lejos de la realidad. De hecho, es más frecuente entre los 40 y 60 años.

La artritis consiste en la inflamación de las articulaciones. Estas son las zonas en las que dos huesos se unen. Pensemos en el codo, la rodilla o los nudillos de las manos. Causa rigidez, dolor, hinchazón y sensación de entumecimiento, que son sus síntomas principales. En función de cuánto perduren, los doctores hablan de una artritis aguda, si solo se extiende durante unos días o semanas, o crónica, en el caso de que permanezca con el paso de los meses o años.

Se desconoce la causa. Pero se sabe que es más común en mujeres que en hombres (tres por cada uno), al igual que predomina en el entorno urbano ante el rural. Aunque todavía no se haya podido dar con el origen, sí se denomina autoinmune. Esto significa que la enfermedad tiene lugar en el sistema inmune, encargado de proteger al organismo en situaciones anormales. Al contrario de lo que debería suceder, esta enfermedad se ceba con las articulaciones, causándoles un daño. El porqué a esto no tiene respuesta. Si bien hay sospechas. El hecho de que ellas la padezcan más destaca el papel que juegan los factores hormonales.

Además, desde la Sociedad Española de Reumatología (SER) apuntan a otras características ambientales: «Cabe la posibilidad de que algunos microorganismos, como ciertos virus o los gérmenes causantes de la enfermedad periodontal (inflamación de las encías), puedan tener un peso como desencadenantes en la respuesta inmune». En esta línea, como enfermedad multifactorial que se define, los malos hábitos del paciente también añaden posibilidades. Es un hecho: los fumadores tienen más riesgo. El tabaco puede modificar una serie de proteínas humanas que al hacerlo se convierten en objetivo claro de nuestro batallón de defensas.

Y por último, la genética. Desde la SER señalan que al igual que existen variantes genéticas que aumentan la predisposición a tener artritis, también hay otras que ayudan a predecir la respuesta que tendrá el paciente ante determinado tratamiento. Estas son las bases que sientan una rama de investigación que todavía está en desarrollo: la farmacogenética. Un claro ejemplo de su uso se observa en el tratamiento del cáncer. Por ello, la sociedad nacional apoya la idea de que en un futuro se permita aplicar en el campo de la artritis reumatoide, y con ello se alcance la medicina personalizada o de precisión. Así lo resume la doctora Ana Ortiz García, portavoz de la SER y reumatóloga del Hospital Universitario de La Princesa, Madrid: «La causa concreta de la artritis es desconocida, aunque conocemos distintos factores relacionados. Por ejemplo, hay factores genéticos. Pero no es una herencia como si fuese de padres rubios a hijos rubios, sino multifactorial. Y después están los factores modificables. El claramente más conocido y vinculado es el tabaco. De igual forma, se ha relacionado con un consumo excesivo de sal».

¿Cuáles son los síntomas de la artritis reumatoide?

La manifestación clínica de la artritis reumatoide es muy amplia, pues depende del estado de gravedad de la enfermedad, así como de los sistemas que haya podido afectar. Sin embargo, existe una hoja de ruta que suele seguir.

  • Dolor e inflamación de las articulaciones. Tienen hinchazón.
  • Rigidez o entumecimiento articular después de pasar un largo período de reposo. Por ejemplo, por la mañana después de despertarse.
  • Las primeras articulaciones afectadas suelen ser los nudillos de las manos, las muñecas y los pies. Pero igualmente, los síntomas pueden manifestarse en las rodillas, codos, hombros, tobillos e incluso en la columna vertebral, pero solo en la zona del cuello.
  • Muchos afectados refieren cansancio, fatiga, falta de apetito, pérdida de peso o incluso febrícula.
  • En ciertos casos pueden aparecer bultos o nódulos debajo de la piel y cerca de las articulaciones. Según la SER, se llaman nódulos reumatoides y «se presentan en una de cada tres a cinco pacientes, con tamaño variable y en áreas de presión como codos, antebrazos, dedos o tendón de Aquiles».
  • De igual forma, pueden aparecer en los pulmones, corazón u ojos, aunque esto es extraño.
  • Es habitual que las personas que tengan artritis reumatoidea también padezcan el síndrome de Sjögren, que te explicamos en esta noticia.

