Llega el primer gran plebiscito sobre Trump

adriana rey NUEVA YORK / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

CARLOS BARRIA | Reuters

Las legislativas del martes se viven como un referendo sobre la gestión del presidente

04 nov 2018 . Actualizado a las 09:05 h.

A falta de dos días para que se abran las urnas, republicanos y demócratas se preparan para enfrentarse en unas elecciones legislativas de mitad de mandato (midterm) pocas veces vistas en Estados Unidos. Normalmente considerados unos comicios de corte nacional, con interés local y menor trascendencia para el resto del mundo, esta vez se han convertido en un plebiscito sobre la gestión de Donald Trump.

El primer dato que así lo sugiere son los niveles de votación anticipada, que superan los registrados tradicionalmente en este tipo de comicios. El segundo, la conducta del mandatario, que, con un 42,4 % de popularidad, menor que la de los últimos cuatro presidentes en esta etapa del mandato, ha convertido la consulta en un asunto de vida o muerte, como si un mal resultado entrañase una amenaza directa a su reelección dentro de dos años.

A pesar de que no figura en ninguna papeleta, el presidente se ha presentado en los mítines de sus candidatos como si él fuese el rival a batir en cada uno de los estados en juego. Ha recuperado su retórica más crispada en relación con la inmigración y ha incrementado su actividad mediática y su presencia en las redes. Y es que el magnate es consciente de que puede estar en juego su ascendiente sobre los republicanos.

Los recientes envíos de paquetes bomba contra figuras demócratas y otras personalidades críticas con su gestión, la masacre de fieles judíos en una sinagoga de Pittsburgh o el desembarco del juez Brett Kavanaugh en el Tribunal Supremo tras ser acusado de abuso sexual por tres mujeres han desatado una ola de indignación nacional que podría motivar la pérdida de la mayoría republicana en el Congreso y, de ese modo, entenderse como una censura a su forma de liderar.

Los estadounidenses eligen la totalidad de los escaños de la Cámara de Representantes, un tercio de los cien asientos del Senado y a 36 gobernadores, de los 50 estados que hay. Ambas Cámaras están bajo control del Partido Republicano, pero los últimos sondeos apuntan a que al menos una de ellas podría sufrir un vuelco a favor de los demócratas. Por ello estos últimos se centran en los distritos que están en manos republicanas, pero que votaron por Hillary Clinton en las presidenciales del 2016. 

Los seis distritos clave

Las posibilidades para los demócratas se encuentran en la Cámara Baja, donde se renuevan los 435 congresistas, uno por cada distrito electoral. En la actualidad, los republicanos tienen 241 asientos, frente a los 194 de sus adversarios, por lo que si estos últimos quieren ganar en ella necesitan hacerse con 24 distritos conservadores. La batalla se centra en seis distritos de California y tres de Minnesota, Nueva Jersey y Texas, así como dos de Illinois, Iowa, Kansas, Míchigan, Nueva York, Ohio, Virginia y Washington.

Si la Cámara de Representantes supone la mejor oportunidad para los demócratas, el Senado es la gran esperanza de Trump. De los 35 escaños en juego 26 están en manos de la derecha. Aunque Nevada y Arizona podrían dar un giro por el peso del voto latino, lo mismo que Texas o Tennessee, es bastante improbable que los demócratas no pierdan algún estado en el que el neoyorquino se impuso en las presidenciales. En este sentido, Trump se la juega en Florida, Misuri, Indiana, West Virginia, Wisconsin y Montana. Si los gana, la oposición no conseguiría el apoyo para hacerse con la Cámara Alta, que pasaría por mantener sus 26 escaños y arrebatarles dos a los conservadores.

 

El tablero de las «midterm»

La del martes es la mayor prueba electoral de Trump desde que llegó a la Casa Blanca. Los comicios señalarán el margen de maniobra que tendrá los dos próximos años e influirán en el rumbo de su Gabinete. Estos son los principales escenarios. 

Dominio republicano

Adiós al «impeachment». Si los conservadores retienen la mayoría en la Cámara de Representantes y en el Senado, el magnate se vería fortalecido como nunca antes. Un Trump envalentonado rebajaría la posibilidad de nuevas investigaciones contra su Administración en el Congreso, haría desaparecer el fantasma del impeachment (juicio político) y avalaría que dé impulso a sus políticas más polémicas, como el desmantelamiento del Obamacare o su ansiado muro con México

Reparto de poder

Más supervisión. La mayoría de analistas apuestan, sin embargo, por un escenario en el que los demócratas ganen la Cámara de Representantes y los republicanos retengan el Senado. Esta posibilidad sería un problema para el Ejecutivo, ya que los demócratas tendrían la capacidad de bloquear la agenda legislativa de la derecha. Además, aumentaría la supervisión parlamentaria, con más audiencias y citaciones a propósito del Rusiagate o los impuestos del presidente. Incluso podrían prosperar algunas iniciativas sobre el impeachment, que sin embargo acabarían siendo detenidas en la Cámara Alta. 

Si el control del Senado recae en los progresistas y la Cámara Baja en los conservadores, el bloqueo sería similar, ya que las leyes y nombramientos quedarían frenados en la votación. De una u otra manera, el reparto de poder obligaría a los partidos a llegar a acuerdos bipartidistas para desbloquear la agenda.

Derrota total

Un terremoto. Perder las dos Cámaras sería un verdadero terremoto y un golpe que debilitaría considerablemente a Trump. Sus siguientes dos años de gobierno quedarían congelados a nivel legislativo y su futuro como presidente, en riesgo. 

Gobernaciones

Vivero de candidatos. No hay que perder de vista las 36 gobernaciones en disputa. A nivel local los cargos son importantes porque los gobernadores controlan los presupuestos de los territorios, nombran jueces estatales y pueden influir en legislaciones de su estado que sean contrarias a las políticas del presidente de EE.UU. Además, estos comicios se siguen con interés porque son un vivero de candidatos, ya que muchos de los que concurren acaban teniendo aspiraciones presidenciales, como ocurrió con Bill Clinton o George W. Bush.