Más allá de lo habitual

Sin embargo, esto no es todo. Con el paso del tiempo, la artritis puede alcanzar otros órganos o sistemas como los pulmones, el corazón, los ojos, los vasos y los nervios, de forma que en cada uno impacte de una manera distinta.

  • Derrame pleural, que consiste en la presencia de líquido en la pleura, la zona que rodea los pulmones
  • Neumonitis, inflamación de los pulmones.
  • Problemas cardíacos como pericarditis o arritmias.
  • Oculares como epiescleritis.
  • Neurológicos causando una mononeuritis.

El calvario de esta enfermedad continúa. Pues los pacientes tienen con mayor frecuencia que el resto de la población enfermedades asociadas. Entre ellas están la osteoporosis, que es la descalcificación de los huesos o aterosclerosis. Por ello los expertos insisten en la importancia de controlar otros factores de riesgo cardiovasculares.

Con el abanico de posibles riesgos asociada a esta enfermedad, un diagnóstico precoz se vuelve indispensable. Una vez detectados los síntomas del paciente, el reumatólogo procederá a una exploración física de la persona, y es habitual que solicite análisis de sangre y una o varias radiografías. Cada uno de estos pasos es indispensable para ponerle nombre.

 La apuesta farmacológica permite que los pacientes ganen calidad de vida

Por el momento, la artritis reumatoide no se puede curar, aunque sí tratar. Al menos, en dos niveles: reducir la inflamación en las articulaciones, y prevenir el daño futuro. Es por ello que los fármacos tendrán diferentes funciones. En primer lugar se encuentran los tratamientos sintomáticos para aliviar los signos de alarma; y en segundo, los que buscan obtener un efecto sobre los mecanismos de la enfermedad.

Los profesionales dividen dos líneas de acción. Los tratamientos sintomáticos, protagonizados, en esencia, por los antiinflamatorios no esteroideos, y los de fondo. A medio camino se encuentran los corticoides, que si bien son efectivos, tienen muchos efectos secundarios. Por ello, solo se emplean al principio o cuando la patología está activa. «Los tratamientos de fondo son los fármacos modificadores de la enfermedad. Aquí hay varios eslabones. Primero están los clásicos, que es un tratamiento que utilizamos desde hace mucho, los pacientes responden a él, y tiene efectos secundarios controlables», cuenta la doctora Ana Ortiz, que añade: «Después, con las personas que no notan mejoría, probamos el grupo de terapia dirigida, que incluye los biológicos, que se desarrollan con células y los sintéticos dirigidos, que son fármacos químicos», apunta la especialista.

Antaño, la historia era otra. Por ejemplo, las deformaciones a raíz de la enfermedad eran comunes, y además, acababan causando mayores niveles de discapacidad en los pacientes. Hoy en día, las herramientas terapéuticas permiten que los afectados tengan la enfermedad en remisión, es decir, que no avance, y con ello, lleven una vida activa y funcional.

El ejercicio juega en este apartado un papel fundamental. La actividad puede reducir el dolor y mejorar la capacidad de la persona, su estado de ánimo, y como consecuencia, la calidad de vida. Víctor Díaz, experto universitario en ejercicio aplicado en personas con patologías crónicas, explica la importancia que tiene un abordaje multidisciplinar en el tratamiento de las enfermedades autoinmunes en general, y de la artritis reumatoide en particular: «Aunque se ha avanzado mucho en el tratamiento farmacológico, lo que ha mejorado sustancialmente el pronóstico, las modificaciones del estilo de vida juegan un papel importante», apunta el experto.

Las ventajas de moverse son un factor clave en las condiciones de vida de los pacientes. En primer lugar, evita la sarcopenia: «La mitad de los pacientes con artritis presentan pérdidas de masa muscular y disminución en la fuerza y en el rendimiento físico. El ejercicio de fuerza en concreto ha demostrado ser efectivo para paliar esta pérdida y mejorar la composición corporal en pacientes», explica Díaz.

El movimiento también combate la inflamación. Como enfermedad inflamatoria, una buena solución puede ser tratar de reducir este estado, y se ha visto que el ejercicio ayuda a combatirlo a través de cuatro mecanismos: «Disminuye los depósitos de tejido adiposo, en especial de la grasa visceral, que supone un tejido activo con capacidad proinflamatoria; las sesiones repetidas de ejercicio provocan cambios bioquímicos a nivel muscular, que contribuyen a una mejoría en el estado inflamatorio y en la función muscular; la contracción de músculos esquelético produce y libera mioquinas al torrente sanguíneo con efectos antiinflamatorios, y por último, potencia antioxidantes endógenos», detalla el experto.

Esto no es todo. La píldora de movimiento también reduce el riesgo cardiovascular: «Los pacientes de esta enfermedad tienen un riesgo de 1,2 a 2 veces mayor de desarrollar patologías en las arterias coronarias que la población general», detalla Víctor Díaz. «Distintos tipos de ejercicios tiene efectos positivos sobre las articulaciones», expone el experto. Así, los de movilidad incrementan el rango de movimiento; los de fuerza fortalecen el tejido conectivo y los tendones, mientras los ejercicios con carga cíclica, como la bicicleta, «mejoran la integridad del cartílago y la lubricación de las articulaciones».

«El ejercicio es recomendable siempre y cuando el paciente no se encuentre en un estado de inflamación, porque si se sobrecarga la articulación puede ir a peor»

Cuando el estado de inflamación es elevado, la doctora Ana Ortiz recomienda no forzar la máquina: «El ejercicio es recomendable siempre y cuando el paciente no se encuentre en un estado de inflamación, porque si se sobrecarga la articulación puede ir a peor. En el resto de ocasiones, la actividad física es beneficiosa y ayudará a detener o enlentecer el deterioro de las partes afectadas», señala. Eso sí, con cabeza. «Los ejercicios aeróbicos, por ejemplo, se deben realizar minimizando el impacto» apunta Víctor Díaz. De ahí que la bicicleta o la natación sean buenas opciones. El paciente tampoco debe olvidarse de la fuerza.

Pero a las claves de movimiento de esta enfermedad también se une la movilidad. Entre sus beneficios destacan: «Reduce rigidez, molestias o dolores e incrementa la capacidad de movimiento. Además,este tipo de ejercicios proporcionan un entorno favorable a los músculos para que ejerzan fuerza», explica Díaz. ¿Cómo se podrían introducir? Hay varias pautas. La más importante puede ser a primera hora de la mañana, cuando el paciente se despierta con rigidez. También propone realizarlos a lo largo del día en base a pequeñas píldoras de movimiento, o como calentamiento antes de entrenar. Una decisión que queda al gusto del consumidor.

Si bien el acompañamiento de un profesional de la actividad física especializado en la pauta de una patología resulta lo más útil, no siempre es lo más realista. Por ello, Víctor Díaz ofrece una serie de recomendaciones generales que todo paciente podría cumplir. «Se deben mantener unos niveles adecuados de actividad física diaria, con al menos 7.000 pasos que se pueden repartir a lo largo del día, también hay que incluir ejercicios de movilidad en la mayoría de días, ejercicios aeróbico de baja o moderada intensidad, como por ejemplo hacer bicicleta 150 minutos a la semana, y finalmente, una rutina de fuerza de dos a tres días por semana, en la que se trabajen todos los grupos musculares», concluye el experto. El ejercicio evitará un círculo vicioso: cuanto menos movimiento, más dolor y por lo tanto, menos ganas de realizarlo.

Puntos importantes a recordar al empezar a moverse

  • Es mejor hacer algo de ejercicio que nada. Los de tipo moderado no suponen ningún riesgo para los pacientes.
  • Se deben evitar deportes con un alto nivel de contacto físico como el baloncesto o el fútbol.
  • El ejercicio debe realizarse además del resto de actividades diarias. Es decir, lo recomendable es que exista una rutina que dure, al menos, 10 minutos.
  • Hay que empezar poco a poco, e ir modificando la actividad en función de los síntomas.
  • Las disciplinas acuáticas como la natación o el aquagym, son una buena opción porque ejercen menos tensión en las articulaciones que el resto de actividades que se practican en tierra. Esto resulta especialmente útil cuando el daño articular no permite soportar bien el peso del cuerpo.

Fuente: Sociedad Española de Reumatología

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.